La Voz de Galicia

El gallego Chema Prado, el gran amor de Marisa Paredes: «Le pedí a Pedro Almodóvar que me la presentara»

Cultura

G.V. Redacción / La Voz
Chema Prado atendió a los medios a su llegada al tanatorio

El lucense, uno de los nombres más destacados de la historia del cine español, dice adiós a la gran diva de la escena, su pareja durante 40 años. «A través de él, he amado Galicia», contaba la intérprete a La Voz

17 Dec 2024. Actualizado a las 17:26 h.

El mundo de la interpretación dice adiós a una de sus divas, mientras un gallego despide al amor de su vida. Tras conocerse este martes el fallecimiento repentino de Marisa Paredes a los 78 años, un rostro emocionado, el de su pareja Chema Prado, daba las explicaciones pertinentes. Él ha sido la pareja de la gran dama de la escena durante los últimos 40 años.

José María Prado (Rábade, 1952) también es una de esas estrellas de cine. Pero de las que posan pocas veces frente a los objetivos de los fotoperiodistas. En su currículo, 27 años como director de la Filmoteca Española, de 1989 al 2016, cuando adelantó su jubilación. Antes, desde 1976, ya había trabajado en el Departamento de Programación. Su nombre es historia del cine español y la importancia de su trabajo ha ido más allá de nuestras fronteras, tanto en el campo de los archivos fílmicos como de la producción cinematográfica. Desde 1993 hasta 1999 fue miembro del Comité Ejecutivo de las FIAF, por no hablar de sus participaciones como jurado en importantes certámenes de cine o de su obra fotográfica, campo en el que empezó a exponer hace más de 30 años por numerosas ciudades del mundo.

Chema Prado dejó Rábade a los 8 años cuando le llevaron interno a los jesuitas de Vigo, donde estuvo hasta 1968. Su lazo con A Coruña siempre será eterno porque en la ciudad herculina pasaba los veranos con su madre y sus hermanos.

En el 2019, su pareja, Marisa Paredes, le acompañaba durante un homenaje que recibió en A Coruña. «A través de él he amado a Galicia», explicaba la actriz a este periódico. «Me gusta todo: la comida, los Cantones, la gente... tiene magia esta ciudad», decía sobre A Coruña.

En los años 70, los padres de Prado se instalaron en Madrid, donde estudió arquitectura de interiores, pero no pudo escapar de esa magia del cine que ya le rondaba. «Montamos un estudio que nos iba muy bien al tiempo que colaboraba con alguna revista de cine. Como empecé a ganar dinero pronto, viajaba mucho a festivales de cine internacionales. Luego me contactaron desde la que entonces se llamaba Filmoteca Nacional para formar parte del equipo. Durante seis meses intenté compatibilizar mi trabajo con la filmoteca, pero era imposible. Así que me quedé con lo que de verdad me gusta: el cine. Dejé de ingresar dinero, claro, pero nunca me he arrepentido de esa decisión», le contaba a La Voz de Galicia en el 2019.

Paredes y Prado, en el 2001, en el Festival de San SebastiánEuropa Press

De Rábade a Madrid

En la memoria de Chema Prado, ya como gran hombre del séptimo arte, siguen el cine Man de Rábade, donde vio Yuma, de Sam Fuller.

Aunque nunca dio el salto al otro lado de la pantalla, en su vida están y han estado grandes como los directores Arthur Peen, Manoel de Oliveira o Bernardo Bertolucci. Entre sus amistades, Guillermo del Toro o John Malkovich. Es más, Chema Prado es el padrino de su hija. «Ha venido a pasar vacaciones a Galicia. Y se llevó pimientos de Padrón para plantarlos en una finca que tiene en Francia», decía a este periódico. 

Entre todo ese glamur, otra estrella, Pedro Almodóvar, le presentó al amor de su vida, Marisa Paredes. «Acababa de rodar Entre tinieblas y yo le pedí que me la presentara. Fue en Venecia», explicaba a La Voz. Era 1983 y de esa forma tan natural, casual y mágica comenzaban 40 años de amor. 

Paredes, con Almodóvar en el 2000, tras recibir el Óscar por «Todo sobre mi madre»IGOR AIZPURU

Marisa había tenido una relación anterior de siete años con el director Antonio Isasi-Isasmendi, con quien tuvo a su hija María (1975), también actriz. Nunca se casaron como tampoco lo hizo con Chema, a pesar de esa unión de cuatro décadas. Nunca sintió el matrimonio como algo suyo. No le gustaba ese tipo de compromiso. Eso no significaba que hubiera amor.

De esta sólida relación, apenas hablaron públicamente. Apenas posaron juntos. La vivían en la intimidad. De lo poco que se supo de su convivencia fue el que consideraban su refugio porque se lo mostraron a la revista de arquitectura AD. Se trata de una vivienda en la planta 21 de Torres Blancas, en Madrid, donde Prado había alquilado una piso. «Aquella primera época fue divertidísima. Había en la última planta un restaurante buenísimo al que, ocasionalmente, porque era muy caro, le pedíamos que nos preparara la comida y nos llegaba a través del montaplatos. Era todo mágico y tan misterioso», decía la actriz a esta publicación. Un apartamento de 120 metros que usaban como segunda vivienda. Allí conservan dibujos, pinturas o fotos que son regalos de Bigas Luna o Almodóvar, entre otros. 

Juntos y cómplices posaban divertidos en las fotos de esta revista en el 2019. Del recorrido por ese apartamento llamaba la atención la foto que Chema Prado le hizo a Marisa Paredes en los primeros años de su relación. No era la única: la gran dama de la escena también estaba inmortalizada en su dormitorio. A modo de cabecera, la habitación está presidida por la imagen de la actriz dormida sobre la cama en un hotel de Roma.

Su vivienda habitual es la que tienen en el barrio de Chueca, donde se mezclaban con los vecinos y con sus ilustres invitados. «Marisa y yo hemos hecho varias tortillas para gente como Malkovich o Bertolucci, adictos a los pimientos de Padrón. Es el producto que más transporto, gusta mucho», decía Prado a La Voz.


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