La Voz de Galicia

Carolina Rodríguez Canosa: «Tres días antes de mudarme a Madrid gané la plaza de oboe para la Sinfónica»

Cambre

loreto silvoso a coruña / la voz

Para la intérprete de Cambre entrar en la orquesta es «un sueño cumplido»

24 Dec 2023. Actualizado a las 05:00 h.

«Es un sueño cumplido», proclama Carolina Rodríguez Canosa (Cambre, 1993) nada más iniciar la conversación con La Voz de Galicia. En septiembre del 2023 ganó la audición para la plaza de asistente de oboe solista de la Orquesta de la Comunidad de Madrid y, solo dos meses después, el pasado noviembre, se hizo con la de oboe coprincipal en la Sinfónica de Galicia (OSG). No tuvo dudas a la hora de elegir.

—¡Enhorabuena! ¿Cómo se siente?

—Pues es un sueño cumplido, un sueño que nació cuando tuve la oportunidad de formar parte de la Orquesta Joven de la Sinfónica de Galicia, lo que lo hace todo más especial, si cabe. Y por eso es tan importante que las personas que tienen la oportunidad y los medios para apoyar este tipo de proyectos lo hagan.

—Toca poner en valor la Orquesta Sinfónica de Galicia.

—La Sinfónica de Galicia es mucho más que una orquesta de la que disfrutar escuchándola en sus conciertos. Aparte de su gran labor cultural (que es reconocida dentro y fuera de España), tiene también una labor social y educativa. Y es gracias a esto por lo que yo pude descubrir lo que más feliz me hace. Ojalá las futuras generaciones puedan tener las mismas oportunidades que yo he tenido, y poner también mi granito de arena para ayudar en lo que pueda.

—Las dos oportunidades de su vida le llegaron a la vez.

—Sí, tres días antes de mudarme a Madrid, gané la plaza para la Sinfónica. Pero ya tenía el piso alquilado, ¡porque no contaba con que iba a ganar una segunda plaza en solo dos meses!

—¿Qué cualidades hay que tener para ser una buena oboísta?

—En mi opinión, lo más importante es común para cualquier buen músico. Se trata de conseguir que, sea mucho o poco tiempo el que toque, cada nota cumpla una función, que llegue su mensaje al oyente y lo afecte de algún modo. Da igual si entiende o no de música. En los músicos de orquesta, a ese reto se le suma el conseguirlo respetando la partitura que tenemos delante.

—Es el instrumento que se toma como referencia de afinación antes de los conciertos.

—Sí, da a la orquesta la nota para afinar. Es el que toca la primera nota del concierto.

—¿Cómo vive ese momento?

—En realidad, con la plaza que he ganado, esa responsabilidad no va a caer en mí [ríe].

—¿Por qué eligió el oboe?

—Como la mayoría de los oboístas, fue un poco por casualidad. Una amiga de mi tía daba clases en la escuela Sementeira, de Cambre, me dio unas clases y vio que podía tener aptitudes. La música me llamó la atención desde pequeña y lo único que tenía claro es que quería tocar algún instrumento de viento.

—¿Qué le atraía de esa familia?

—Tenía amigos que tocaban instrumentos de cuerda y no me gustaba cómo sonaban al principio. Me aconsejaron que escogiera el oboe o el fagot, porque había poca gente que los tocaba. Como el fagot era más grande, opté por el oboe, que me parecía más manejable. Probé y me gustó.

—¿A qué edad empezó?

—A los siete años. Vivía cerca del local donde tocaba la banda y así empezó un poco todo.

—¿Lleva la música en sus genes?

—En mi familia no hay ningún músico clásico, pero a mi abuelo siempre le gustó y mi tía tocaba la gaita. Ahí me entró el gusanillo de la música.

Oboísta de Cambre: Carolina Rodríguez Canosa desarrolló sus primeras experiencias orquestales en España, Alemania, Suiza, Japón, Francia, Italia, Uruguay y Honduras, en orquestas juveniles. Ya como profesional, ha colaborado con la Chamber Orchestre of Europe, la Folkwang Kammerorchester Essen o la Real Filharmonía de Galicia.

«Nunca olvidaré la energía de mi último concierto en Austria este verano»

«Cada vez que sale una plaza en España, somos muchos los que queremos volver». La oboe Carolina Rodríguez lo ha conseguido.

—¿Qué actuación recuerda con más cariño?

—Si me lo pregunta en días diferentes, probablemente le diría una cada vez [ríe]. La primera que se me viene a la cabeza es el último concierto que pude tocar en Austria este verano, con la Chamber Orchestra of Europe.

—¿Por qué?

—Porque hubo una energía durante todo el concierto que nunca podré olvidar. Quizás mañana te diría el primer concierto de la OSG con Roberto González-Monjas, después de haber salido la noticia que confirmaba que sería él el nuevo director titular de la orquesta. Se sentía durante todo el concierto que era el principio de algo muy especial.

—¿Le gusta escucharse?

—Pregunta difícil. En la pandemia tuve que reconciliarme con eso. Tenía que mandar vídeos al no poder tener clases presenciales, pero en realidad, no me gusta. Solo he conseguido que me guste cuando estoy tocando en una orquesta. Yo sola, no, porque soy demasiado perfeccionista y me centro en las cosas que me gustaría mejorar. No soy de las que después escuchan sus grabaciones, la verdad.

—¿Cuánto tiempo le lleva preparar un concierto?

—Depende del concierto. Lo bueno de esta profesión es que cada semana es un mundo; con un programa, un director y una plantilla diferente. Hay semanas en las que el programa para un instrumento va a requerir menos y otros van a tener que poner más de su parte.

—¿Cuántas horas le echa al día?

—Las que tenga disponibles. No es tan importante la cantidad, sino lo bien que inviertes ese ratito que estás estudiando.


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