Yo no mordería esas palomitas de maíz
A Coruña
Es una de las orginales obras del artista arteixán Mico Rabuñal. Y, como todas, están hechas en piedra
20 Oct 2024. Actualizado a las 05:00 h.
¿Puede haber algo más suave que unas nubes de gominola? ¿Y algo más nostálgico que rebobinar una cinta casete del Fary con un boli BIC? ¿Y algo más apetecible que unas palomitas recién salidas del microondas? Pues que la vista no le lleve a engaño. Ni estas nubes son tan blandas como parecen. Ni la cinta ni el boli son de antaño. Y, por favor, no muerda ninguna de esas palomitas que salen de la bolsa. Los tres elementos están hechos en piedra o mármol, cada detalle tiene átomos de granito o algo de similar dureza. Son esculturas camufladas que engañan nuestra vista. Son las creaciones de un genio de la escultura paridas en un taller de Arteixo por Mico Rabuñal, un artista que recurre a la piedra para lanzar sus mensajes sarcásticos.
No hay más que ver el tubo retorcido de una popular pomada rectal por el que sale una pasta con los colores de la bandera de Gran Bretaña. Es su curioso punto de vista sobre el Brexit. «Si recurro a figuras humanas es más complicado, pero para hablar del Brexit o de otros muchos temas, lo puedo contar mucho mejor a través de objetos», señala Rabuñal, de 45 años, y que este fin de semana se encuentra en la Feria Estampa de Madrid exhibiendo parte de su obra acompañando a una galería asturiana.
En su taller han quedado caramelos Sugus gigantes donde aprovecha el blanco del mármol para conseguir las letras del envoltorio. También hay esculturas rodeadas de fatalismo histórico, como la calavera atravesada por una flecha y con una manzana pudriéndose sobre el cráneo. Lo ha bautizado como El triunfo de Gessler, el gobernador que retó a Guillermo Tell a atinar en la manzana sobre la cabeza de su hijo para evitar ir a la cárcel. Casi todo tiene un mensaje en el taller de Mico Rabuñal, cuyos primeros síntomas de artista asomaron en el instituto, donde elaboraba piezas a partir de pinzas de la ropa. «Los compañeros me las compraban y así me pagaba mis vicios», recuerda sobre su etapa escolar, donde su mesa «siempre estaba pintarrajeada».
Sus capacidades le llevaron a la Escuela de Arte Superior de Diseño Pablo Picasso en A Coruña, donde se pagó los estudios trabajando los veranos como jardinero. Cuando llegaron las prácticas, asegura que le tocó la lotería porque pudo trabajar en el taller de Cecebre de Francisco Escudero. «Con él aprendí las claves de la talla en piedra», asevera Rabuñal.
Tras aquella etapa quiso conocer aún mejor los secretos de la materia prima que le había cautivado, y comenzó a trabajar en una cantera del Grupo Liñagar, donde se hartó de hacer cruceiros y capiteles.
En el 2010 rehabilitó la casa de su abuela en Arteixo y desde entonces trabaja en su propio taller, donde con cada golpe de cincel intenta avanzar en una obra en la que prime el humor. «Me parece muy interesante llegar a esa parte del cerebro donde se encuentran las emociones y los recuerdos, es la fase más auténtica del ser humano y por definición la más sincera, por eso me atraen los objetos o cosas. La vida sin arte sería una vida por fotosíntesis. El arte forma parte de nuestra existencia como seres humanos, es algo esencial como respirar», reflexiona Rabuñal, quien asegura que se inspira «en la importancia del recuerdo emocional», esculpiendo en mármol, granito y piedras calizas una serie de esculturas basadas en objetos o cosas hechas por y para el hombre, objetos que, siendo comunes para todos, tienen una connotación individual para cada uno. «Y así llevo al espectador a recorrer una serie de recuerdos y sensaciones que creía olvidadas, pero que en su subconsciente están arraigadas de forma pétrea», reflexiona.
Homenaje a las Kellys
Como un padre, quiere a todas sus obras, pero reconoce que hay una algo más especial. Sobre una gigante moneda de un euro posa una bata con una etiqueta con la leyenda «Kelly ibuprofeno» y el precio de 2,50 euros. Es un homenaje a las camareras de piso de hoteles, que han de recurrir a antiinflamatorios para aguantar el dolor por un trabajo muy mal pagado. «Tengo mucho apego a las Kellys, mi madre fue limpiadora del Concello de Arteixo muchos años».