Los problemas creativos del Dépor lo apean de la Copa
Deportes
El Atlético no fue mejor, pero aprovechó el único error del conjunto coruñés
15 Jan 2004. Actualizado a las 06:00 h.
Las dificultades creativas que el Deportivo tiene en casa pasaron esta vez una dura factura con la eliminación en la Copa del Rey. Y lo que más duele es que no se debió a los méritos del rival, sino a la incapacidad coruñesa para ganar un partido en casa. El Atlético volvió a ser un rival gafe en este torneo, en el que elimina por quinta vez a los coruñeses en cinco duelos. Esta vez el Dépor tiró del público con una actuación decente en cuanto actitud, pero tan rácano en ideas como los precedentes en Riazor. No se puede negar que puso garra y que arriesgó más en la zona de creación, dejando en el vestuario el aire cansino del pasado domingo. Los centrocampistas intentaron romper la telaraña del Atlético con incursiones por el medio y paredes que, al menos, evitaron el estatismo desesperante de partidos anteriores. Pero el equipo sigue con un evidente problema creativo. Muy poca gente por delante del balón. Cuando los atacantes reciben la pelota no tiene a un blanquiazul en leguas a la redonda, y así es muy difícil realizar un fútbol de toque, con semejante distancia ya no entre las líneas, sino entre los futbolistas. Las pizcas de calidad corrieron a cargo de Fran, con sutilezas de su cosecha. El trabajo lo puso esta vez todo el equipo, sin excepción, que trabajó para contrarrestar las contras del Atlético. Una labor dura, pero imprescindible y que funcionó bien hasta que llegó el mazazo del rival en el único fallo -grave- de la zaga en todo el partido. Los rivales se saben la lección de Riazor. Como estaba en el guión, el Atlético buscó el contraataque, bien pertrechado y con hombres rápidos por delante de la pelota. En cuestión de diez minutos el rival había metido media docena de balones a la espalda de la defensa coruñesa. La velocidad de Andrade y la precisión en el fuera de juego abortaron las acometidas rojiblancas, pero es indudable que el Atlético salió a jugar con una consigna clara de Gregorio Manzano: pelotas directas a los atacantes desde la media e incluso desde la defensa. La segunda consigna del adversario no está muy claro que fuese de su entrenador. Simeone y sus secuaces llegaron con el firme propósito de dar cera. El argentino dejó la marca de sus tacos sobre Fran en cuestión de segundos. Y con él, sus compañeros. La patada de Musampa a Duscher, difícil de ver para el árbitro, es de explusión. En el Dépor se vieron algunas cosas interesantes. En primer lugar, la presión arriba de Munitis. Con él, Pandiani ya no tapa en solitario y su trabajo es más eficaz. El cántabro está sensacional en el plano físico y sólo le falta continuidad para afinar el toque. En lo negativo, las complicaciones del Dépor para generar ocasiones de gol. Y para marcarlas, porque el equipo ha perdido la pegada que lo caracterizaba hasta la campaña anterior. Al final, el corazón pudo más que la cabeza y el Dépor perdió los nervios. Scaloni, con el asistente del árbitro. Tristán, con Irureta en el banquillo, antes de entrar al campo. La realidad es que el equipo cayó por sus propias dudas y temores. El verdadero Deportivo sólo afloró cuando estaba contra las cuerdas y con el partido cuesta arriba. Ni siquiera la entrada de Djalminha, solicitada por el público, sirvió esta vez para poner en orden las parcas ideas de un equipo al que le cuesta Dios y ayuda dar profundidad a su juego.