Los Oscar se infantilizan
Cultura
01 Mar 2011. Actualizado a las 06:00 h.
El propósito de acercarse a nuevas audiencia, buscando la complicidad de los jóvenes con una gala más ágil, se saldó con un sonoro fracaso. Como en gran parte de sus películas, Hollywood volvió a asimilar lo ligero a lo plúmbeo, el humor sin estridencias a la insulsa corrección política. Sí, se consiguió que todo fuese un pelín más rápido, pero a costa de sacrificar el espectáculo, el ingenio, la inteligencia por unas dosis de infantilismo tontorrón. El resumen del despropósito, más allá de la imposible combinación de presentadores, con un James Franco incapaz de colocar un chiste mínimamente gracioso y una Anne Hathaway que con sus febriles cambios de vestuario lo único que habrá logrado, si acaso, es volver a estimular el consumo, se puede concentrar en la brevísima comparecencia de Francis Ford Coppola. El autor de El padrino, receptor de uno de esos premios honoríficos que se entregan de tapadillo meses antes, apareció en la sala solo para recibir una gran ovación, pero ni se le dejó hablar. El auténtico discurso del monarca fue sacrificado, no ocurriese que la audiencia más joven confundiera al tipo pícnico de la barba cana con el hombre del saco.
No es que echemos en falta aquellas ardorosas soflamas de los Penn, Sarandon o Robbins en sus mejores días, pero entre eso y los agradecimientos de quienes en estos casos solo se acuerdan de la tía abuela Ethel, daba mucho más juego el lenguaje prerrevolucionario de los viejos activistas. Los mensajes comprometidos han quedado desterrados a los documentales, y así el que ganó en esta categoría se lamentó de que tres años después del estallido de la crisis ningún banquero se encuentre aún en la cárcel. Fue la única referencia política.
Ni siquiera permitieron que las canciones se escucharan completas, tan solo unos compases para no incordiar a quienes se han acostumbrado a picar de aquí y de allá sin prestar atención a nada que dure más de treinta segundos. Y que nos expliquen cuál era la gracia de hacer que Bardem entregara un premio disfrazado de camarero: ¿acaso se trató de un tirón de orejas a De Niro por su chanza en los Globos de Oro? Francamente, los Oscar han sido un tostonazo; rubricado además por el triunfo de un filme, El discurso del rey, tan correcto como olvidable.