Fallece Antonio Pereira, uno de los maestros del cuento en castellano
Cultura
26 Apr 2009. Actualizado a las 02:00 h.
La literatura en lengua española, y por tanto esa cultura que hermana a través del mar a Europa y América, perdió ayer a Antonio Pereira. A uno de sus más grandes narradores de siempre. A quien quizás (ya lo dirá la historia, que al fin al cabo es quien por lo general tiene la última palabra) ha llevado el cuento en lengua castellana a donde había estado muy pocas veces. Aunque se inició en las letras dentro de la poesía y es autor de dos novelas, la obra literaria de Pereira se ha centrado en el relato breve, que abrió en 1966 con la publicación de Una ventana a la carretera , con el que obtuvo el Premio Leopoldo Alas. Posteriormente fue galardonado con el Premio Fastenrath de la Real Academia Española en 1988 y en 1999 con el Castilla y León de las Letras.
Era un escritor excepcional, capaz de hacer de toda ficción una nueva forma de la verdad, dotada de existencia propia más allá de las leyes de la física y de los acontecimientos que pintan la realidad de gris tantas veces. Pero no solo era un narrador, sino también, en el verdadero y más puro sentido de la palabra, un poeta. Aunque, por encima de cualquier otra cosa, nadie lo olvide, era un ser humano de una bondad incomparable, de una generosidad extrema.
Falleció en su casa de León, mientras Úrsula, su esposa, estaba, como siempre, a su lado. «No me gusta pensar en la muerte -decía él-. Y si alguna vez tengo que pensar en ella, envidio a la lengua de Galicia, que al momento de morir lo llama, con hermosura, o pasamento ». Residía una parte del año en la capital leonesa y otra parte en Madrid; pero uno tiende a creer que estuviese donde estuviese, cada vez que se asomaba a la ventana, Pereira veía, además de su infancia, los paisajes en los que nació y creció y que le llenaron de luz los ojos por dentro: esas tierras del Bierzo en las que «el aire y las palabras de Galicia» las sentía tan cerca. Autor de poemarios como Del monte y los caminos (1966), en su narrativa destacan títulos como Las ciudades del poniente , que en 1993 le valió el Premio Torrente Ballester.
En el 2007, publicó uno de sus más hermosos libros, La divisa en la torre . Un conjunto de relatos al que da título la inscripción que reza en el pazo de Fefiñáns: Osar morir da la vida . «Cuando yo era ya un hombre desengañado y casi desahuciado -confesaba-, ese lema me dio fuerzas para seguir viviendo...». Desde ayer, Antonio Pereira habita la eternidad. La inmortalidad, naturalmente.