La Voz de Galicia

El «camaleón» que quiso dirigir el deporte olímpico

Deportes

Francisco Pastor

Ex presidente del Comité Olímpico Internacional

18 Oct 2009. Actualizado a las 02:44 h.

El jubilado no se retira. Diez años después de que lo echaran de la presidencia del Comité Olímpico Internacional, Juan Antonio Samaranch (Barcelona, 1920) continúa a sus 89 años apareciendo en todas las fotos.

Su actuación en defensa de Madrid 2016 pudo ser definitiva. Igual que lo fue la de João Havelange. Mientras el brasileño pronunció un discurso lleno de vida y optimismo pidiendo que el COI le regalara los Juegos, el ex dirigente de la Delegación Nacional de Educación Física hizo todo lo contrario. Jugó la baza de la lástima y ofreció una imagen de una España alicaída y débil. El resultado, ahí está.

Es su apego al cargo. Su afán de protagonismo. Sus ganas de estar. Un hombre capaz de servir al régimen franquista en primera línea ocupando puestos significativos como el de concejal de Deportes de Barcelona, presidente de la Diputación de la primera provincia catalana, amén de dirigir la citada Delegación Nacional de Educación Física. Pero también un Maquiavelo moderno que supo amoldarse a los nuevos tiempos y en plena transición hizo las maletas y se fue a Moscú como embajador. Allí se alió con la cúpula de los socialistas soviéticos. Una alianza que le permitió hacerse un sitio en el COI y llegar a dirigirlo.

Fue durante la época más dura de la guerra fría. Con medio mundo boicoteando los Juegos de Moscú, Juan Antonio Samaranch se hizo fuerte e inició una carrera político deportiva internacional en la que será recordado como el presidente que vivió dos vetos (Moscú y Los Ángeles) y a punto estuvo de vivir el tercero, con los Juegos de Seúl. Incluso estuvo salpicado por el escándalo de corrupción de Salt Lake City.

Eran momentos en los que Samaranch era alguien en el deporte internacional, aunque nunca arriesgó lo más mínimo en beneficio de los que en su día lo apoyaron. Un ejemplo: jugó al hockey sobre patines y nunca consiguió que su deporte fuera olímpico.

Ya sin peso alguno en el COI, España está pagando sus errores. Es uno de los países que menos representación tiene en el órgano de gobierno olímpico. Solo un asiento que ocupa su hijo. Un voto que fue insuficiente para que Madrid hiciera realidad la corazonada de ser sede de los Juegos Olímpicos del 2016.


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