La Voz de Galicia

Taylor Swift: ella es el mayor espectáculo del mundo

Cultura

Antía Díaz Leal Lisboa / E. La Voz

La cantante americana, que esta semana llega a España, arrasó en Lisboa. Esta es la crónica del concierto

27 May 2024. Actualizado a las 15:32 h.

«Lisboa, tú y yo vamos a irnos en un gran viaje juntos», dijo Taylor Swift a poco de arrancar su primer concierto en Portugal. Y vaya si fue un gran viaje. Arropada por cerca de 60.000 personas en el Estádio da Luz, que cambió los colores del Benfica por un desfile de lentejuelas, disfraces y purpurina, la cantante estadounidense se marcó más de tres horas de concierto en su primera parada en la Península en esta desmesurada gira, The Eras Tour, que está batiendo todos los récords de la música en directo. Más de tres horas sin parar, un repaso a toda su carrera, una docena de cambios de vestuario, tres espacios, una cabañita en el bosque para la fusión de sus dos discos más indies, Folklore y Evermore, fuegos artificiales, espectaculares proyecciones sobre el suelo en el que actúa, y hasta una nave espacial. Swift ha tirado la casa por la ventana, y no tiene nada que demostrar ante un público que aguantó horas de cola sin ningún sentido en los alrededores del estadio, ni siquiera cortados al tráfico.

Con los asientos asignados, llegamos a la cola cuando las puertas ya estaban abiertas. A pesar de ello, y a 26 grados, soportamos una espera que nadie fue capaz de explicar. «¿Esta cola para qué acceso es?», nos preguntan una docena de veces. «¿Y la cola para el piso tres?». Es la de al lado. Y es que en una acera de tamaño medio, la organización apañó dos carriles de cola, uno en cada sentido. La situación era tan absurda que los de la cola del piso tres acabaron echando las vallas abajo. Porque las horas pasaban y apenas nos movíamos unos pasos. De hecho, los teloneros (entregadísimos Paramore) comenzaron con retraso para no actuar ante un estadio vacío, y recortaron su paso por el escenario para que la cuenta atrás para Swift no acumulara un retraso mayor.

MIGUEL A. LOPES | EFE

Todo empieza con esa cuenta atrás en la que el público enloquece. Todo el mundo sabe que los bailarines ocultan a la estrella, que aparece bajo una especie de alas de colores pastel para atacar con una versión reducida de Miss Americana & The Heartbreak Prince. Empiezan las lágrimas: a mi lado, una cría que no llega a los 18 años llora desconsolada abrazada a su madre. Se sabe hasta las comas de las canciones y se pasa el concierto cantando cada una de ellas y grabándose a sí misma.

Enfundada en uno de los ya famosos bodies que Versace ha diseñado para ella, Swift se lanza con uno de los grandes clímax de la noche, Cruel Summer. «Olá!» dice, y Lisboa se lanza a cantar uno de los puentes más famosos del pop. Es el primer set de la noche, el de Lover. Seguirán Fearless y Red, que arranca con 22 y que explica a la perfección cómo es posible que los que pasamos de los 40 disfrutemos del concierto como si tuviéramos esos 22 años que canta Swift. Esta era se cierra con uno de los momentos más esperados: los brillantes 10 minutos de All Too Well, coreados a pleno pulmón por el público. Un público que, reconoce la cantante, es uno de los más increíbles que ha conocido. Una prueba: en una gira que los fans de Taylor se saben al dedillo, apenas hay espacio para improvisar. Ni por parte de la cantante, ni por parte del público. Todo el mundo sabe que después de Champagne Problems, hay que lanzar la ovación más ruidosa. Pues bien, la primera noche en Lisboa fue la más larga de toda la gira. Tanto, que se encendieron las luces para que una emocionada Swift pudiese ver claramente las caras de sus seguidores. Esta es una de las claves del éxito de la cantante, que tantos no se explican e incluso desdeñan: nunca, en ningún concierto de alguno de mis grupos preferidos, había sentido algo parecido a esta comunión con decenas de miles de desconocidos. Si esto se parece a lo que sienten los seguidores de un equipo de fútbol cuando asciende o gana una Liga, ahora entiendo todo. Cómo comprender, de otra manera, que tan solo el sonido de unas botas pisando con fuerza para arrancar uno de los mejores sets de la noche (el de Reputation) provoque una descarga generalizada en las gradas del estadio. O que el fantástico set de 1989 sea una auténtica celebración de lo mejor del pop, al ritmo de Style y Blank Space.

MIGUEL A. LOPES | EFE

Y para todos aquellos que crean que allí solo había adolescentes con pañales (por cierto, antes y después del concierto la gente iba al baño como todo hijo de vecino), habría que reconocer a los padres que cubrieron sus calvas con pegatinas de brillantes colores para sumarse a la fiesta con sus hijos, a respetables señoras y señores que pasaban de los 40, que se disfrazaron y se lanzaron a cantar las letras que se sabían y a aplaudir las que no. Ningún swiftie desatado nos miraba mal a los recién llegados.

La respuesta del público en su primera noche en Lisboa fue tan espectacular, que Swift regaló ya no las cuatro canciones habituales del set acústico, el único momento para la sorpresa de la noche, sino cinco. Y lo hizo con un estreno de su último disco, Fresh Out The Slammer, y una canción The Way I Love You, que no había cantado en toda la gira y que los swifties más acérrimos celebraron entre gritos. «Tendría que haber venido antes», dijo Swift en su propia versión del «menos mal que nos queda Portugal».

En la gira europea, la estadounidense ha añadido un nuevo set para presentar The Tortured Poets Department, su último trabajo. El público se las sabe todas a pesar de que tiene apenas unos meses. Pero ya estamos todos esperando el fin de fiesta, con la llegada de Midnights y algunos de los momentos más conocidos del concierto: el juego de sillas de Vigilante Shit, y la fiesta total que es Karma. Una chaqueta llena de flecos (que lucían muchísimos fans a pesar del calor), confeti, fuegos artificiales, y la despedida de un auténtico espectáculo. ¿Es la música pop otra cosa que no sea esta celebración, pura alegría? Es posible que haya mejores cantantes, mejores grupos, montajes más sencillos pero efectivos, las mismas pulseras con luces led, sonidos más cuidados. Pero ahora mismo, no hay un espectáculo mayor.

MIGUEL A. LOPES | EFE

Brillo y más brillo

A los que tengan la suerte de haber conseguido entradas para esta semana en Madrid, un par de consejos: no, no son demasiadas lentejuelas. Siempre hay alguien que lleva más o que se ha currado el body de una sola pierna para Reputation. Antes de anochecer, en las gradas brillaba el reflejo del sol en los espejos de las lentejuelas del público. No, no llevas demasiadas pulseras de la amistad. No, nadie habla de pañales en la cola. Sí, en Lisboa podías entrar con tu propia agua y te daban un vaso al entrar si te hacía falta. Y sí, también dejaban entrar con una pequeña batería portátil. Si se acaba, no te agobies. Antes de que acabe el concierto habrá decenas de vídeos subidos a todas las redes sociales. Apaga el móvil, déjate llevar y únete al circo. Porque el mayor espectáculo del mundo es este. Es ella.


Comentar