García de Loza: «Tenía esperanzas de ir a la Eurocopa o al Mundial, pero me salió un churro»
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En la polémica final de Copa entre el Madrid y el Barça arbitrada por García de Loza, el carismático árbitro gallego se destacaba como una de las estrellas del fútbol del momento
09 May 2016. Actualizado a las 11:35 h.
El reloj de la internacionalidad se paró para Raúl García de Loza en la final de Copa del 90. El carismático árbitro gallego se destacaba como una de las estrellas del fútbol del momento. Provocador y abanderado de una nueva generación de colegiados, aquel Madrid-Barça que dirigió en Valencia le marcó para siempre. Ganaron los azulgrana por 2-0 y supuso el germen del Dream Team de Cruyff y el declive de la Quinta del Buitre. Pero el partido también se recuerda como uno de los más broncos enfrentamientos entre los eternos rivales, una ensalada de tarjetas y polémica que 26 años después no se ha cerrado.
«Yo tenía esperanzas, porque era internacional, de ir a la Eurocopa o el Mundial, pero me salió un churro. No encontré colaboración ninguna», sentencia García de Loza, que, aunque nacido en Lugo, y después de vivir muchos años en A Coruña, reside ahora en Santiago. Y aún revela: «Tenía bastante buena relación con Míchel y le pedí que si de verdad era amigo mío, me lo demostrase. Tenía necesidad de que me saliera un partido bordado. Pero a los diez minutos ya lo había amonestado».
Una de las decisiones que más le criticaron fue la expulsión de Hierro. Le llegaron a decir que había destrozado la final y el árbitro, que se retiró a mediados de los noventa después de más de 180 partidos en Primera, hace autocrítica: «Todos los árbitros tenemos un baremo de 0 a 10 y puedes amonestar o no. Yo arbitraba el partido antes de empezar y decía: «Cuando llegue al 5-6, tarjeta amarilla». Ahora, con la veteranía, tenía que haber pensado que era una final de Copa y un Madrid-Barcelona, y tenía que haber esperado al 8 o al 9, porque cuando muestras la tarjeta en una jugada merecedora, luego se puede volver a dar otra similar. Y si en la primera la sacaste, también en la segunda. Yo ahora me doy cuenta de que tenía que haber sujetado un poco la primera tarjeta. Pero estás en un ambiente muy tenso y Hierro era un jugador duro, no era una monjita, y jugaba con los codos, pero era el árbitro el que tenía que tener la habilidad».
Para él, aquel clásico había comenzado una semana antes: «Desde el nombramiento tuve una cámara de televisión detrás de mí cuando salía de casa. Me grababa al ir a trabajar a la Telefónica y al salir. Me grababa luego en casa con mi madre, haciendo los entrenamientos, cómo cogía el avión para ir a Madrid... y te sientes incómodo. Te están vigilando y te crean una incertidumbre y una incomodidad».
García de Loza reconoce que era un árbitro «contestatario y que iba mucho a los medios de comunicación». «¿Qué te podían hacer, sacarte un partido? Eran 15.000 pesetas. Ahora son casi 5.000 euros. Me habían sancionado tres o cuatro veces. Yo llamaba a casa por si había llegado un sobre y le preguntaba a mi madre si era anchito o finito. Si era anchito, con la resolución, quería decir que en un mes o así no iba a hacer ningún partido, si era finito, solo contenía la hoja con la designación», explica.