El auténtico fin de ciclo del Barça
Deportes
La salida del Tata marca el adiós de la era más brillante de la historia del conjunto azulgrana
19 May 2014. Actualizado a las 12:36 h.
El Barça sumó 87 puntos en la Liga 2013-14, los mismos que logró el equipo de Pep Guardiola para ganar el título en la gloriosa temporada del triplete (2008-09). Louis van Gaal y Frank Rijkaard hicieron sus dobletes ligueros con 74-79 puntos y 84-82, respectivamente. El legendario Dream Team de Johan Cruyff, todavía con el modelo de dos puntos por victoria, levantó tres de sus cuatro Ligas en el inicio de la década de los 90 en el último partido, dependiendo de otro resultado (no como hubiera pasado este año), y tras temporadas muy irregulares. Y, sin embargo, la sensación de los días previos al Barça-Atlético era que si el campeonato lo hubiera ganado el equipo del Tata Martino habría tenido menos valor que todos los comentados. Incluso se debatía sobre si sería un título merecido, como si la posibilidad de superar en la clasificación final a los finalistas de la Liga de Campeones fuese un juego de niños.
Así es el elitismo del entorno azulgrana, que sigue añorando el lujo futbolístico de la exitosa era Guardiola. Sin embargo, lo sucedido el sábado en el Camp Nou (1-1 y Liga para el Atlético), el hecho de acabar el campeonato con tres tristes empates y el pobre fútbol ofrecido en el último tramo de competición dan la razón a todos los nostálgicos. Esta vez no hacen falta voceros chillones en tertulias televisivas para proclamarlo a los cuatro vientos con demasiadas prisas: ahora sí es un auténtico fin de ciclo. Y como dijo Mascherano, «hay que asumirlo para volver a crecer». El presidente, Josep Maria Bartomeu, avanzó movimientos de todos los colores: «La renovación será profunda». Y la liderará Luis Enrique, el entrenador ideal en este momento porque conoce el Barça por dentro y tiene el carácter necesario.
La traición al estilo
Es cierto que el club conquistó sus tres últimas Ligas con 99 puntos (2009-10), 96 (2010-11) y 100 (2012-13), pero ese no ha sido el motivo de que el técnico argentino nunca haya tenido el viento a favor. Incluso en las primeras jornadas, cuando el ritmo era de récord, se estaba más pendiente de si se perdía la posesión de balón en Vallecas, pese a la goleada del Barça, o de si se traicionaba el estilo con algún pase largo más de la cuenta o partidos de más ida y vuelta. El técnico argentino comprobó pronto que se quedaba corta aquella frase que pronunció en agosto para indicar que pocas cosas iba a cambiar («Me dejaron caer aquí como a un paracaidista») al haber llegado con carácter de urgencia por la enfermedad de Tito Vilanova, sin tiempo para idear un proyecto propio y asumiendo el del entrenador anterior, apenas matizándolo con alguna idea personal. Incluso aceptó quedarse con casi 20 colaboradores de Tito por no dejarles sin trabajo ya sin tiempo para buscarse la vida. Fue un grave error, pues siempre hubo desconfianza entre sus colaboradores reales y los antiguos, que han acabado filtrando métodos antiguos y poca mano dura.
Tras el pitido final de Mateu Lahoz el sábado en el Camp Nou, la afición azulgrana estalló en un grito: «¡Atleti, Atleti.!». No solo fue un reconocimiento a los méritos del equipo del Cholo Simeone o un arranque de deportividad admirable. También fue una forma de castigar de la forma más hiriente al Barça. Aplaudiendo a su verdugo que ha exhibido todo lo que se añora de un equipo de fútbol en decadencia: solidaridad, sacrificio, esfuerzo, entrega, coraje... Ahora sí es un final de ciclo. El Tata se marchará ahora a un lugar donde le dejen hacer sin comparar de forma constante con una etapa maravillosa «que ya no volverá», tal y como reconoció Mascherano.