La Voz de Galicia

Quiero ser un dibujo de carne y hueso

Cultura

Javier Becerra

Adoran tanto los cómics japoneses y las series de anime que se meten en la piel de sus personajes. En mayo se reunieron 10.000 otakus en A Coruña

09 Jun 2014. Actualizado a las 17:59 h.

Igual que existen hinchas de fútbol capaces de pintarse la cara con los colores de su equipo, ponerse la camiseta de un determinando jugador cuando hay partido e, incluso, dormir con un pijama oficial (a juego con las zapatillas), hay devotos de los comics (manga) y series de animación japonesas (anime) que llevan su afición en ese mismo extremo. Son los otakus y su exótica manera de ver la vida resulta cada vez menos exótica y más familiar en algunas ciudades gallegas. Al igual que salen a la calle en el barrio de Akihabara en Tokio (epicentro mundial de esta corriente), en sitios como Vigo o A Coruña se les puede ver, de cuando en cuando, convirtiendo dibujos animados en personas de carne y hueso. Todo, con una sonrisa en los labios, irradiando vibraciones positivas y reivindicando su derecho a la evasión y la fantasía.

«Aquí nadie te mira raro ni te juzgan por cómo vistes. Una vez que entras uno es amigo de todo el mundo», explica Vanesa, coruñesa de 22. Se refiere a Expotaku, la feria que tuvo lugar el mes pasado en A Coruña y que reúne anualmente a los fans de la cultura pop japonesa. Que nadie sienta la tentación de minimizarlos. Los números hablan por sí solos: 10.000 personas asistieron a un evento de pago y carente de subvención. ¿Cuántas citas logran cifras similares? Quizá sea el momento de asomar el morro a ver qué ocurre ahí dentro y cómo esta subcultura nacida a a más de 10.000 kilómetros de distancia ha arrasado entre los jóvenes gallegos.

«Todo viene de Songoku y Arale, fundamentalmente», señala Leonardo Garibaldi, uno de los pioneros del movimiento en A Coruña. Aquellos episodios de Dragon Ball (en la TVG Bola do dragón) calaron totalmente entre los espectadores que hoy tienen entre 20 y 30 años. Luego llegaría el contacto con los cómics y los videojuegos. Y más tarde, ya gracias a Internet, la reproducción de los modelos de conducta que se cultivan en Japón.

Con todo ello se creó el ecosistema ideal para la irrupción de los otakus a finales de la década pasada, una tendencia que ha crecido hasta contarse, ya ven, por miles.

«Es nuestra primera vez aquí», dice Patri (22 años). Acude con su novio, Toni (24 años). «Es complicado encontrar una pareja que coincida contigo en esto», se ríe ella. De camino a Expocoruña, lugar de celebración del evento, ha tenido que pasar su particular viacrucis. «Se te queda todo el mundo mirando, incluso me silbaron unos obreros», comenta esbozando la sonrisa de lo inevitable. «Yo es que soy muy tímida, no participo en las concursos, ni salgo al escenario ni nada», asegura. Observando su barroca indumentaria, cuesta creerla. «Me enseñó él con la maquina de coser, que yo antes no sabía nada», señala a su pareja. «Diseñamos los trajes con la ilusión de estrenarlos en un evento como este», añade él.

Vergüenza fuera

Es un requisito imprescindible para entrar en Expotaku: los titubeos no sirven. «Eso lo tienes que tener muy claro. Aquí vienes para ver y que te vean», afirma una de las integrantes del grupo. Replican a los personajes de Madoka Magica, una serie de anime que se enmarca dentro de las denominadas magical girls, favoritas del público femenino. Cuando se le pregunta por sus nombres rehúyen. Mejor dar sus nicks: Canija Chan, Mikari, Bana, Lissy y Cherry. Pululan todas ellas por los veinte años y van cla-va-das. Una luce un aire oriental en sus ojos achinados.

«En mi casa me apoyan en todo esto. Les hace gracia que me guste y saben que no es nada malo», contesta otra. Sí, se trataba de la eterna pregunta: ¿Y tus padres que piensan de todo esto? «Pueden estar tranquilos», refrenda. Otro de los aspectos característicos de los otakus se encuentra en su sana filosofía de vida. Aquí no hay drogas. El alcohol no se ve por ningún lado. Incluso cuesta lo suyo encontrar a algún chico fumando en los alrededores del recinto.

Lo único que quizá puede resultar objetable para algunos progenitores se encuentra en el escapismo. «Es totalmente una evasión de la realidad, una especie de válvula de escape», sostiene Garibaldi. Traslada la escena a Japón y la conecta con la realidad de estos jóvenes: «La sociedad japonesa es muy competitiva y los chicos saben que ciertas cosas o las haces de joven o no las vas a poder hacer nunca. Y eso hace que se imponga la mentalidad del carpe diem y que se exprima al máximo todo. Con el momento de crisis actual y la perspectiva que tiene la gente joven de su futuro puede ser que suceda algo parecido».

Sea como sea, dentro de los diferentes espacios de Expocoruña no florecen, por lo general, reflexiones tan sesudas. «Nos encanta la idea de trabajar en el traje y meterte en el personaje», expone Iván (28 años) que junto a Bárbara (18) rinde tributo al videojuego Blazblue. Exhiben orgullosos la creación con la que van a participar en el concurso de cosplay (caracterizacionesd personajes de series, comics o videojuegos). «Para mí es una forma de arte», completa mientras posa para una foto. Igual que ocurre en Japón, la gente normal que acude a la feria quiere fotografiarse con los mejores cosplayers. Y estos brillan con toda su intentisidad con cada flash .

De esos disparos de cámaras y móviles saldrán futuros otakus. Al menos así ha venido siendo en los cuatro últimos años. «Se ha producido todo un bum desde la primera edición hasta ahora», confirma Garibaldi. De nuevo, hablan los datos. Frente a los 10.000 asistentes actuales, en el 2010 acudieron 3.000, que ya eran una barbaridad. Entre ellos, algunos de los que ahora se destapan. Como Vanessa. «Una amiga me trajo aquí hace años. Yo ya era muy fan de los videojuegos y Dragon Ball, pero esto me cambio totalmente. Una vez que vi esto me dije 'Quiero tener un cosplay, quiero ilusionarme con el personaje como una niña'». Cumplió: su lograda caracterización como Morrigan Aensland, un popular personaje de videojuego da fe de ello.

Colegialas y sirvientas

En las series de anime siempre han llamado la atención dos tipos de personajes femeninos: las colegialas con los típicos uniformes nipones y las denominadas maid. El grupo de Enma (25 años), Carmen (18) y Menar (21) van de las segundas. «Es como una sirvienta», detalla Enma. «En Japón hay cafeterías en las que las camareras te atienden así» , continúa. Junto a las lolitas góticas -una suerte de reinterpretación de la época victoriana desde Japón-, son los personajes comunes más populares entre las chicas.

Muchas de ellas, les gusta pasarse por las tabernas japonesas, los bares de té verde y los puestos de sushi. «Hay comida típica como el teriyaki o el ramen», advierte Carmen. La oferta crece cada año. Aunque lo normal pasa por encontrarse pilas de envases de noodles (fideos) prefabricados y de baja calidad, cosas como los taiyaki (pastelitos rellenos de crema con forma de pez) lucen este año ante la mirada exótica general.

La gastronomía supone solo una rama más de un árbol infinito. Dentro de esta cultura se adoran las consolas de los años ochenta. También los ordenadores que cargan con cinta. En Expotaku se disputan partidas al Supermario Bros en Spectrum ZX y con Joystick Quickshot II. Igualmente se imparten charlas sobre doblaje de filmes asiáticos. O se ilustra a los jóvenes en la caligrafía japonesa o el arte cultivado a las orillas del Pacífico. Todo mientras de fondo se disputa un concurso de karaoke, un grupo dispara temas de j-pop (género de música popular que arrasa en Japón) y se confraterniza con primos hermanos de los juegos de Rol.

«Estar aquí con toda esta gente es genial». Patri se encuentra en su salsa. «Está guay que te pidan fotos. También cruzarte con otros personajes de la misma serie. Por muy raro que le pueda parecer a algunos esto le gusta a mucha gente, muchísima más de la que te puedas imaginar». Su visión va aún más alla de las miles de personas que llenan Exporuña. Una sociedad paralela e irreal. Pero (muy) feliz.

¿Qué es un otaku?

AMOR POR JAPÓN: La adoración es total. No son pocos los que estudian japonés, se vuelven locos por su gastronomía y sueñan con conocer Tokio.

«MANGA» Y «ANIME»: Los cómics y las series de dibujos animados niponas son el sustento básico. También influyen mucho los videojuegos.

«COSPLAY»: Es la subilmación máxima de esa pasión: convertirse en uno de los personajes con la mayor fidelidad posible.

TOLERANCIA: Que cada uno sea lo que desee. Es el lema seguido por una comunidad que defiende la libertad total por encima de todo.

ESPÍRITU POSITIVO: El otaku supura buen rollo. Se trata de vivir y disfrutar, sin complicarse la vida con angustias o complejos

PARTICIPACIÓN: No sirve de nada guardar ese amor en casa. Hay que asistir a las convenciones, contagiarse y dejarse llevar.


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