La Voz de Galicia

Daniel Reboredo: «Antes el debate era entre la Heladería Colón y La Italiana, y ahora es la Colón contra el resto del mundo»

A Coruña ciudad

Pablo Portabales A Coruña
Daniel Reboredo, propietario de la Heladería Colón.

El propietario da por hecho que durante los próximos tres meses, temporada alta, se queda «sin vida»

19 Jun 2023. Actualizado a las 09:53 h.

En el San Xoán de hace tres años cambiaron de ubicación. «No nos fuimos muy lejos, pero siempre te genera incertidumbre. Afortunadamente, sigo en los mismos números, pero tanto el cliente como nosotros estamos más cómodos. Y el obrador, que es lo que me gusta, lo hice a medida. El otro era minúsculo», destaca Daniel Reboredo Rodríguez, propietario de la mítica heladería Colón que fundó su padre, Leonardo. En su día dejaron el bajo de enfrente del Colón y se fueron al callejón de la Estacada. «Aproveché los espejos y las fotos del viejo local que hizo Vari Caramés, amigo y cliente, pero el cartel lo tengo guardado. Me lo pidió mucha gente. Algún día haré algo con él», afirma. Durante años hubo un gran debate en la ciudad. Como sucede en lo futbolístico con el Sevilla y el Betis. «Antes era Colón o la Italiana y, desde que mis colegas cerraron, ahora es la Colón contra el resto del mundo. No sé cuántas heladerías hay en la zona, pero muchas. Pero lo que marca la diferencia es que lo elaboramos todos los días. No lo hacemos una mañana para el resto de la semana. La filosofía que me inculcó mi padre es hacer las cosas bien. En la frutería pido las mejores fresas y, si salen muy caras, no se hace ese helado, pero no bajo la calidad. Siempre me dicen que por qué no abro más locales, pero no entiendo cómo podríamos ser heladería artesana con 12 puntos de venta. Seríamos una pequeña fábrica de helados», reflexiona.

 Antas de Ulla

Charlamos en el café Cantante, de la Marina. Me habla mucho de helados, pero también de Antas de Ulla. «Yo nací en A Coruña, estudié en el Agra do Orzán y llevo viviendo toda mi vida aquí, pero me siento de Antas de Ulla, de donde procede mi madre. Mi padre es de Teo. En cuanto puedo, me escapo para allí, donde tengo la casa familiar y conservo amigos», confiesa Dani, de 47 años y una hija de 21. Le gusta trabajar en la finca, pasar un buen rato con los colegas y jugar al billar, de hecho está haciendo una obra para disponer de una mesa en casa. Su padre, que tiene 84 años y todavía lo acompaña a la feria más importante de helados que hay en Italia, era el encargado de La Ibense hasta que en 1988 abrió la Colón. «A mí siempre me gustó más el obrador que la tienda y desde pequeñito eché una mano. Estudié en Lugo Ingeniería Forestal, pero no acabé. Con 21 o 22 años empecé a trabajar en serio en la heladería», relata.

 El chocolate y las tarrinas

Sabe que las horas en la playa y su trabajo son incompatibles. «Lo viví con mis padres. Si tienes heladería tienes que buscar el sol en Canarias en otoño. En cuanto estos días acaben los colegios, empieza la temporada fuerte. En los próximos tres meses ya sé que me quedo sin vida. Vivo los lunes, que cerramos, aunque antiguamente se abría todos los días», destaca. No se le ocurre comprar un Maxibon, pero «si veo un sitio interesante con una apuesta artesanal, me gusta probar. Mi favorito es el de nata y crema tostada en cucurucho. Es curioso, hace 20 año nadie lo pedía en tarrina y ahora casi estamos al 50 %. Creo que es porque la gente no quiere tomar tanto azúcar. Nosotros tenemos helados sin azúcar, pero yo prefiero comer uno pequeño normal que uno grande sin ella. Al chocolate no lo desbanca nadie. Sigue siendo el sabor más pedido, seguido del mantecado y el de limón los días de calor. Si llueve, se vende muchísimo menos. Hay diferencias incluso del 500 %», asegura. Gracias a heladerías como la suya, A Coruña va por delante de otras capitales. «Ahora es tendencia en todas las ciudades llevarse el helado para casa, pero aquí desde siempre reforzamos la plantilla el sábado y el domingo por la mañana para atender la demanda de helados para llevar. Somos una ciudad con una gran tradición heladera. No necesitamos 30 grados de temperatura para tomar uno», sentencia desde la milla de oro de los mejores helados.


Comentar