La Voz de Galicia

Copenhague despide a la Sirenita en su largo viaje hacia Expo Shanghái

Cultura

Efe

La popular estatua abandonó el puerto de Langelinie para ser trasladada a China donde permanecerá seis meses en el pabellón danés.

25 Mar 2010. Actualizado a las 23:42 h.

Cientos de daneses se acercaron a decirle adiós a la Sirenita, la popular estatua que abandonó este jueves el puerto de Langelinie (Copenhague) para ser trasladada a la Expo 2010 de Shanghái (China), donde durante seis meses será la estrella del pabellón de Dinamarca.

Después de una cuenta atrás coreada por autoridades y público, una grúa elevó la escultura hasta un camión desde su privilegiada plaza junto al mar, por donde desde hace casi un siglo han pasado millones de personas para ver esta figura inspirada en el cuento de Hans Christian Andersen y que se ha convertido en el símbolo más reconocible de Copenhague.

La pequeña estatua de bronce, de 165 centímetros de altura y 175 kilos y que tantos barcos ha visto entrar y salir del puerto con su mirada melancólica, parte por primera vez de Dinamarca para emprender un viaje en avión hasta Shanghái y no regresar a su puesto de vigía hasta finales del mes de noviembre.

En la Expo la estatua ocupará también un lugar privilegiado en el centro del pabellón danés, en una piscina de agua marina trasladada desde su país de origen.

En su ausencia, su lugar lo ocupará una videoinstalación del prestigioso artista chino Ai Weiwei, conocido por el estadio «Nido de pájaro» de Pekín, que mostrará imágenes en vivo de La Sirenita desde Shanghái y de su viaje hasta la ciudad china.

Para despedir a su más ilustre símbolo, las autoridades locales prepararon un programa sencillo que reflejó la idea de intercambio cultural entre Dinamarca y China e incluyó discursos de representantes de ambos países, un espectáculo de danza de una sirena y un dragón y actuaciones de coros infantiles de las dos partes.

La sencillez de la ceremonia y la modesta presencia de público reflejan muy bien la curiosa relación de los habitantes de Copenhague con su imagen turística de cara al mundo exterior, más cercana a la indiferencia que a la admiración, aunque sin despreciar su valor simbólico y propagandístico.

Creada en 1913 por el escultor Edvard Eriksen al aceptar un encargo del fundador de la cervecera Carlsberg, prendado a su vez por un ballet sobre el personaje de Andersen, la Sirenita ha tenido una existencia azarosa, a pesar del millón de visitas que se calcula recibe anualmente.

Ha aparecido encadenada, ha sido decapitada tres veces, tirada al agua otra, le han arrancado un brazo, la han pintado de rojo y de rosa y la han puesto desde banderas de la selección de fútbol hasta velos y una túnica del Ku Klux Klan.

De ser objeto principal de la ira feminista en las décadas anteriores ha pasado a ser usada para todo tipo de reivindicaciones políticas, desde las de movimientos okupas a las de grupos xenófobos, generando una repercusión que en muchos casos ha traspasado las fronteras nacionales.

La Sirenita no ha sido tampoco ajena a la polarización creciente que vive Dinamarca desde que en 2001 ascendió al poder una coalición de liberales y conservadores, que con el apoyo de la ultraderecha ha llevado adelante una de las políticas de inmigración más restrictivas de Europa y con tintes antimusulmanes.

En medio del debate sobre la incorporación a la Unión Europea de Turquía, apareció cubierta con un burka y la inscripción «¿Turquía en la UE?», y hace tres años amaneció con túnica y velo, más tarde con la sábana blanca del Ku Klux Klan, en medio del enconado debate sobre la prohibición del uso del velo en la administración pública.

Hasta le han colocado una sirena expresionista a unos cientos de metros para hacerle la competencia.

Pero La Sirenita, cuyo traslado también provocó discusiones de todo tipo entre los políticos, parece inmune a todos los contratiempos y polémicas y, a punto de cumplir un siglo, inicia ahora un viaje que le dará aún mayor fama.


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