Saturno devora a sus hijos
Cultura
«Snowden», de Oliver Stone, parecerá una película didáctica incluso al más recalcitrante dinosaurio
24 Oct 2016. Actualizado a las 07:32 h.
Para empezar, una pregunta necesaria. ¿Ofrece Snowden alguna cosa que no supiéramos ya sobre el caso de espionaje ilegal más importante de la historia -con permiso de Assange-, o añade algo a lo que ya nos ofreció el excelente y oscarizado documental Citizenfour? La respuesta es afirmativa, pues la película parecerá didáctica incluso al más recalcitrante dinosaurio -como el que escribe-, convencido de que, definitivamente y por mucho que se empeñen muchos, Internet no es el mundo.
Oliver Stone, el gran denunciante del sueño americano mudado a pesadilla, el rey de la paranoia y de la teoría de la conspiración, ha aparcado el confuso barroquismo narrativo de JFK y ha traducido para cualquier mortal el caos que rodea a la figura de Edward Snowden. Hay que agradecerle el bolo alimenticio resultante. Como dice en el filme alguno de los periodistas que difundieron las revelaciones del heroico Edward: «Es necesario dejar aparcada toda esa jerga informática de espías y ceñirse a las cosas reales». Y eso hace Stone, el egocéntrico que olvidó su ego y que nos cuenta de forma humilde toda la verdad de los servicios de inteligencia y defensa del Imperio Americano. Ni cuarta enmienda ni nada. Los gerifaltes de la Inteligencia mintieron al Congreso y pincharon las comunicaciones del mundo mundial, incluidas las americanas.
Los peligros de la técnica para la libertad individual ya fueron desvelados por Coppola en La conversación hace ya cuarenta años. Viendo Snowden no hemos podido evitar acordarnos de esa película profética, especialmente cuando el Gran Hermano interpretado por Rhys Ifans mantiene una videoconferencia con el protagonista y, aproximándose a la cámara, parece que, cual Saturno, va a devorar a su hijo putativo.
Por lo demás, quizá la película se hace algo larga y es verdad que la elección del reparto -en general soseras e incluso antipático-, resulta poco afortunada. Pero, en cualquier caso, este biopic, y el mártir del que se ocupa, deberían ser materia obligatoria en los libros de texto, o lo que sea que utilicen las generaciones venideras.