Las letras y la bohemia pierden a Gonzalo Torrente Malvido

Fue un escritor admirado tanto por el gran Francisco Umbral, que no era proclive a regalar elogios, como por el más grande aún Gonzalo Torrente Ballester, al que tampoco lo cegaba en este caso, precisamente («A quien más dolor me causa», escribió en alguna dedicatoria), la pasión de padre. Pero era, sobre todo, una parte fundamental de la leyenda bohemia de la más profunda noche madrileña. Amigo inseparable, un hermano casi, de Camarón de la Isla, Gonzalo Torrente Malvido, que había nacido en Ferrol en el año 1935, falleció el lunes en Madrid, y ayer estaba prevista la incineración de sus restos en el cementerio de La Almudena. Sus cenizas reposarán en Galicia, según confirmó ayer su sobrino, el también escritor Marcos Giralt Torrente.

De existencia siempre convulsa, conoció las celdas de Carabanchel allá por los sesenta, cuando esa costumbre suya de vivir al límite le hizo perder pie, y un juez no estuvo de acuerdo con que se hiciese pasar por quien no era. Pero lo verdaderamente sustantivo de su paso por el mundo es algo muy distinto; y tiene que ver, sobre todo, con las letras. Su novela Hombres varados fue finalista del Premio Nadal en 1961. Más tarde publicó Doce cuentos ejemplares, demostrando que su maestría en el relato corto también rozaba la excelencia. Por su labor como guionista de El rey pasmado recibió un goya. Pero la noche lo atraía más que el papel y la pluma. La suerte que merecía, le faltó hasta la muerte.