«Vives una vez, intenta ser feliz»
Deportes

A la contraFue campeón de España de cros antes de brillar en el fútbol, en el que echa de menos más cercanía
13 Mar 2017. Actualizado a las 12:50 h.
«Solo vives una vez, así que intenta ser feliz». Es la ley que rige la vida de Patxi Salinas (Bilbao, 1963), un futbolista reconvertido a entrenador cuya vida y anécdotas no cabrían en un libro. Es todo elocuencia. Lleva media vida en Vigo pero mantiene intacto el acento vasco que adereza con pasión y viveza en cada historia que narra. Un aventurero nato que se fue a sobrevivir a Honduras; con 46 años se marchó a Malta a estudiar inglés, se encontró compartiendo piso con dos estudiantes coreanas y acabó entrenando a un equipo de Primera. Ahora se divierte y sufre en el banquillo del Rápido de Bouzas. Un tipo que añora los tiempos en los que el fútbol y los futbolistas estaban más cerca de la gente. Como cuando él y sus compañeros acababan de entrenar en A Madroa y se iban al Casqueiro a comerse una tapa de pulpo, charlar con la gente y jugar a los chinos.
-¿Lo del fútbol le viene de familia?
-¡Qué va! A mis padres les gustaba mucho, pero mi madre trabajaba en la limpieza y mi padre en la recepción de un hotel. De hecho, yo comienzo siendo campeón de Euskadi de cros. Jugaba en el Athletic y me gustaba correr, así que con 13 años competía. Todos los domingos mi madre se levantaba a las cinco de la mañana para acompañarme por todos los pueblos de Euskadi. Nos cogíamos trenes y buses, porque no teníamos coche y no había para taxis, y allá me iba a correr, hasta que a los 14 el Athletic me dijo: O fútbol o atletismo. ¡Y menos mal que elegí el fútbol! Acerté de pleno.
-¿Y a eso del fútbol, cómo llegó?
-Los del colegio fuimos a un torneo a Lezama, mi hermano Julio y yo les gustamos, nos hicieron una prueba y entramos. Fue estupendo que nos cogieran a los dos. Éramos dos hermanos de un barrio que todos los días, hiciese sol o cayese txirimiri, nos íbamos con la mochila al hombro al puente de Deusto a coger el autobús que nos llevaba a Lezama. Volvíamos a las once de la noche y nos íbamos andando cuarenta minutos hasta casa.
-¿Qué cree que habría sido de usted si el fútbol no se cruza en su vida?
-Yo era un loco de los coches y las motos. De críos, con 14 o 15 años, descargábamos camiones y vendíamos papel para ahorrar para comprarnos unas motos. Trabajé en un taller arreglando coches y a mí me apasionaba, creo que hubiese sido mecánico.
-Pero claro, el fútbol se metió de por medio...
-Sí, y me ha hecho muy feliz. A los 15 años fui seleccionado por España y ahí comencé a creer que podía ir en serio. A los 19 jugué la final de la Copa del Rey contra el Barcelona, que posiblemente, porque además era un crío, es el partido que más me ha marcado.
-¿Por qué dejó el Athletic?
-Hubo un problema entre la plantilla y el presidente, y yo, como capitán, di un paso al frente. El presi, Lertxundi, no podía pagarlas con todos, así que la pagó conmigo. Me echó a pesar de que me quedaban dos años más de contrato y de que éramos muy, muy amigos. Fue el momento más duro de mi vida. Había tenido muchas ofertas para marcharme, y muy buenas, pero nunca quise salir, solo me movían mis sentimientos. Pero la vida da lecciones y me marché para algo: para conocer un club en el que he sido felicísimo y una ciudad increíble. A ese presidente, en vez de tenerle rencor, le estoy agradecido. Aquí he encontrado la felicidad absoluta. Ahora nos llevamos de cine y cuando voy a Bilbao jugamos a las cartas.
-¿Fichar por el Celta fue un impulso o meditado?
-¡Si casi ni ficho! Yo no tenía intermediario. Me vine a Vigo a hablar con el club porque estaba Txetxu Rojo, y el clima de la reunión había sido súper tenso. Tanto, que yo le digo a Txetxu: ‘Oye, que me voy, que esta gente no ha mostrado interés ninguno en mí, que solo me preguntaban por qué me habían echado’. Me marché, pero Txetxu me insistía y al final cargué las maletas en el coche y fiché. Me vine a un recién ascendido en el que los fichajes eran un tal Gudelj, Cañizares del Mérida, Engonga que no sabía ni de dónde salía, y Tito Vilanova, ¡del Barcelona B! ¡Y yo venía de jugar diez años en Primera! Cuando llegué me encontré un equipo que no tenía medios más que para salvarse y comenzamos a viajar en autobús a todos los partidos. ¡Me parecía la hostia! Repasaba los rivales: País Vasco, Zaragoza... y yo pensaba, ¡a ver si baja alguno y sube uno de aquí cerca! [risas]. En el Celta he sido muy feliz.
-Partido en el Molinón. Mostovoi se marcha del campo y usted le obliga a regresar.
-¡Qué recuerdo! Nos jugábamos muchísimo en aquel partido, y me dicen los compañeros: ‘Se ha pirado el ruso’. Yo digo: ‘Pues ya vendrá otro’. Y me dicen: ‘¡Que no hay más cambios, que se ha pirado del campo!’. Miro y le veo en el banquillo. Me voy allá, unos empujándolo para fuera y yo tirando de él para el campo. Decía que le molestaba la pierna y le dije: ‘¡Pues si no puedes correr, te quedas quieto, pero de ahí no te mueves!’. Y se quedó en el campo todo el partido. Para nosotros fue muy duro después. Las peñas se subían por las paredes, le querían matar. Ahora es una anécdota, pero entonces él lo pasó mal. Yo creo que ahí me uní mucho más a Mostovoi. Vi que estaba hundido y teníamos dos opciones, ayudarle o que acabase la temporada y el club le echase. Para mí era el mejor jugador de la historia del Celta y no se podía ir. Empezamos a involucrarlo, a darle cariño, y a partir de ahí conocimos al Zar. Ha sido el jugador más grande que he tenido como compañero.
En corto
-Una experiencia que le haya marcado.
-Ir a Supervivientes. Me pasé 60 días allí, una semana solo, pasé hambre y adelgacé 14 kilos. Cuando regresé no era capaz de ver a alguien dejar sobras en el plato. Me siento orgulloso y afortunado por haber vivido experiencias inimaginables.
-¿Aspas o Aduriz?
-50/50. Mentiría si eligiera. Soy un 50 % del Athletic y un 50 % del Celta. Los dos me han dado todo lo que soy. Y si tuviera que decir un tercero, diría el Real Madrid, porque conmigo siempre ha tenido grandes detalles.
-¿Cocochas o pulpo?
-Pulpo.
-Una bebida.
-Agua.
-¿Su plato favorito?
-Centolla de la Ría de Vigo.
-¿Una película?
-Cualquiera de Rocky.
-Un libro.
-Mi verdad, de Julio Alberto.
-¿Es supersticioso?
-Ni soy supersticioso ni tengo manías.
-Una colección.
-La de camisetas de futbolistas que tengo, guardo sobre unas 600. ¡Es mi auténtico hobby!
-Y su favorita es...
-Buf, muchas, pero quizás la de mi hermano en el Mundial de Estados Unidos contra Italia, firmada por todo el equipo, Plácido Domingo y el actual rey.
-El futbolista que más le ha marcado.
-Muchos, pero por encima de todos, Maradona.
-Una pesadilla.
-La final de la Copa del Rey que perdí con el Celta. Lo he soñado mil veces.