Las estatuas mateanas de los Franco aún estaban en 1955 en poder del Concello de Santiago
Cultura
Una carta de Filgueira Valverde insinuaba la inminente donación de las piezas al dictador, según afirma el investigador Francisco Prado-Vilar
28 Dec 2019. Actualizado a las 13:54 h.
«Te supongo enterado del destino que piensa dar el Ayuntamiento de Santiago a las dos figuras del Pórtico que había adquirido. Creo que estamos justificados al comprar todo lo compostelano que salga y que nos pete. Nunca podrán quejarse ya. De manera que… nos favorecen». Este elocuente apunte forma parte de una carta que el 30 de enero de 1955 envió el director del Museo de Pontevedra, Xosé Filgueira Valverde, a su amigo Francisco Javier Sánchez Cantón, en aquel tiempo subdirector del Prado, y corrobora que las estatuas del maestro Mateo de la familia Franco seguían entonces en poder del Concello santiagués (y que este había ejercido una plena posesión de las piezas tras comprárselas al conde de Ximonde). También que la innombrable decisión de donarlas a Franco estaba ya tomada, pero era mejor no hacer bromas.
Que Filgueira no hablaba por hablar lo demuestra que, tras aquella donación, el Museo de Pontevedra se sintió legitimado a comprar «todo lo compostelano que nos salga y que nos pete»: se hizo en 1957 con otras dos esculturas del pórtico, las de los profetas Enoc y Elías, igualmente de manos del conde de Ximonde.
La misiva -conservada en el archivo del museo pontevedrés- acaba de ser sacada a la luz por el investigador Francisco Prado-Vilar (Ordes, 1970), que interpreta el sutil -no podía ser de otra forma durante la dictadura- lenguaje de Filgueira como una confirmación de la inminente donación a Francisco Franco de los patriarcas de piedra Isaac y Abraham (que, para Prado-Vilar, son, en realidad, los profetas Jeremías y Ezequiel, respectivamente).
Sin rastro documental
En las palabras de Filgueira pueden entreverse, prosigue el profesor coruñés, las razones por las que esta donación no podía celebrarse en público con una entrega solemne ni tampoco dejar rastro documental. Las motivaciones no solo atenderían a que en el origen está una decisión vergonzante -seguramente obligada por el encaprichamiento del dictador y de su esposa, Carmen Polo-, también a una cuestión económica, ya que el Ayuntamiento habría de indemnizar al conde de Ximonde, si no quería incumplir el contrato de la compra de las dos obras mateanas que fijaba que estas no podían sustraerse del patrimonio de la ciudad. Y que esto explicaría por qué no hay documentación, como, por cierto, tampoco existe de la adquisición de las estatuas a un anticuario que alegan los herederos de Franco.
Prado-Vilar sostiene que el hallazgo de esta carta puede cambiar el signo de la demanda que el Concello santiagués interpuso contra la familia Franco con el fin de recuperar las obras del maestro Mateo como bien público. Y que esta información podría ser clave en el recurso municipal contra el fallo contrario que emitió el Juzgado de Primera Instancia número 41 de Madrid. A Compostela habían llegado en junio de 1948 tras la adquisición -por un importe de 60.000 pesetas- de las dos piezas al conde de Ximonde, Pedro Puga y Sarmiento, que las conservaba en el pazo que tenía en la parroquia de San Miguel de Sarandón, en Vedra. Allí las había descubierto el etnógrafo Fermín Bouza-Brey, hallazgo que puso en marcha una comisión cultural para promover su rescate. El informe lo firmó el escultor Francisco Asorey, que concluía: «Celebraría que dichas estatuas quedasen en esta ciudad para la admiración de todos los amantes de las bellas artes y felicitando al excelentísimo Ayuntamiento por tan meritoria labor, que así se hacen grandes los pueblos».