La Voz de Galicia

El Seijal, la calle Real y Pachá: aquí nacía el amor en A Coruña antes de la era Tinder

Vivir A Coruña

Laura G. del Valle

Cada generación vivió su propio «First Dates» en diferentes puntos de la ciudad

17 Mar 2024. Actualizado a las 05:00 h.

La plataforma HBO estrenó en el 2019 Foodie Love, la serie de Isabel Coixet que mezclaba comida, sexo, alcohol y redes sociales. Los capítulos eran una delicia para los sentidos, en el caso de que uno pudiese sacar el foco de esas relaciones conscientemente autodestructivas en las que se enredan tantos millennials, Tinder mediante. Antes, mucho antes de que en los bares de la plaza de la Urbana se jugase a adivinar qué mesa está de primera cita, las zonas calientes para encontrar novio eran guateques que los adolescentes solo conocen de oídas.

Muchas de las familias que ahora peinan A Coruña existen gracias a que El Seijal fue el First Dates de los sesenta y setenta en el entorno herculino. Esta sala de fiestas de la N-VI juntó a tantas parejas que la familia Lafuente es incapaz de aproximarse a una cifra de todas las que conoce y conoció. Pero sí recuerdan cómo era una época donde las mujeres se dejaban conquistar, no bebían alcohol y el toque de queda era a las once de la noche. «Los jóvenes venían en bus los domingos a media tarde, que era el día grande, y solían tomar una especie de espumoso, bailaban canciones de la orquesta que tocase ese día, sobre todo pasodobles, y los chicos hablaban con las chicas; pero antes de la madrugada todo el mundo estaba en casa», comenta el entorno de una familia que fue la reina de la fiesta durante años.

Los hijos de quienes se dieron sus primeros arrumacos en El Seijal tuvieron en la calle Real su centro de operaciones. Por poco estimulante que resulte hoy en día, eso de dar paseos arriba y abajo era la manera de ver y dejarse ver, y ponerle ojitos a esas pandillas que luego, si todo iba bien, podrías volver a ver en el cine Avenida o en La Barra. Los que ya habían llegado a una edad se lanzaban al Orzán como alma que hoy lleva el diablo a la Pelícano. Y lo que pasaba en Garibaldi se quedaba en Garibaldi. Grandes secretos guardaron también C'assely, El Patio o Pachá, sala de renombre situada en As Xubias que los puso a ellos a vestir castellanos y a ellas a practicar el arte del recato.

Colas en la inauguración de la discoteca Pachá en As Xubias el 4 de diciembre de 1987.

A principios de los ochenta, otras zonas de la ciudad se convirtieron en puntos de peregrinación para Cupido, concretamente aquellas que frecuentaban los militares destinados en A Coruña, siempre dispuestos a darles conversación —y lo que surja— a las chicas solteras. Javier Jiménez era uno de aquellos hombrecitos que los sábados salía a pasárselo bien en la discoteca Xornes, un templo del divertimento para militares donde conoció a la que hoy en día es su mujer: Guillermina.

Este sevillano ya prejubilado recuerda con nostalgia ese primer encuentro casual. «Venía del cine, de ver una película de Pasolini que no me había gustado nada. Así que mi amigo me dijo que fuéramos a tomar algo para animarnos. Fuimos a la discoteca y vi a Guillermina. Le pregunté como excusa si sabía a qué hora cerraba el local, por entablar conversación. Y así empezó todo». Pero no fue tan sencillo. En tiempos donde el WhatsApp ni estaba ni se le esperaba, la comunicación podía diluirse de la manera más tonta. «Lamentablemente nos perdimos la pista, pero teníamos en común al cartero del cuartel, que pudo ponernos en contacto de nuevo», relata desde Sevilla muy contento tras enterarse de que Chaston, su otra discoteca de cabecera, estaba abierta de nuevo tantos años después.

Varios chavales, en el 2000, delante del local que durante años tuvo McDonald's en la calle RealEDUARDO

El Playa, Pirámide, El Bosque, Baroke, LP45, Chevalier y Oh Coruña catalizaron muchos de los amores nocturnos de los noventa entre quienes ya tenían edad para pedirse un roncola. Los más jóvenes, por su parte, se hinchaban a carbohidratos en el McDonald's de la calle Real, o se iban de compras por el centro comercial, puntuando alto en este caso Cuatro Caminos y Los Rosales: porque la fiebre consumista te sirve para un roto y un descosido. Más planes llegados del otro lado del charco se colaban en las citas de finales del siglo XX, como ir a la bolera o a unos recreativos futuristas que ahora apestan a vintage a muchos de esos chicos que desarrollan parte de su vida, también la sentimental, a través de una pantalla.


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