John Boyne: «Ser diferente es fantástico»
Cultura
El autor de El niño con el pijama de rayas publica una divertida novela para el público juvenil, protagonizada por un chico de 8 años que es inmune a la ley de la gravedad y flota en el aire, una parábola en favor de la diversidad
24 Nov 2012. Actualizado a las 12:05 h.
Chaleco, corbata, vaqueros, deportivas, gafas de pasta, bigote y perilla. Así se presenta John Boyne a la entrevista. El autor de uno de los fenómenos literarios más espectaculares de los últimos tiempos, El niño con el pijama de rayas, es incapaz de ocultar su timidez. Un libro traducido a más de 40 idiomas, por el que ha obtenido numerosos premios y del que se han vendido cinco millones de ejemplares en todo el mundo. Ya cuarentón, publica El increíble caso de Barnaby Brocket, una novela para el público joven protagonizada por un niño de 8 años que flota en el aire.
-¿Cómo le surgió la idea de esta novela?
-Desde hacía tiempo quería escribir un libro para niños y jóvenes sobre la diferencia, lo que significa ser diferente. Pero tardé en desarrollar al protagonista porque cada vez que se me ocurría uno me parecía que la diferencia que tenía era muy normal y yo quería que fuera muy grande. Hasta que se me ocurrió la idea del niño que flota, que era bastante absurda pero servía como metáfora de lo diferente. En la infancia y en la adolescencia todos hacen lo posible por encajar, por no ser distintos. Y yo quería transmitir la idea contraria, que se acepte de buen grado el hecho de ser distinto, diferente a los otros o al grupo, porque eso te hace especial. El mensaje que he querido lanzar es que no solo no importa ser diferente, sino que es fantástico.
-¿Le sirvió como fuente de inspiración La vuelta al mundo en 80 días, de Julio Verne, uno de los libros que lee Barnaby?
-Sí. Me encanta esa novela y la historia de Barnaby, que flota alrededor del mundo, tiene mucho que ver con la de Phileas Fogg, dando la vuelta al mundo en globo. En cualquier caso, mi mayor fuente de inspiración han sido los libros clásicos de huérfanos, como David Copperfield o Nicholas Nickleby, de Dickens, que tratan de niños que están solos, tienen que enfrentarse al mundo y hacen todo lo posible por sobrevivir. Aunque Barnaby no es huérfano, sus padres lo abandonan por ser diferente. Este libro trata del abandono, Barnaby se ve obligado a crecer, a ser adulto de golpe y decidir dónde quiere vivir.
-Una vez más su autor favorito, Charles Dickens, está muy presente en su novela.
-Sí. Cuando tenía 12 años empecé a leerlo y me sentí muy bien al poder acabar esas novelas tan largas que parecían de entrada poco apetecibles. Soy un fanático de Dickens, un escritor fascinante, divertido y de aventuras. Visito muchos colegios y animo a los niños a que lo lean y no se sientan intimidados por el tamaño de sus novelas. Otra de mis grandes fuentes de inspiración ha sido Las normas de la casa de la sidra, de John Irving, a quien se puede considerar un Dickens moderno. Soy un lector obsesivo y por ello muchas influencias se cuelan en mis libros, aunque sea de forma inconsciente, pero cuando me centro en la narración me dejo llevar por la historia.
-¿Tienen esta novela y Barnaby algo de usted mismo, que también se sentía diferente en un colegio que se preocupaba más por los muchachos que eran buenos deportistas que por los que leían mucho?
-Fui a un colegio de Dublín con buena reputación, pero que se centraba mucho en los deportes y yo no estaba dotado ni interesado en ellos. Me sentí defraudado. Pero no creo que esto sea infrecuente. Todos somos diferentes, especialmente cuando somos niños. Yo también. Sentía que no encajaba en absoluto, no tenía amigos, era tímido, introvertido, muy callado, prefería quedarme en casa leyendo. Pero Barnaby no es así, es optimista, a pesar de todas las cosas malas que le pasan nunca pierde su sentido de la decencia ni su bondad ni su convicción de que todo se arreglará al final. Me gustaría ser tan optimista como Barnaby, pero no lo soy, es difícil serlo.
-¿Es más difícil escribir para jóvenes que para adultos?
-Para mí, no. Cuando no había escrito para lectores jóvenes pensaba que era demasiado difícil, que no iba a conseguirlo. Pero al comenzar a escribir me di cuenta de que todo lo que necesitaba era un protagonista que fuera joven. No hay que hablar a los niños como si fueran tontos, sino con el mismo lenguaje que a los adultos. Mis libros pueden ser leídos tanto por niños como por adultos. Escribo de temas serios, no de vampiros. He publicado tres libros juveniles que tratan de temas muy serios, el Holocausto, la muerte de la madre y el abandono. La única diferencia es que las novelas para adultos las escribo en primera persona y las que van dirigidas a los jóvenes, en tercera persona, lo que me permite mantener mayor distancia entre el narrador y el niño protagonista y también que el narrador y, con él el lector, sepan más que él.
«'El niño con el pijama de rayas' no es mi mejor novela, en absoluto, ni de lejos»
-¿Cree que en la sociedad existe un gran rechazo al diferente?
-Le voy a dar un ejemplo. En las elecciones de Estados Unidos se ha visto el miedo, en particular entre los republicanos, a aceptar a alguien que es diferente. Recuerdo que vi un debate de las primarias republicanas en el que hacían preguntas a los candidatos. Apareció un soldado que estaba en Irak al que todo el mundo aclamó al principio, pero cuando dijo que era un soldado americano gay lo abuchearon. Ninguno de los candidatos se levantó para defender a un soldado que estaba en Irak supuestamente para defender las libertades.
-Los padres de Barnaby están obsesionados por ser normales, pero esa capa de normalidad esconde una gran crueldad.
-Estoy muy influenciado por Roald Dahl, al que leí ávidamente de joven, y en sus novelas los niños son siempre absolutamente buenos y los adultos monstruos sin piedad. La obsesión de los padres de Barnaby por la normalidad es tan anormal que mi editor me sugirió que incluyera dos capítulos que se remontan a sus infancias para explicar sus motivaciones, por qué se habían convertido en monstruos. Y así lo hice. Pero no se redimen, porque al final de la novela se les brinda la oportunidad de entender lo que le han hecho a su hijo y no la aprovechan.
-En su novela aparecen dos lesbianas que viajan en globo y hacen lo que les da la gana. ¿Cree que esto molestará a algún tipo de lectores?
-Pienso que una persona que se acerque a un libro que trata de la diferencia y lo rechace porque aparecen dos personas distintas no es el tipo de lector que me interesa. Uno de mis editores cuestionó que aparecieran dos lesbianas en un libro para niños, pero esta novela trata de lo que significa ser diferente y ni siquiera se define de forma explícita su relación. A los que les parezca mal que no la lean. A mí me encantan esas dos septuagenarias extravagantes que llevan 40 años juntas, se quieren, tienen un gran sentido de la alegría y saben disfrutar. Además, el deber de la literatura es ser subversiva, mucho más si va dirigida a un público juvenil.
-¿Hay alguna relación entre el Bruno de «El niño con el pijama de rayas» y Barnaby?
-Los dos son amables, atentos, tienen buen corazón y creen en la amistad y la lealtad. La amistad y la lealtad, junto al optimismo, son características que se repiten en todos los protagonistas jóvenes de mis novelas.
-¿Le ha influido en su obra posterior el gran éxito de «El niño con el pijama de rayas»?
-Era mi quinta novela, si hubiera sido la primera quizá habría sido más difícil de encajar. El niño con el pijama de rayas no es mi mejor libro, en absoluto. Fue un gran regalo que me dio una audiencia internacional y me cambió la vida, pero no es mi mejor novela ni de lejos. Lo que hice fue seguir escribiendo como siempre lo había hecho. Cuando me planteo escribir un libro mi reto es contar una historia mejor y más interesante que la anterior.
-¿Cuál es su mejor libro?
-The Absolutist, que se publicará en España el año que viene. De mis tres libros infantiles, el mejor es El increíble caso de Barnaby Brocket, que está escrito en un tono ligero mezclado con mensajes serios. Es el tipo de libro para niños que más me gusta, más que El niño con el pijama de rayas. Es la clase de novelas con las que crecí leyendo y las que amo.
-¿Por qué gustan tanto a los jóvenes las novelas de vampiros?
-Son temas que van y vienen. Ahora están de moda las historias de vampiros con la saga Crepúsculo, pero realmente son historias de amor para adolescentes. También las distopías, como Los juegos del hambre, o en la ficción para adultos el porno con Las 50 sombras de Grey. Son temas pasajeros que dentro de un par de años desaparecerán. A mí me gustan las historias tradicionales, que siempre sobrevivirán. Me considero un novelista tradicional que cuenta historias. No soy ni quiero ser un novelista que mole, que marque tendencia.
-Usted dice que es un escritor de corazón en contraposición a un escritor intelectual.
-Hay escritores emocionales e intelectuales, igual que personas emocionales y cerebrales. Yo soy muy emocional, incluso ridículamente sensiblero. Me gustan las historias que provocan una respuesta emocional de los lectores. No entiendo las novelas en las que el lector no se siente involucrado, en las que se le excluye. Yo quiero incluir al lector que está dispuesto a embarcarse en el viaje por mis libros. Busco una respuesta emocional de los lectores, siempre me muevo con el corazón. También me pasa como lector, lo libros que me gustan son los que me conmueven.