La Voz de Galicia

Dámaso Alonso, el poeta a rachas que soñaba con cruzar el Eo antes de morir

Cultura

XOSÉ MARÍA PALACIOS LUGO / LA VOZ

La publicación de su obra más conocida, «Hijos de la ira», cumple 80 años

22 Jul 2024. Actualizado a las 05:00 h.

Cuando, a finales de los ochenta, el puente de los Santos había facilitado la comunicación por carretera entre Asturias y Galicia, uno de los mayores deseos de Dámaso Alonso, que entonces tenía 90 años, era cruzar a pie ese viaducto. No era un deseo imposible, ya que el puente tenía a ambos lados aceras que facilitaban el tránsito peatonal entre las dos orillas de la ría ribadense. Tampoco ese anhelo carecía de razones, puesto que su padre era ribadense —una placa en la casa natal lo recuerda—, su madre tenía orígenes en Castropol y él vivió en Ribadeo varios años de su niñez. La aspiración del poeta, que nació en 1898 y que murió en 1990, no se pudo cumplir, pero sí fue trasladada por teléfono —vivía en Madrid— a otro poeta, Miguel Sande, que era, y es, periodista de La Voz de Galicia y que la recogió en un artículo en este diario.

Si los orígenes de Dámaso Alonso estaban en las dos riberas del Eo, también puede decirse que su amplia dimensión cultural echó raíces en dos orillas, la de la investigación filológica y de la docencia por un lado y la de la creación poética por otro. La primera lo convirtió en un catedrático universitario de cuyo magisterio se beneficiaron, entre otros, Emilio Alarcos Llorach, Fernando Lázaro Carreter y José Luis Pensado Tomé; lo hizo una voz de referencia para el conocimiento de poetas del Siglo de Oro o contemporáneos; lo elevó a la dirección de la Real Academia Española, y le permitió lograr una colección de doctorados honoris causa que seguramente no tenía parangón en España, como, también en este periódico, escribió un gran amigo suyo, el profesor y ensayista ribadense Dionisio Gamallo Fierros.

Si, en cambio, se habla de la generación del 27, con facilidad aparecen nombres imprescindibles de la poesía española —Federico García Lorca o Luis Cernuda, Rafael Alberti o Vicente Aleixandre—, pero quizá Dámaso Alonso tarde más en ser citado como miembro de este grupo. Acaso se deba a que él, como recordó Lázaro Carreter, se definía como «poeta a rachas», aunque esas ráfagas llegaron con tanta fuerza como la de un vendaval azotando la ría de Ribadeo.

Una de las rachas más intensas, seguramente la más conocida, tuvo lugar hace 80 años con la publicación de Hijos de la ira (en abril de 1944). Algunos poetas del 27 estaban muertos en cunetas (Lorca) o exiliados (Alberti, Cernuda...), y otros (Aleixandre), resignados a algo que parecía un exilio interior. El primer poema del libro, titulado Insomnio, resuena como un golpe seco desde el principio: «Madrid es una ciudad de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas)».

Estructurado en poemas largos que recuerdan, acudiendo de nuevo al magisterio de Lázaro Carreter, a salmos del Antiguo Testamento, van apareciendo textos cuyos títulos no dejan indiferente ni son un canto a la forma por la forma (La injusticia, En el día de los difuntos o El último Caín, por ejemplo). No obstante, en medio de la desesperanza de 1944 de quien vivía en el Madrid de la posguerra hay destellos, como los del poema La madre, que bien pueden considerarse ternura («Madre, no temas. Dulcemente arrullada, dormirás en el bosque el más profundo sueño. / Espérame en tu sueño. Espera allí a tu hijo, madre mía»).

Asco ante la injusticia

El contexto en el que apareció el libro ejerció una influencia que el autor no solo no negó sino que reconoció abiertamente. Dijo que Hijos de la ira se había concebido como un libro de protesta «cuando en España nadie protestaba» y que lo había escrito «lleno de asco ante la estéril injusticia del mundo y la total desilusión de ser hombre». La aparición del libro, cuando en España aún sangraban las heridas de la Guerra Civil y aún faltaba un año para el final de la Segunda Guerra Mundial, refuerza la teoría de Dámaso Alonso como poeta de rachas, puesto que su anterior obra, El viento y el verso, se había publicado veinte años antes, y la siguiente, Hombre y Dios, tardaría diez en ver la luz.

Ya en Hijos de la ira hay contenido religioso, presente, por ejemplo, en el poema A la virgen María. Fue, según Lázaro Carreter, un libro que sirvió de ejemplo a poetas más jóvenes, por cuya obra Alonso sintió interés: así, como también apuntó Dionisio Gamallo Fierros en el citado artículo en La Voz, dedicó trabajos a autores como Blas de Otero y José María Valverde.

El Ribadeo con el que soñaba desde Madrid no le dispensó indiferencia, pues se le dio su nombre al centro de educación de adultos inaugurado en 1988 y se organizó un congreso en 1998, en el centenario de su nacimiento. El Dámaso Alonso con raíces familiares galaicoasturianas fue también un estudioso de la lengua gallega de las tierras cercanas al Eo, y acompañó esas investigaciones de una cercanía que mantuvo incluso viviendo a casi seiscientos kilómetros: «Falemos galego, nenín», dijo una vez, en Madrid, a una visita.


Comentar