Carlos Saura, sin parar a los 90 años: «Cada día que sale el sol digo, coño, estoy vivo todavía»
Cultura
El cineasta recibió la Biznaga de Honor del Festival de Málaga de manos de Carla Simón, ganadora del último Oso de Oro en Berlín, en una simbólica imagen: las nuevas generaciones reconocen su deuda con el maestro
22 Mar 2022. Actualizado a las 16:17 h.
Ha ocurrido en un programa de cotilleo de Telecinco. La popular presentadora enumeraba a las estrellas que desfilaban por la alfombra roja del Festival de Málaga cuando descubrió a «un hombre que va con una cámara». Era Carlos Saura, historia viva del cine español, que ha recibido la Biznaga de Honor del certamen de manos de Carla Simón, ganadora del último Oso de Oro en Berlín, en una simbólica imagen: las nuevas generaciones reconocen su deuda con el maestro.
A sus 90 años cumplidos en enero, Saura no para. Rueda películas, expone dibujos y fotografías, monta óperas y acude a los festivales a recibir homenajes. Siempre acompañado de su hija Anna (tiene siete hijos de cuatro mujeres diferentes), que le ha insuflado un nuevo impulso en esta fase de una carrera que comenzó en 1960 con Los golfos.
Saura atendió a un grupo de periodistas en Málaga con su pequeña cámara Sony a mano (también suele llevar una Leica) con la que les saca una foto. Le parece revolucionario que la conversación se grabe con el móvil y reconoce que pasa de los mensajes de texto, aunque en el cine haya estado a la última en cuanto a tecnología. «Siempre he estado muy presente en esa evolución técnica», confiesa. «He sido un pionero en la fotografía y supe pronto que las cámaras digitales iban a acabar con las analógicas. Cada persona puede hacer su pequeña película hoy en día, el problema es que luego no tenemos acceso a ellas, no sabemos cuáles son buenas y malas. Me han dicho que este año se han hecho en España 200 películas, eso era impensable en mi época».
El director aragonés ha estrenado en Málaga Goya. 3 de mayo, un cortometraje encargado por el Gobierno de Aragón para conmemorar el 275.º aniversario del nacimiento del pintor. El lienzo de los fusilamientos cobra vida de la mano del autor de La caza, que realiza un alegato universal contra la guerra en un momento que no podía ser más oportuno.
«Yo sabía que íbamos a volver a vivir una guerra», admite. «El ser humano comete siempre los mismos errores. Desgraciadamente no aprendemos nunca, desde la Prehistoria estamos peleando por conquistar otros espacios». Lo que le indigna esta vez, apunta, es la hipocresía de Estados Unidos. «Son muy cínicos, no recuerdan los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. Yo he vivido la brutalidad de la guerra de niño, ¡qué me van a contar a mí! He vivido los bombardeos de Madrid, Valencia y Barcelona. He visto caerse una casa delante de mí y muertos en las calles».
Al cineasta le gustaría que el no a la guerra que resuena estos días «fuera unánime, para todo el mundo». «Solo hablamos de los muertos, pero no de los heridos y de los traumatizados. Los que, como yo, vivimos obsesionados todavía por la guerra española».
Saura firmó uno de los grandes títulos del cine español sobre la contienda, ¡Ay, Carmela!, pero nunca ha podido llevar a la pantalla Esa luz, la primera novela que escribió sobre un periodista que debe separarse del amor de su vida por la contienda y el éxodo, inspirada en la vida de Ramón J. Sender, que fue novio de su madre. Es su mayor espinita clavada. «La he ofrecido muchas veces a las televisiones y a nadie le interesa. Sería mi testamento», lamenta.
El director no se reconoce nostálgico. «No extraño nada del inicio de mi carrera, de verdad. En esta peliculita hemos rodado con pantallas verdes. ¿Cómo se llama eso? Cromas. Una maravilla, porque luego rellenan los fondos y sale el cuadro de Goya», alecciona. «Sus grabados son un alegato bestial contra la guerra. Como el Guernica, que ya es un símbolo mítico y universal contra todas las guerras».
En Málaga, cuna natal de Picasso, es obligado preguntarle por otro proyecto que arrastra desde hace años, en su inicio con Elías Querejeta y Antonio Banderas a bordo, sobre el proceso de creación del cuadro, los 33 días que el pintor tardó en llevarlo a cabo. «Hay un productor que está empeñado en hacerlo», descubre. «Ahora me interesa más la relación de Picasso con Dora Maar, que fotografió cómo pintaba el cuadro. He trabajado durante años y estoy dispuesto a hacer la película».
Sí. A los 90 años, Saura todavía tiene proyectos pendientes. «Desgraciadamente, alguno no se hará nunca porque ya soy muy mayor». Sonríe cuando se le recuerda que cineastas como Julia Ducournau, última Palma de Oro en Cannes, y el ganador del Oscar Bong Joon-ho han reconocido su deuda con su cine. «Me siento orgulloso, pero uno no debe ser muy vanidoso. Te dicen que eres un genio pero sales a la calle, das dos pasos y piensas qué cómo vas a serlo. Tampoco tienes que ser muy humilde, ¿eh? La humildad te destroza».
El autor de La prima angélica y Cría cuervos rueda estos días un documental sobre la historia del arte junto al paleontólogo Juan Luis Arsuaga, que dice algo que le ha tocado a la hora de hablar de la muerte. «Arsuaga sostiene que es un regalo envenenado del ser humano. Tú estás vivo o estás muerto. Eso me ha llevado a reflexionar. Yo estoy vivo, respiro. Cada día que sale el sol digo, coño, estoy vivo todavía. La vida es un milagro, tenemos tantas cosas que pueden fallar en nosotros mismos».
Si alguien repasa la historia de España en el último siglo, puede hacerlo a través las películas de Carlos Saura. Al director le gusta cómo ha cambiado el país -«tenemos un AVE que nos coloca en Málaga en dos horas y media, es un milagro»-, pero los españoles, lamenta, no hemos cambiado tanto.
«Todavía hay derechas e izquierdas. Veo una agresividad, una violencia en el Congreso de los Diputados que me molesta. Unamuno ya dijo que este era un país cainita. Siempre estamos enfrentados unos a otros, somos envidiosos, rencorosos. Y yo también me incluyo. La Guerra Civil demostró el rencor que había. En cualquier momento lo de Ucrania puede estallar aquí, hay que tener mucho cuidado. Estamos cometiendo siempre los mismos errores», advierte.