A los pies de Gonzalo García
Deportes
El futbolista gallego marca cuatro goles en la Liga chipriota con el Anorthosis
22 Jan 2014. Actualizado a las 07:00 h.
Franco Baresi lo vio claro hace trece años. Aquel chaval de Teo tenía talento. El tiempo se ha empeñado en darle la razón al mito milanista, que no dudó en acudir a Santiago para intentar reclutar al gallego Gonzalo García (Montevideo, Uruguay, 1983), delantero de precisión fanático de otro no menos talentoso: Álvaro El Chino Recoba.
En aquella ocasión, el Real Madrid salió al cruce en las negociaciones entre el club italiano y el propietario del futbolista, el Compostela. De nuevo, y tras haber salido a los catorce años de su Uruguay natal, Gonzalo García tenía que volver a meter su vida en una maleta.
La capital de España (Alcorcón, Mérida, Palencia) dio paso a otra etapa complicada en los Países Bajos, en la que Gonzalo se vio obligado a superar una grave lesión de espalda. No solo lo logró sino que relanzó su carrera (AGOVV Apeldoorn, Heerenveen, Heracles Almelo, Venlo y Groningen dos veces). Chipre aprovechó su progresión (AEK de Larnaca). La particular cruzada del delantero gallego culminó en Israel (con la Liga para el Maccabi de Tel Aviv de Jordi Cruyff y Óscar García).
De nuevo en la isla mediterránea a préstamo en el Anorthosis, Gonzalo García vive otro momento dulce. También en lo personal. El futbolista y su pareja Alba acaban de ser padres de Adriana, que crecerá entre Larnaca y Santiago.
Anteayer lo tradujo en cuatro de los seis goles que marcó su equipo en el campo del Doxa (plagado de españoles). A estas alturas, Gonzalo García otorga importancia relativa a episodios similares: «No cabe duda de que es una alegría marcar cuatro goles y que no se marcan todos los días, pero el año está yendo normal dentro de mis parámetros [lleva nueve goles en trece partidos]».
Volver a Israel tras la cesión no está entre los planes del gallego (aunque matiza: «Esto es fútbol, las cosas cambian casi de un día para otro») pero regresar a Chipre fue una acertada decisión, a su juicio. «La vida en Tel Aviv es espectacular. Pero en el año en que yo estuve volvieron a sonar las sirenas de alarma después de cinco años en silencio. No tienes sensación de peligro, pero te hace pensar. Chipre es mucho más tranquilo. Además, hay muchos españoles en la Liga y estamos encantados», relata.
¿Tanto como para dilatar el inicio de otra etapa en España? La respuesta es firme: «Volveré seguro a vivir a Galicia. Soy gallego y uruguayo. Mi situación actual se debe a la adaptación profesional. Estoy fuera porque me conviene. Los clubes de España no pueden hacer frente a condiciones como las que tengo aquí. Pero a veces eliges cuándo dejar el fútbol y otras es el fútbol el que elige cuándo dejarte a ti», argumenta.
El Anorthosis cuenta con el respaldo de su dueño, multimillonario con origen en Baréin, y Gonzalo García con el de su pareja, Alba Castelo. «Solemos integrarnos allí donde estamos. Yo me manejo en inglés y algo de holandés aprendí; ella intenta aprender el idioma local», explica.
Con todo, evita ser mostrado como modelo a seguir. «No soy ejemplo de nada. En el fútbol para salir tienes que tener la opción. Creo que el que sufre los impagos en España y tiene opción de salir, sale. No compensa quedarse ni en Segunda. Pero ahora no es como antes. Ya no hay tantas oportunidades de salir», analiza.
Para Gonzalo, la decisión clave en su vida fue abandonar Uruguay con solo 14 años de edad para vivir en Galicia. «Aunque cuando uno es joven tiene recursos y la mente abierta. Nunca lo pasé mal en ningún lado», matiza.
Pero mudarse a Holanda cambió su carrera profesional. «Fue complicado por la lesión, pero allí me hice un nombre. Fue clave que me fichase un equipo de Primera. Una vez que entras en la rueda es más sencillo. Hubo que trabajar duro. Te hundes, te levantas. Hay presiones que sobrellevar y confianza que conservar. La cabeza es tan importante como el físico», afirma.
«Tengo muchos amigos en Holanda. El campeonato holandés es precioso. Los campos llenos. Salvo excepciones, muy civilizado», recuerda. «Aquí cada dos por tres jugamos a puerta cerrada porque sancionan a nuestros hinchas. Aprietan mucho al rival con bengalas y demás, pero también a nosotros. Tienen mentalidad de equipo grande. Un par de pases malos o media hora de juego floja y ya pitan», dice.
«Lo primero que echas de menos es la familia, los amigos, estar en contacto con ellos, por mucho que haya Internet. Por otra parte, en Chipre los productos de mar son buenos, pero en Galicia son excelentes. Mi familia tiene una pizzería en el centro comercial As Cancelas, La Rinconada, y echo mucho de menos esas pizzas», describe.