Joaquín Reyes: «Desde el escenario la risa se percibe muy bien aunque haya mascarillas»
Cultura

El cómico lleva este fin de semana su espectáculo de monólogos a Santiago, Vigo y A Coruña
17 Nov 2021. Actualizado a las 10:01 h.
Festejen la broma es el título del espectáculo que Joaquín Reyes (Albacete, 1974) trae a Galicia este fin de semana. El viernes estará en Santiago (Auditorio Abanca, 20.30 horas, desde 20 euros); el sábado, en Vigo (Teatro Afundación, 20.30 horas, desde 18 euros); y el domingo, en A Coruña (Auditorio Palexco, 20.30 horas, desde 26 euros). Demostrará que, aún siendo «un viejuno en el humor», su discurso todavía sigue vigente logrando su misión principal: hacer reír a la gente.
—La nota de prensa dice: «Una amalgama de chorradas para el deleite de su querido público». ¿Es una buena definición?
—Sí, además lo he escrito yo [risas]. Me hago totalmente responsable. No encuentro otra manera de definirlo mejor y creo que es lo que la gente espera de mí. Por reducirlo mucho, es una vuelta al monólogo. Pero esto es nuevo, que los antiguos ya los jubilé con lo que hice para Netflix. He cambiado. Ya no soy ese chaval que empezó en la Paramount.
—¿Le gusta que lo definan como «el de La hora chanante»?
—Sí, me hace sentir muy orgulloso. Que se recuerde un programa del que se van a cumplir 20 años es para ello. Y no solo por el programa en sí, sino por lo que significa. Para la gente el chanante es una categoría de humor, que tiene que ver con el surrealismo y el absurdo, que me encanta.
—¿Es «La hora chanante» un hito generacional de la cultura pop española como «La bola de cristal», con el que todos recuerdan cómo eran cuando existía?
—Totalmente. Además tiene relación con La bola de cristal. Nos reconocíamos en ese programa, en una tele más libre y con vocación de introducir otros referentes, mezclando lo popular con lo undergound. Y sí, así como nosotros recordamos La bola de cristal, la gente recuerda La hora chanante y piensa en qué hacía en ese momento. Me gusta.
—¿Qué pensaría el veinteañero de «La hora chanante» de este humorista que habla de las extraescolares de sus hijos?
—[Risas] No me parece que haya cambiado tanto, aunque los hijos te cambian mucho. Siento dentro de mí la misma ilusión. ¿Si soy menos arriesgado y osado? Seguro, eso te lo daba la juventud. No creo que me haya acomodado.
—Se lo digo más por la temática.
—Bueno, el chiste de las extraescolares luego va por otro lado. Hablas de temas domésticos y del día a día, pero a mí me gusta salir por otro lado. El humor es buscar eso, la sorpresa y descolocar al espectador.
—Este ha sido un «show interruptus» por culpa de la pandemia. ¿Lo ha cambiado en el parón?
—No mucho. Ahora mismo la gente no tiene muchas ganas de que le recuerdes lo que hemos vivido. Más bien quiere recuperar las cosas donde las había dejado. En la ficción no hay reflejo de eso. Ni hay mascarillas ni distancia social. Cuando recuperé el monólogo y volví al trabajo, lógicamente tenía que hacer alguna referencia. Si no, parecería un marciano. Pero son dos detalles, porque la gente quiere evadirse.
—¿Cómo lleva no tener la referencia de la sonrisa de los espectadores?
—Desde el escenario la risa se percibe muy bien, aunque haya mascarillas. Una vez dije en plan cursi: para el virus pero la risa no [risas]. Teníamos dudas, pero la gente reacciona bien. Hay muchas ganas de divertirse.
—¿Es de los que se queja de que los tiempos de corrección política coartan la creación?
—No lo vivo de una manera estresante. Obviamente, la sociedad ha cambiado y hay herramientas como las redes sociales que, a veces, no se usan bien. Pero yo no tengo la sensación de estar cohibido. Cada uno tiene un discurso y hay que ser responsable de lo que se dice. El humor está basado en la exageración, la hipérbole y la burla. Pero la gente tiene su derecho a expresarse y el humor tiene que estar sujeto a critica, como todo. No puede estar exento por ser humor. Porque no es un fin en sí mismo, es un medio.
—Acaba de inaugurar un género literario con «Subión»: la «novela existencialista manchega».
—¡Eso tiene tela! Quería que fuera existencialista porque la articula un monólogo interior. Tenía muchas ganas de escribir y me atreví a hacer con bastante pudor. Quería que tuviera valor por sí mismo, no que fuera el capricho de un famosete.