El inacabable oficio de columnista según la versión de Julio Camba
Cultura
Libros del K.O. publica el volúmen «Maneras de ser periodista», una compilación de textos del escritor de Vilanova de Arousa
06 Sep 2013. Actualizado a las 17:24 h.
Julio Camba advertía que había reducido todo a una única unidad de medida: la columna. No era exactamente una queja: era una maldición.
Los textos que a lo largo de casi cincuenta años redactó el escritor de Vilanova de Arousa sobre su oficio, el oficio del periodismo y sobre la necesidad de convertirlo todo a la moneda del articulismo, es el argumento del libro Maneras de ser periodista, un volumen publicado por Libros del K.O. en el que Camba ejerce sobre el periodismo esa misma mezcla de capacidad de observación e ironía que puso sobre el resto de los asuntos sobre los que escribió.
El responsable de la compilación de estos textos, Francisco Fuster, ya advierte de la advertencia que hacía el periodista sobre su trabajo, todo termina reducido «a una superficie de 150 centímetros cuadrados».
Pero en ese tamaño Julio Camba es capaz de sacar algunas claves sobre el periodismo en el siglo XX. Los textos antologados en el libro fueron publicados entre 1912 y 1959, un período de extraordinarios cambios en el mundo y en la comunicación. Agrupados argumentalmente, los textos que ofrece este libro del periodista tienen en común estar escritos en esa primera persona que Camba utilizaba como media distancia y desde la que podía aprovechar las experiencias. Por ejemplo: quienes estaban en contra de la creación de escuelas de periodismo ponían el autodidactismo de Camba como muestra de que el periodista no estudia: se hace. El vilanovense renegaba: «El periodismo va industrializándose y va constituyendo un medio de vida como cualquier otro. Hay ya periodistas que pagan sus alquileres y hacen dos o tres comidas diarias». Defiende la carrera y advierte: «El público de periódico no quiere genios. Quiere enterarse de lo que pasa en el mundo con la mayor exactitud, rapidez y claridad».
La desconfianza sobre el exhibicionismo de los periodistas norteamericanos de principios del siglo XX, la continua tarea de la escritura y la búsqueda de argumentos, la desmitificación del hecho de escribir y de sus circunstancias forman parte de la disposición de Camba al periodismo para el que, recuerda en uno de sus textos, «nunca he trabajado más a gusto que en plena redacción ante un compañero que hace chistes y pide pitillos». Todo eso y la desconfianza sobre eso que llaman genialidad.