«El secuestro de Quini fue duro»
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Amador Lorenzo, exportero del Barcelona, Madrid, Hércules y Murcia rememora sus años jugabndo en Primera División
28 Sep 2013. Actualizado a las 07:00 h.
A Amador Lorenzo Lemos no le gusta mucho hablar de fútbol. Pero si lo hace, este exportero profesional de Bueu es una enciclopedia viva del balompié español en la década de los 70 y 80. Como todo niño empezó su romance con el esférico en el equipo de su pueblo, el Bueu, y con 13 años lo fichó el Pontevedra. Defendió la meta del Madrid, Hércules, Barcelona y Murcia. Cerca de 20 temporadas en Primera División, ganando ligas, copas y con la inexplicable derrota en la final de la Copa de Europa -hoy Champions- en Sevilla contra el Steaua en 1986.
Compartió vestuario con galácticos cuando aún no se había alcanzado la estratosfera. Maradona, Pirri, Juanito, Schuster, Santillana...
Pero antes, el club granate había sido su hogar hasta los 19 años, edad en la que uno de los denominados grandes, el Real Madrid, lanzó sus redes en Pasarón y lo pescó. «Estuve un año en el Castilla y luego ya me pasaron al Madrid».
En el Bernabeu vivió a la sombre del mítico Miguel Ángel, también meta titular de la selección, aunque como él dice, «discutible». «Tenía más de 20 años y yo lo que quería era jugar», detalla Amador, para explicar que su suplencia lo llevó a fichar por el Hércules. «En el Madrid no me dejaban salir, pero confiaba en mis posibilidades, tenía necesidad de jugar y me fui», pese a que acababa de renovar con los merengues cuatro temporadas.
En el Rico Pérez era uno de los indiscutibles del once titular herculino. Su arte en el blindaje de la línea de meta alicantina despertó el interés del otro de los llamados grandes, el Barcelona. «Después de mi primer año en Alicante me quiso el Barça, pero rechacé la oferta», sostiene Amador, ojeador del cuadro catalán en Galicia, responsable de la Galería Sargadelos de Vigo y dueño de la panadería Amadro de Bueu.
Artola, Urruti
No era una cuestión de prepotencia. «El cuerpo lo que me pedía era jugar -señala-. No iba de crack, pero acabé firmando en el Camp Nou». Su primer año como azulgrana disfrutó de la titularidad, pero solo hasta la mitad de la temporada. Artola, el excancerbero culé, recuperó su protagonismo, y luego saltó a escena Urruti. «Desde entonces jugué con intermitencia», admite. Pretendía irse, «pero el Barça no me dejaba». Amador Lorenzo completó allí, finalmente, seis temporadas.
Confiesa que de pequeño era seguidor del Barcelona, pero que la relación con el combinado catalán se estrechó con la llegada del astro holandés al Camp Nou, Johan Cruyff. «En mi taquilla de Pasarón tenía su foto», explica.
En su época catalana, el guardameta disfrutaba de la compañía de Schuster, de Maradona... «Diego (Maradona) era un espectáculo, era buenísimo -subraya el buenense-. Pero a mí el que me impresionó fue Schuster. Era técnico, fuerte y hacía mejor a los demás».
En el Camp Nou formaba un triángulo especial con Alexanco y con Quini. De hecho, de sus mil anécdotas futbolísticas, Amador recuerda con tristeza el secuestro de Enrique Castro Quini por ETA. «El secuestro de Quini fue duro, fue lo peor».
«Viví directamente su secuestro porque teníamos una relación como de casi hermanos», apunta. «Alexanco y yo sufrimos en todos los aspectos. Aquello nos unió todavía más. Dormíamos esos días en casa de Quini pendientes de una llamada de teléfono», recalca. «Menos mal que tuvo un final feliz, y feliz entre comillas, ya que las secuelas le quedaron», indica.
En el aspecto de dirección, por otro lado, fueron muchos los entrenadores que en un momento u otro dirigieron a Amador bajo palos. Menotti, Kubala, Udo Lattek, Molowny...
«Tuve la suerte de tener a los mejores entrenadores del mundo, tanto en el Madrid como en el Barcelona, pero del único que aprendí algo fue de (Terry) Venables», afirma. «Simplificaba mucho el fútbol y los detalles. La sencillez era lo suyo», apunta.
Hoy en día lamenta el «tremendo bajón» que pegó el fútbol español a nivel de equipos. «Por desgracia esto parece la liga turca, con dos equipos que cuentan con una diferencia abismal sobre los otros».
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