La hostelería de A Coruña eleva el tono frente al «no show»: «Ni acepto reservas, ni tenemos teléfono»
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El verano tiene su cara y su cruz para los restaurantes herculinos. Los plantones de los clientes se elevan durante la temporada estival, obligando a muchos locales a tomar medidas que permanecerán en el tiempo
25 Aug 2024. Actualizado a las 05:00 h.
Miguel Vázquez dio un golpe en una de las mesas de Atípico, situado en la céntrica calle Oliva, y cambió el sistema de funcionamiento de su restaurante. Acababa de pasar el verano del 2023, terrible para muchos locales a causa de los ahora conocidos como no show —personas que reservan y no aparecen—, y tomó la decisión de pedirle el número de tarjeta a los clientes para asegurarse que Atípico podía seguir en pie. «A estas alturas, el año pasado no me aparecía el 70 % de la gente que había reservado. De treinta mesas que tengo, algunos días solo ocupaba tres porque la mayoría de comensales o no venía o cancelaba en el último momento, y no puede ser». Esta práctica se ha vuelto tan habitual que cada vez son más los hosteleros que se las ingenian para evitar que los clientes les hagan ghosting.
Vázquez, por ejemplo, pide el número de tarjeta de la persona que llama. En el caso de que los comensales no cancelen con un mínimo de 8 horas sobre el momento de la reserva, se le cobrarán 15 euros. El sistema le funciona. De hecho, desde que Atípico opera de esta manera no ha habido ningún no show. Con todo, este cocinero reconoce que le costó dar el paso «por miedo a que a la gente le genere rechazo». Cuenta que, por el momento, se cuentan con los dedos de una mano los restaurantes que siguen este modelo, pero cree que irán aumentando conforme pase el tiempo.
En Terreo, templo de los arroces para infinidad de herculinos, cobran 25 euros por adelantado. «Es lo que nos costaría, más o menos, la pérdida de una plaza», cuenta Quique Vázquez, uno de los propietarios de este local de San Andrés. A pesar de que no han sufrido grandes dramas vinculados a las reservas, sí les va mejor ahora, y desde que piden fianza «solo han fallado cuatro reservas, y dos de ellas estaban justificadas», remata.
Gerardo Quintela va un paso más allá con el local que lleva su apellido. Situado en la calle Alameda, cuando abrió este concurrido bar de tapas tomó una decisión: ni aceptar reservas ni tener teléfono, para así evitar recibir constantes llamadas de clientes solicitando mesa. Este hostelero aprendió la lección tras ver cómo en el restaurante que tenía en la Ciudad Vieja sufría constantes no shows. «Me pasaba frecuentemente, y como el local no estaba céntrico era imposible remontar esas mesas; este tema es una lacra que mata a muchos locales», indica. Y añade: «A nosotros nos funciona trabajar sin reservas porque estamos bien situados y hay mucho tráfico de gente, pero además la gente, con nosotros, se acostumbró a este funcionamiento».
Hay factores que favorecen que un restaurante tenga que lamentar más a menudo la desidia de esos clientes que no llaman para cancelar su reserva. Por ejemplo, tener terraza. Dependientes absolutos del tiempo, en A Coruña muchas mesas de exterior quedan vacías en el último momento porque ya no luce el sol o empieza a caer un chaparrón. Los locales pequeñitos sin mesas exteriores tienen en este caso una posición privilegiada, como explica Alberto Estévez, del restaurante Golosía. «Hasta ahora apenas hemos tenido problemas, probablemente porque solo trabajamos en interior y con mesas de pocos comensales; de hecho, la gente se esfuerza e incluso nos llama agobiada diciendo que están aparcando o que llegan tarde por algún motivo», y añade: «Cada local tiene sus propios conflictos, a nosotros nos preocupa más la inseguridad de la zona [el local está en la calle Orzán] que los no show».