Así han cambiado los filtros para entrar en las discotecas de A Coruña: «En una época nos llegaron a dejar pistolas y navajas en el ropero»
Vivir A Coruña
Dos porteros de salas de fiestas explican qué hay de aleatorio y qué no cuando utilizan el derecho de admisión. Las zapatillas de deporte ya son bienvenidas, pero ni se te ocurra salir esta noche en chanclas
20 Apr 2024. Actualizado a las 09:57 h.
«Antes había mucho más clasismo, ahora por suerte las discotecas no se lo pueden permitir porque tienen que facturar. Y mientras en otros tiempos los dueños nos decían que solo dejáramos entrar a gente vip, ahora prácticamente todo el mundo tiene garantizada la entrada». Higinio, histórico portero de discoteca de A Coruña con 37 años de trabajo a sus espaldas, reconoce que es el «abuelete» de esta estereotipada troupe. Por eso acumula batallitas relacionadas con los requisitos que se pedían y se piden en las salas de fiestas de la ciudad, que han ido cambiando también conforme a las modas, y aunque en algunos casos antes la noche era más estricta en cuanto a vestimenta, en otras cuestiones la manga ancha del pasado sorprende en el presente.
Tras una dilatada trayectoria permitiendo e impidiendo el paso a las discotecas a quienes alargan la madrugada, indica que en A Coruña no hubo una discoteca que pusiera más filtros que Pachá. Este local de As Xubias, que vivió su etapa de esplendor entre 1987 y 1993, dejaba fuera a aquellos que no formasen parte de ese grupo de «gente guapa» que, desde luego, no llevarían zapatillas, calcetines blancos ni chándal. Prendas, casualidad o no, que en el 2024 están en plena tendencia y que incluso se cuelan en las discotecas de la mano de los mejores looks. «A principios de los noventa sería impensable ver a chicas con zapatillas y vestido, mucho menos para ir a bailar; y ahora es de lo más habitual. Los filtros en ocasiones van de la mano de las modas, pero con el chándal aunque esté de moda ahora se permite en salas si hay algún concepto de rap o de trap, pero no en una discoteca grande», comenta Jenaro, un portero de discoteca que ahora trabaja en A Coruña y que ha estado en las mejores salas de toda Galicia.
El derecho de admisión limita tanto el acceso como la permanencia de personas en un establecimiento público. Pero debe respetar el artículo 14 de la Constitución; es decir, no puede discriminar a ningún ciudadano por cuestiones de raza, religión opinión o razones personales. En cualquier caso, Higinio indica que los porteros tienen el ojo entrenado y, muchas veces, ya conocen a esos perfiles conflictivos que pueden generar algún altercado en la discoteca. Por eso, «a veces buscamos alguna excusa en la vestimenta que nos permita impedirles el acceso».
Higinio ha sido testigo de situaciones tan esperpénticas que, pese a que revela que en toda su vida laboral solo habrá tenido unos «diez o quince conflictos», vivió una época en la que en una discoteca local «nos llegaban a dejar pistolas y navajas en el ropero, y se las devolvíamos a sus dueños al salir». Ahora, según sus cálculos «cada noche se queda fuera el 10 % de la gente que quiere entrar en una discoteca», y muchas veces, como añade Jenaro, es por razones de seguridad. «Cuando no dejamos pasar a gente con chanclas, por ejemplo, no es por capricho, sino porque estas que son tipo hawaianas tienen la suela muy blanda y si hay cristales en el suelo es posible que el cliente se los clave». «Después están esos que ves que llegan en estado de embriaguez o con la camisa rota tras una pelea, pues tampoco pueden pasar para evitar incidentes», continúa diciendo este trabajador.
Higinio aprovecha la conversación para reivindicar su gremio. Educadísimo —igual que Jenaro—, explica que un buen portero de discoteca tiene que tener talante, ser respetuoso y desde luego no intentar medirse con el cliente. «No concibo eso de no dejar pasar a alguien y darle un golpecito en el pecho, aunque es cierto que tenemos que tener mucha paciencia, sobre todo con la gente borracha, que te piden explicaciones durante dos horas sin atender a razones», concluye.