La Voz de Galicia

Fallece a los 84 años Concha Velasco, la chica yeyé que quiso ser artista y lo fue en el cine, el teatro y la televisión

Cultura

M.F.

Concha Velasco, una vida en imágenes

La conocida actriz, que durante siete décadas filmó más de 70 películas, falleció esta madrugada en Madrid. Su salud era frágil desde hace tiempo. La capilla ardiente se instalará hoy en el teatro La Latina de Madrid a partir de las 13.30 horas

02 Dec 2023. Actualizado a las 18:25 h.

Fue la mujer que interpretó, cantó, bailó y presentó para varias generaciones de españoles. Hizo suya la canción Mamá, quiero ser artista. Y lo fue por tierra, mar y aire. Conquistó pantallas grandes y pequeñas, escenarios y revistas del corazón. Concha Velasco (Valladolid, 1939) ha fallecido este sábado a los 84 años en Madrid, según han confirmado sus hijos, Manuel y Paco Martínez. 

«Lamentamos informar de que nuestra madre ha fallecido a las 02.00 en el Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda, habiendo recibido los Santos Sacramentos, a consecuencia de una complicación en su enfermedad», explica la familia en un comunicado. «Somos unos afortunados por haber gozado de la mejor madre del mundo y por recibir el cariño de tantos españoles que la quieren y la admiran. Gracias a todos», añaden sus hijos, quienes también piden una oración por el descanso eterno del alma de su madre. 

La capilla ardiente de la artista se instalará este sábado en el teatro La Latina de Madrid a partir de las 13:30 horas.

«Ha muerto con una mano cogida a mí y otra a Paquito»

Manuel Velasco, el mayor de los hijos de la fallecida actriz, agradeció las muestras de cariño recibidas de «tantos españoles que la quieren y la admiran». 

Entre lágrimas, el primogénito de Concha Velasco ha declarado a los medios que su madre ha fallecido rodeada de sus hijos. «Con una mano cogida a mí y otra cogida a Paquito», ha explicado, agradeciendo haber podido celebrar con ella su 84 cumpleaños esta misma semana.

Manuel ha reconocido que su madre «estaba muy flojita, pero aguantaba». «El miércoles estaba fenomenal, estaba muy bien, y ayer viernes se puso muy malita», ha indicado.

Con la voz quebrada, el hijo mayor de Concha Velasco ha agradecido las muestras de cariño en las redes sociales y en apariciones públicas de personalidades de todos los ámbitos de la cultura, la política y de la sociedad en general. «Os agradecemos todo el cariño que nos tenéis a toda la familia, os lo agradecemos de corazón», ha repetido en varias ocasiones.

Concha Velasco formó parte de la memoria cultural de varias décadas y, encarnó también los cambios de este país en ese tiempo: desde la españolada cómica hasta el gran teatro, pasando por Berlanga, la serie cuidada, el culebrón televisivo y su separación de Paco Marsó radiografiada sobre el papel couché y bajo los focos del plató de Jorge Javier Vázquez. La tragedia griega y el drama íntimo. No había género ante el que se arrugara la Velasco, ni el del corazón. «Yo me atrevo a todo», le dijo una vez a Tony Leblanc, su compañero de cine y amigo del alma con el que coincidió en Historias de la televisión, película con la que alcanzó la fama a los 26 años, en 1965, y que la subió a un carrusel del que ya no se apeó nunca.

Ella misma reconocía que, aunque estaba encantada con su trayectoria vital y profesional, tenía sus «grises oscuros y negros». Empezó siendo Conchita. Una niña, Concepción Velasco Varona, que nació en Valladolid pero vivió su infancia en la ciudad de Larache, en el norte de Marruecos. Hija de militar y maestra. De pequeña iba a clases de ballet y danza española. A los quince años formó parte del Cuerpo de Baile de la Ópera de A Coruña, ciudad por la que mostraba «adoración». Se fue a Madrid y se enroló en la compañía de Manolo Caracol y en la de Celia Gámez.

Su madre le decía: «Hija mía, procura cantar lo menos posible». Así lo confesaba la artista en un programa de TVE. Y, pese a todo, con su desparpajo lanzó aquella canción de la Chica yeyé en Historias de la televisión, un tema de los años sesenta que sigue agitando las caderas de este siglo, convirtiendo cualquier fiesta en un repentino guateque.

Trabajó a las órdenes de Mariano Ozores, José Luis Sáenz de Heredia y Pedro Lazaga, y junto a intérpretes como su querido Tony Leblanc, Alfredo Landa, José Luis López Vázquez y Antonio Ozores. Ella misma fue el hilo que trajo de vuelta a aquellas películas a la tele con el programa televisivo Cine de barrio, espacio en el que dio el relevo a Carmen Sevilla. En la pequeña pantalla ya había debutado en los años sesenta en Estudio 1, aquel espacio que llevaba el teatro a la televisión. Trabajó también en series como Teresa de Jesús, Compañeros, Motivos personales, Herederos, y Velvet. Fue la anfitriona de Sorpresa, sorpresa.

En el 2013 recibió el Goya de Honor a toda una carrera, un galardón que se le entregó en la fiesta de los nominados. Tenía 73 años. Y fue su noche. Concha, sin complejos. «Tengo la edad y la trayectoria para este Goya, ya me tocaba», decía al llegar. Comentaba con desparpajo que lucía «un Armani comprado en las rebajas» como le había recomendado Maribel Verdú. Luego lloró. Lloró antes de empezar su discurso mientras acunaba y besaba al cabezón. «No pensaba emocionarme, pero ya sabéis que no hay nada que me guste más que estar en un escenario», confesaba. Aprovechó para reclamar papeles y recordó que se pasaba la vida persiguiendo a productores y directores «como Berlanga». Quizás entonces esperaba interpretar todavía a la Celestina, como había comentado más de una vez. Y le quedaban las asignaturas pendientes de trabajar con Pedro Almodóvar, al que dijo que no debido a compromisos previos, y de trabajar con Alejandro Amenábar. Pero en su madurez se sentía satisfecha. «Tengo mucho más de lo que merezco, de lo que hubiera pensado y deseado», aseguraba. 

Poco más de un año después anunciaba en la revista ¡Hola! que tenía cáncer. «Me han detectado un linfoma, pero voy a plantarle cara a la enfermedad con todas mis fuerzas», decía desde la portada, con un chal rojo y su gran sonrisa a juego.

Aseguraba que, si no existiera el cine, ella lo hubiera inventado. Pero tenía pasión por el teatro. Asegura que le permitía «envejecer con dignidad». También recibió el Max de Honor. Entonces citó a Santa Teresa, haciendo un homenaje a uno de sus personajes: «Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa». Pero reconoció que le había costado muchos años ganar aquel premio. «No sé por qué, seguramente porque no me lo merecía», apuntó. Los escenarios le sirvieron tragos muy dulces y amargos. Triunfó, pero producir el musical Hello Dolly le trajo la ruina (literalmente). Dio vida a obras de Antonio Gala y en sus últimas actuaciones interpretó grandes papeles dramáticos (Hécuba, Juana la loca y La metamorfosis).

Pese a su salud, se resistía a retirarse. Tenía mucho que interpretar, mucho que decir. Incluso quería escribir un libro, porque, paradójicamente, se considera una gran desconocida para el público. «Quiero desmontar a Conchita», repetía. «Conchita, siempre trabajando, sin tiempo para vivir», se lamentaba. Pero dejó las giras teatrales en el 2021 porque se lo pidieron sus hijos. Su última función fue en el  teatro Bretón, en Logroño. Se despidió con un «que sean ustedes muy felices y hasta siempre». 

 

 


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