Cuando en Sabón se construían furgonetas «inoxidables»
A Coruña
Damián Tuset presenta el día 23 su libro sobre la marca Imesa, que duró 10 años en una nave de Arteixo
17 Nov 2024. Actualizado a las 05:00 h.
«Las únicas furgonetas del mercado que no se oxidan». Era uno de los anuncios que inundó la prensa durante varios años desde mediados de los 80. Los vehículos en cuestión no se fabricaban en grandes factorías de marcas populares. Estas furgonetas se construían casi de manera artesanal por un equipo de 40 empleados en una nave del polígono de Sabón, en Arteixo, junto a la actual Leyma. Eran las Imesa, furgonetas que no se oxidaban porque su carrocería era de fibra de vidrio con chasis tubular.
Damián Tuset, un vecino de Arteixo muy aficionado a la automoción, acaba de concluir un ejercicio de nostalgia sobre esta empresa en forma de libro con un título que hace un guiño a aquellos anuncios. El día 23 se presentará Imesa, una historia inoxidable en el Museo de Automoción e Historia (Mahi), en Arteixo. El proyecto surgió de su afición a restaurar viejas máquinas. «Recuperaba coches y motos, y la última fue la restauración de una Imesa. Lo que me llevó a escribir este libro es que me fastidiaba que una marca de mi pueblo pueda quedar en el olvido, y lo que se escribe queda para siempre», explica Tuset.
Los primeros prototipos de Imesa, que permitían un servicio laboral y de transporte por su perfil de furgoneta, se presentaron en el salón de Barcelona y en Marineda Motor en A Coruña. A partir de ahí, salieron al mercado. Ya se ha mencionado su fabricación artesanal, por lo que no se puede hablar de una gran producción: «Hacían un modelo y medio al día, así que de la fábrica de Sabón salían unos 25 vehículos al mes. Todo era tan rudimentario que para pasar de una sección a otra de la fábrica los trabajadores transportaban los vehículos en carros». Las furgonetas tuvieron varias etapas en función de la compañía que les surtiera. De hecho, hay un falso mito de que eran vehículos Seat, pero lo que esta compañía proporcionaba era el motor del modelo Ronda Diesel 1.007, así como frenos, suspensiones o salpicaderos.
Era una fabricación artesanal, hacían 25 furgonetas al mes
Tres fueron los socios fundadores de esta aventura gallega: Constante Alonso y los hermanos Juan y Nicasio Catoira, estos últimos ya fallecidos. Se conocieron en Montevideo a través de diversos proyectos, que incluso extendieron a Ecuador.
En 1981 Constante llegó a Galicia para ayudar a desarrollar la pick up. «Yo mismo me encargué de acordar el precio de los suministros con Seat, pero poco después, Volkswagen compró esta compañía, se deshizo de todas las carroceras menos la nuestra, pero nos duplicaron el precio de los kits y eso nos asfixió», recuerda Constante Alonso. Poco después vendieron la empresa de Sabón al concesionario Citroën de A Coruña de los hermanos Carballido, que impusieron su marca a las furgonetas e Imesa se diluyó como producto propio.
Constante ha firmado el prólogo de este emotivo libro vintage, de orgullo para un pueblo como Arteixo. «Es para mí un placer que Damián escribiera un trocito de mi carrera y que mi familia pueda tener este recuerdo de mí. Es además un tributo a Arteixo por ser el epicentro de Imesa», señala en el inicio del libro.
El Vipo no pudo circular
«Pero después de las furgonetas hay otra historia», señala Tuset. «Constante se asoció con el empresario (y exalcalde de Cambre) Manuel Rivas para fabricar el Vipo, los primeros coches sin carné en España, también de fibra de vidrio. «Veraneaban en Francia y allí descubrieron estos vehículos que quisieron replicar aquí. Llegaron a construir 24 prototipos para las pruebas de homologación del Ministerio de Industria, pero al final la DGT se negó a admitirlos porque decían que colisionaba con la legislación del momento», narra Tuset. Los Vipo fueron los adelantados a su tiempo que nunca vieron la luz. Cuatro años después, con la ley a favor, comenzaron a desembarcar en España los primeros coches sin carné de marcas extranjeras. «De los 24 vipos, 22 se exportaron a Uruguay y otros dos acabaron en la finca privada de un empresario de Valladolid».