Rosa Cedrón: «La mejor crema para las arrugas es la felicidad»
Cultura
La cantante gallega acaba de publicar su segundo disco en solitario «Nada que perder»
09 Oct 2016. Actualizado a las 17:01 h.
Al pie de la ría de O Burgo, en una mañana de octubre bajo un sol impropio, da gusto charlar con Rosa Cedrón (Monforte, 1972). La cantante, que acaba de publicar su segundo disco en solitario Nada que perder, transmite una envidiable sensación de felicidad.
-Empecemos por un mínimo test de monfortinidad. ¿Qué es un chacueco [modismo local definido como «persona que dice lo que no sabe y no sabe lo que dice»]?
-Ja, ja, ja. Ya me lo decía mi abuela: «Rosa, non sexas chacueca». Yo nací en Monforte y soy coruñesa de adopción. Mi madre era maestra y se trasladó a Coruña cuando era muy pequeña. Pero mis vacaciones, las Navidades... son todo recuerdos de allí. Durante una época iba menos. Ahora he vuelto por mi madre. Me encanta Monforte. ¡Allí los vinos son una religión!
-Tiene una niña pequeña ¿qué tal le ha ido la maternidad?
-Estoy agotada. Seguramente es una de las experiencias más duras, pero es maravilloso. Se aprende mucho, incluso de uno mismo, porque los niños te ponen frente a un espejo y te das más cuenta de lo que haces bien y de lo que haces mal.
-¿Cómo le dio por un instrumento tan poco manejable como el violonchelo?
-Yo estaba acostumbrada a tener música en mi casa. Mi madre tocaba la guitarra, mi abuelo el violín, mi tío era bajista. En el equipo de música de mi casa estaba Pink Floyd o Deep Purple, o Mike Oldfield. Cuando en el conservatorio me dieron a elegir instrumento, opté por el violonchelo. De aquella emitían una serie que se llamaba Fama, en la que Lori Singer tocaba ese instrumento. Tal vez tuvo algo que ver. Y es verdad que era incómodo. Sobre todo cuando cogía el autobús. La gente me miraba mal, porque siempre iba lleno de gente.
-¿Cuándo se dio cuenta de que tenía una voz distinta?
-Seguramente cuando entré en Luar na Lubre, aunque al principio no sabía si me iban a aceptar o no; era una voz que no casaba mucho con estándares del folk.
-¿Por qué es tan débil la industria cultural gallega?
-No lo sé. Yo también me lo pregunto a veces. Tuvimos una época dorada, con mucha visibilidad. Carlos Núñez, Luar na Lubre... Creímos que era el resultado del trabajo y el esfuerzo, pero parece que no era así. Ahora hay un movimiento musical brutal. No sé donde está el problema. Hoy en día, la única plataforma televisiva para la música en gallego es para las orquestas.
-¿Es cierto que tiene problemas para calzarse?
-Sí. Una vez hice un llamamiento: ¡Mujeres que calzáis el 42-43, uníos! Ja, ja. Para ir plana o de sport voy tirando, pero para comprar unos zapatos de fiesta o unos botines de última tendencia... Si quisiera unos Manolos no sabría cómo conseguirlos. A veces, la única posibilidad es la aventura incierta de comprar por Internet.
-Pero a usted no le hacen falta los tacones, tiene una buena estatura.
-El tacón no solo te da estatura. Estiliza la figura.
-¡Ay la dictadura de la belleza! ¿Ha visto el «lifting» de Fernández de la Vega?
-No. Pero lo cierto es que vivimos en un mundo algo surrealista. Yo, si tengo que ir a un quirófano, será porque es estrictamente necesario. La mejor crema para las arrugas es la felicidad. Estas de aquí (dice señalándose las comisuras de los ojos) me encantan, porque son las de reír. Estas (señalándose la frente) no, que son las de enfadarse.
-¿Ha tenido muchos novios?
-¿Le digo cuántos? Ja, ja, ja. Cuatro. Digamos que no me he aburrido.
-Elija una comida: percebes, pulpo, cocido o empanada.
-Cocido, sin duda.
-¿Se le da bien la cocina?
-Sí, muy bien. Pero en mi casa hay uno al que se le da mejor.
-¿Tatuajes?
-No. Pero me está rondando por la cabeza hacerme uno.
-Si hay terceras elecciones, ¿irá a votar?
-Voté en las primeras, voté en las segundas y votaré en las terceras, aunque a veces me parece que esto no sirve de nada. Tengo la sensación de que es todo mentira.
-Una canción para la lista.
-Una de mi último disco. Benditas feridas.
-¿Qué es lo más importante en la vida?
-Pues vivirla. Que seguramente es lo más importante pero también lo más difícil.