El pellizco de Scaloni en nuestros corazones

Acudes a María Pita, caminando con dificultad por la calle Barrera. Al llegar y verla abarrotada, lo primero que escuchas es a un señor con acento argentino: «Esa afición no se merece estar en 2ºB». Tiene razón. El día que se haga la película sobre el descenso a los infiernos del Dépor sin duda habrá que dejar un momento estelar para el pregón de Leo Scaloni. Sí, en esta historia de sufrimientos, risas y muchísimas lágrimas lo que ocurrió el martes ha sido otro «más difícil todavía».

El campeón del mundo —ese que, pese a tocar la gloria máxima con la albiceleste, luce la foto de la camiseta del Dépor en Twitter— va y viene en agosto a su vieja ciudad. A subirse al balcón del Ayuntamiento para decirnos a los deportivistas que nos lleva en el corazón, que tenemos que estar ahí en la categoría que sea, que volveremos y —redoble de tambor— que nuestros caminos se cruzarán en el futuro. Y lo hace ante una plaza que jamás mostró ese aspecto en un pregón, con miles de personas coreando canciones del Dépor y el Muchachos ahora no volvimos a ilusionar. Imposible no emocionarse. Imposible no sentir el escalofrío. Imposible no enorgullecerse de formar parte de esta cosa mágica generada alrededor de algo tan inexplicable como maravilloso.

Hoy somos nosotros los que le contamos a nuestros hijos el gol de Alfredo, el penalti de Djukic, el Centenariazo y la semifinal con el Oporto. Ellos les recordarán a los suyos la vuelta de Lucas Pérez, la catástrofe del Albacete, el puñetazo del Castellón y, por supuesto, el día que vino Scaloni. Cuando les pellizcó el corazón y les hizo sentir que son del mejor equipo del mundo. Aunque esté en 2º B, mirando eso sí a una primera en la que Leo será nuestro entrenador. Imagínenlo. Suena la música. ¡Vaya final para la película!