La Voz de Galicia

«La gran María Casares», en el recuerdo de los que trabajaron con ella en el teatro

Cultura

javier becerra redacción / la voz
María Casares charla con el director de teatro Jorge Lavelli durante un ensayo.

Jorge Lavelli y Josep María Flotats hablan de su experiencia con la actriz

09 May 2022. Actualizado a las 18:46 h.

Uno la dirigió durante varios años. Otro compartió escena con ella. A los dos les vibra la voz al evocarla. Se trata de Jorge Lavelli (Buenos Aires, 1932) y Josep María Flotats (Barcelona, 1939), dos pesos pesados del teatro internacional. Recuerdan con emoción a «la gran María Casares», como dice el segundo, de la que este año se celebra el centenario de su nacimiento. «Era extraordinaria. La conocí como un mito viviente cuando yo tenía 18 años», rememora Flotats, quien experimentó toda una revelación cuando la vio actuar junto a Gerard Philippe y Jean Vilar en el Festival de Avignon de 1957. «Tenía una intuición dramática muy aguda y era tremendamente inteligente», señala Lavelli.

Los dos estarán el miércoles 11 de mayo en el Museo de Belas Artes da Coruña (19.30 horas, entrada libre hasta completar aforo) hablando de su experiencia con ella. Se trata de otro de los encuentros del ciclo María Casares. Del exilio al escenario, impulsado por la Xunta. Hasta ahora habían participado biógrafos y estudiosos. También expertos que la habían visto desde la butaca o que habían mantenido algún encuentro con ella. Ahora toca el turno a los que trabajaron con María en el lugar donde brillaba con toda su intensidad: sobre las tablas de un teatro.

El argentino Jorge Lavelli fue su director fetiche. Comenzó a colaborar con ella en 1964 y la acompañó hasta los últimos montajes que hizo. Dirigió a María en su primera aproximación a Valle-Inclán con Divinas palabras. «Fue muy atractivo y tuvo mucho éxito», señala el director que fundó el Théâtre National de la Colline de París. Ya la conocía de antes: «Tenía una gran admiración por Casares. La vi en Buenos Aires haciendo el Don Juan de Molière, pero no la trataba personalmente. Ella contactó conmigo porque sabía que habíamos hecho El matrimonio de Gombrowicz en París y le interesaba». Ahí empezó el flechazo: «Me llamó por teléfono. Tenía una simpatía extraordinaria. La primera ocasión nos vimos en París, donde ella entonces hacía recitales poéticos. Hablamos de Valle-Inclán y coincidimos inmediatamente. Su padre había sido amigo del escritor. Ella lo conocía. Había estado sentada en sus rodillas cuando era una niña».

En el caso de Josep María Flotats —actor, director y fundador Teatre Nacional de Catalunya, así como de su propia compañía—, el encuentro se produjo a las 24 horas de deslumbrarlo como espectador: «En el Festival de Avignon los actores hablaban con normalidad y allí estaba ella preguntándome qué me había parecido». Tiempo después, unos amigos de la familia, sabiendo que iba a ir a París, le pidieron que le hiciera llegar una carta. «Me recibió en su camerino muy amable y hablamos durante un buen rato». El siguiente contacto fue el laboral. A Flotats lo eligieron como actor a las órdenes de George Wilson en Early morning de Edward Bond. En el plantel se encontraba María Casares. «¡Me había tocado la lotería!», exclama 52 años después.

Allí descubrió el trabajo de la actriz: «Tenía un rigor y una entrega impresionantes. Pero era igual que cualquier otro. Nunca había una palabra más alta y obedecía al director con una actitud muy humilde y natural». ¿Imponía? «No, como ya la conocía de antes eso me hizo sentir más libre. La gran Casares no me daba lecciones de nada hablando, me las daba trabajando». Aquel chico, que a los 18 años volvió de Avignon con la cabeza llena de fuegos artificiales deseando estudiar teatro en Francia, pisaba el mismo escenario que la más grande. «Una persona genial y humana», resume.

Lavelli indica que a María Casares le atraía el riesgo. En la Colline se dedicaba al teatro de creación: «Era muy importante tener una persona como ella —reflexiona—. La gente la quería mucho. Estaba orgullosa de que estuviera en el reparto, porque era tremendamente conocida. Le gustaba lo que se salía de lo convencional. En eso coincidíamos mucho. Para mí fue una gran alegría conocerla. Se interesaba por todo lo que tuviera que ver con el teatro. Hacíamos cosas nuevas, autores extranjeros o franceses que escribieran cosas de interés general. Y ella estuvo en muchas de ellas».

 

Detalle da ilustración de Bea Gregores para a portada do libro de María Canosa editado por Bululú.

Introdución ilustrada á vida dun mito da escena

«Dedicouse á complicada tarefa de vivir. Afastou sen remorsos calquera soño. Instalouse na austeridade persoal». Son liñas do texto de María Casares, a impaciencia por vivir (Editorial Bululú), debido á escritora e divulgadora ceense María Canosa. Nunha belísima dobre páxina, que xoga coa simetría emocional e xeográfica, vemos a dúas María Casares dándose as costas. Unha, máis nova e de media melena, mirando a torre de Hércules, cuberta en parte por unha longa fila das típicas galerías da Marina da Coruña. A outra María Casares loce o pelo máis longo. Contempla a torre Eiffel resgardada de edificios parisienses. É un dos puntos máis críticos da biografía da actriz que fixo Canosa e que ilustra a debuxante viguesa Bea Gregores. Trátase dunha nova publicación —enfocada ao público infantil e xuvenil— que se suma aos movementos a prol da reivindicación dunha das figuras máis importantes do teatro e, aínda así, unha gran descoñecida.

O relato repasa todos os fitos de María. A súa infancia na Coruña no seo dunha familia culta e acomodada. Os traslados polas ocupacións do seu pai e os cargos na política. As maletas tristes do exilio. A aterraxe en París, deixando España atrás para sempre. O inicio no mundo do teatro. O arraigamento en Francia e a firme convicción de ser unha cidadá francesa. O seu amor heterodoxo e sen fronteiras co escritor Albert Camus. A gloria artística sobre os escenarios e o aplauso. A madurez como intérprete e mito vivente. A lembranza de España e de Galicia. E o seu final cheo de recoñecementos.

Canosa, cuxa faceta literaria está especialmente vinculada á poesía e a literatura infantil en galego, tómalle o punto á narrativa para converter o texto en algo fácil e accesible para un primeiro contacto con Casares. Bea Gregores complétao todo neste volume con vistosas ilustracións que explotan a expresividade dun rostro que era interpretación en si mesmo.


Comentar