La navaja siempre afilada de Triángulo de Amor Bizarro
Cultura
El trío ofrece un soberbio concierto en la sala Garufa de A Coruña, revisando al completo su quinto disco homónimo y «Año Santo»
21 Dec 2024. Actualizado a las 12:57 h.
Decía esta semana el periodista Nando Cruz que en Triángulo de Amor Bizarro se encuentran los 20 años mejor llevados del indie nacional. El grupo, que lleva meses celebrando sus dos primeros decenios de vida artística, no da signos de agotamiento. Al contrario, es capaz de revisar su obra anterior en toda su extensión y hacerla sonar con el mismo brío de una novedad recién editada.
Con todo el papel agotado en el Garufa de A Coruña ofrecían el tercer concierto gallego de esta gira especial en la que, antes de empezar cada pase, se eligen con una baraja de cartas qué dos discos al completo se van a interpretar. Como en sus reglas se indicaba que no podía haber repeticiones de repertorio en la misma comunidad, se sabía de antemano que iban a revisar íntegros Triángulo de Amor Bizarro (2020) y Año Santo (2010), dos títulos separados por diez años de distancia.
El primero quizá sea su cima hasta la fecha y, tocando al completo, se mostró como la joya que es. Oscuro, tenso, serpenteante por momentos, afilado en otros, muestra la mayor variedad de caras del sonido aparentemente monolítico del grupo. Las lecturas de Fukushima, Ruptura, Vigilantes del espejo y ASMR para ti ponían sobre el escenario a un grupo pletórico en su nuevo formato trío. Espléndidamente sonorizados además por Carlos Hernández, su productor de siempre y técnico de sonido del directo.
La parte dedicada a Año santo sonó más abrupta y punk. Elevando volúmenes, incrementando la rugosidad noise y extrayendo la energía de hace 14 años, cuando el grupo caminaba en el alambre, para exponerla con el doble de fuerza en una fase totalmente estable. Un álbum que empieza a tope con De la monarquía a la criptocracia —y su público, alguno por encima de los 50, haciendo gozosos pogos— y en el que aparecía más que nunca la huella ruidosa y siniestra de Sonic Youth.
Tras cumplir con lo pactado, el grupo siguió en el escenario tocando otros temas del repertorio, como Robo tu tiempo, El himno de la bala o aquel El fantasma de la transición con el que empezó todo hace mucho tiempo. Ese tema fue moldeado en el local que la banda tenía en la avenida de Fisterra en sus inicios, a pocos metros de donde se celebró el bolo. Entonces, como una gloriosa y rabiosa anomalía, aparecieron en un mundo musical coruñés que en una buena parte los repudió con ira. Les dijo que lo suyo no era música. Los insultó con saña. Y sentenció con arrogancia que no iban a durar ni un suspiro. Se equivocaron de cabo a rabo. Ayer en el Garufa sí estaban Triángulo de Amor Bizarro, quienes volvieron a sacar esa navaja que, tal y como cantan, siempre es conveniente llevar. Lució perfectamente afilada. Más incluso que en aquellos días de bronca, ruido y descontrol. Lo que viene a refrendar las palabras de Nando Cruz. Los 20 años mejor llevados del indie español. Claro que sí.