Elba, ¿la primera pastora gallega?
Sobrado
14 Apr 2022. Actualizado a las 05:00 h.
Cuando mi amiga Mónica tenía 10 años iba sola con las vacas a la Cova da Serpe, cerca de Sobrado dos Monxes. Desde esa época mantiene una gran admiración por los perros. Cuenta, sin muchos aspavientos, que, más de una vez, la salvaron a ella y a su ganado de un ataque de los lobos. Quien vea por primera vez su figura menuda podría dudar de su historia, pero cualquiera que haya nacido en una aldea gallega puede referir relatos parecidos de mujeres capaces de portar pesadas lecheras sobre sus cabezas, arar campos, sachar patacas, trenzar redes, mariscar almejas y enfrentarse solas a penurias salvajes y domésticas.
El vestigio humano más antiguo de Galicia se corresponde con una mujer de la época mesolítica, un período interglaciar entre el paleolítico y el neolítico. La paleontóloga gallega Aurora Grandal D'Anglade, en una entrevista del periodista Francisco Albo, de La Voz de Galicia, estimaba que las reses salvajes y la mujer fueron a parar al interior de la gruta al desplomarse el terreno, mientras la homínida hacía algo parecido al pastoreo; término que discute, categóricamente, Manuel Rojo, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Valladolid, alegando que, por el tamaño de uno de los uros y la menudez de la homínida, el pastoreo no es un suceso probable, además de que, según el estudioso, eso ocurrirá 4.000 años después.
La historia de Elba, la que viene de las montañas, se cuenta en el Museo Xeolóxico de Quiroga (Lugo). La investigación tiene madres y padre, Aurora Grandal y el geólogo Juan Ramón Vidal Romaní. En 1889, en Birka (Suecia) se descubrió una tumba del siglo X con unos huesos junto a los accesorios de un guerrero vikingo de élite, espadas, puntas de flecha y dos caballos. Reflejaba, según los antropólogos, el ideal de vida del líder vikingo, hasta que en 2017 los análisis de ADN confirmaron lo que ya decía la pelvis: el gran guerrero era una mujer. Todavía en el 2014 se pensaba que los huesos de la Cova do Uro pertenecían a un hombre. También fue un análisis genético el que confirmó que el esqueleto no era masculino. La ciencia no debería estar impregnada de androcentrismo, pero hay muchos más casos seguro, porque en los museos se supone que el 87 % de los huesos pertenecen a hombres, lo que no se corresponde con la distribución de sexos real de esas poblaciones.
La ciencia debe dudar de todo, en principio, y confirmar las hipótesis con evidencias. La cultura lo impregna todo y parece alejar a los prehistoriadores de la neutralidad. Lo que está claro es que el catedrático vallisoletano no ha vivido en una aldea gallega. De hacerlo, no le costaría imaginar a Elba pastoreando toros bravos.