Carlos Vermut prejubila a Almodóvar con la magnífica «Quién te cantará»
Cultura
El autor de «Magical Girl» vuelve a rasgar tabúes y redefine el melodrama con una obra con ecos de Fassbinder o Bergman
27 Sep 2018. Actualizado a las 08:19 h.
Es prudente que Carlos Vermut, después de arrasar en este mismo festival hace cuatro años con Magical Girl, se tomase su tiempo. Supongo que habría mucha escopeta apuntando con ganas al joven iconoclasta que se atrevió con aquel filme -uno de los dos o tres más relevantes de lo que va de siglo en el cine español- a reinventar las reglas del género del cine de terror y del revenge. Y, al tiempo, a tener la osadía de rasgar tabúes sacralizados, al cimentar su atmósfera ténebre sobre una historia de amor elíptica entre un pederasta y su víctima. Veo ahora como Quién te cantará reafirma las dimensiones de Vermut como autor singularísimo. En ella vuelve a detonar una ley natural de la especie humana -la de que madres e hijas no se dañan entre ellas- y a redefinir un género como el del melodrama a través de una sublimación que deja en el panorama de nuestro cine víctimas colaterales. Al penetrar en lo que conocemos como territorio Almodóvar, Vermut parece dejar atrás la huella del manchego como un pasado esclerótico. Porque Quién te cantará va mucho más lejos en la decantación de las pasiones destructivas, de las tragedias de lágrimas negras y voracidad saturnal, de lo que al menos desde hace una década no logra Almodóvar. Y alcanza cotas de transgresión que, seguramente, ya nunca estarán al alcance de este.
Pero no hay en Vermut ningún deseo edípico de matar al padre. Quién te cantará se lleva por delante las convenciones del melodrama -y sobre todo de las relaciones entre madre e hija, tan presentes en Almodóvar- al dinamitarlas espontáneamente, al subvertirlas en una historia de doble capa, en un estremecedor juego de duplicidades que es la base de su película. Dos mujeres: una diva que sufre amnesia y una imitadora de karaoke que la va a enseñar a volver a ser quien fue. Un doppelgänger fantasmagórico pero que surge no como elemento de sustitución, sino como incondicional reverencia. Esta obra se construye, así, a partir de una reflexión sobre la mitomanía muy fassbinderiana y de su alienación en la sociedad de masas. Arranca con lo que va a ser la muerte en una última playa. Y el guion, escrito por Vermut, va despejando piezas hasta lograr que la artista y su emuladora se fundan en una prodigiosa secuencia musical en esta tragedia a dos voces. Y concluye el juego especular donde nació, al borde del mar tanático.
Hay un mínimo titubeo en ese dueto, en ese, más que pulso, historia de amor devoto entre la fan y la diva. Esta última es Najwa Nimri. Y su elección es soberbio acierto de cásting porque también Vermut recupera, casi resucita, un rostro como el de Nimri, con poderío de efigie que reinó en los 90 -como el personaje que encarna- y que retorna ahora de la bruma. Tengo la sensación de que su otro yo, la sombra de la estrella, la replicante encarnada por Eva Llorach (actriz con la que Vermut ha contado desde Diamond Flash) no termina de equilibrar esa balanza sobre la cual Nimri impone su renacimiento hipnótico, digno de faraona egipcíaca, de Nefertiti renacida de los ecos camp de las hermanas Goggi, o de lo que podría haber sido el desvanecimiento de Marisol en Pepa Flores. El adiós en esa playa de ajedrez con la muerte, en esos espejos, es en donde Vermut destella reflejos de Bergman, de Fassbinder. Lo que da una idea de la magnitud mesmérica de Quién te cantará.