Los otros vendavales de Augusta
Deportes
La racha de Dustin Johnson y la irrupción de Rahm animan la previa del Masters, agitado por el tiempo
06 Apr 2017. Actualizado a las 07:37 h.
Siempre con un pie en la innovación y otro en el culto al pasado, el Masters actúa como cordón umbilical entre distintas épocas de la historia del golf. Antes de destrozar el campo y abrir una época en 1997, Tiger Woods se empapó el último de prácticas previo al torneo de los consejos de Seve Ballesteros. El genio de Pedreña había liderado antes la edad de oro europea que sucedió a la tiranía de Jack Nicklaus. Como este había relevado antes al todopoderoso Arnold Palmer. Al igual que El Rey hizo con Sam Snead a finales de los cincuenta. ¿Y ahora qué? Veinte años después del terremoto sacudido por Tiger Woods en Augusta, el trono lo discuten un puñado de jugadores. Tanto, que en las tres últimas temporadas el primer puesto del ránking mundial ha cambiado una docena de veces. Esa volatilidad se mide desde hoy en Augusta (Movistar + Golf, 21.00). Durante las tres últimas primaveras, Jordan Spieth surgió en el mítico recorrido de Georgia como el nuevo líder. Sorprendió en el 2014, cuando empató en la segunda plaza con solo 20 años; dejó una ristra de récords a sus espaldas con su exhibición del 2015; y desperdició un triunfo cantado cuando llegó a los nueve últimos hoyos con cinco golpes de ventaja en el 2016. Aquel domingo perdió parte de su aura el chico que nunca se venía abajo, el mago de los putts interminables. Solo celebró un par de victorias menores desde entonces. Ahora acapara los focos Dustin Johnson, el pegador que revienta la bola con medias de 272 metros con el driver, el vigente campeón del US Open, el ganador de los tres últimos torneos que ha jugado. Johnson no tiene victorias en el Masters y solo ha terminado allí un par de veces entre los diez mejores, pero lo hizo en las dos últimas ediciones. Se anuncian tormentas en Augusta para hoy. También se espera un vendaval, que deben protagonizar Johnson, el sensacional emergente español Jon Rahm y el propio Spieth, aunque llegue más tapado esta vez.
Si en el golf las cosas sucediesen como anticipan los pronósticos, el Masters se prepara para una transición: de la época de los putts milimétricos de Spieth, guiados por las fórmulas de su cadi, el matemático Michael Greller, al dominio de los zambombazos de Johnson y Rahm. Augusta, cuyos rediseños lo alargaron de los 6.251 metros de su estreno en 1934 hasta los 6.798 de hoy, exige ahora un juego de larga distancia, pero ha permitido pelearlo a jugadores de distinto molde en las últimas ediciones.
Johnson no solo luce el cartel de número uno mundial. Llega al Masters después de vencer en sus tres anteriores torneos, algo que no lograba nadie desde que lo hizo Hubert Green en 1976. ¿Qué otros favoritos emergen? Defiende el título Danny Willett, pero el inglés no gana un título desde entonces. Rory McIlroy, que recobra su nivel tras recuperarse de una fractura por estrés en las costillas, todavía persigue su primer título en Augusta. Y aunque solo tiene 27 años, su historial de oportunidades perdidas en el Masters desde aquel colapso del 2011 empieza a pesar en su contra. Hideki Matsuyama, en el mejor momento de su vida, soporta el peso de encarnar las ansias de Masters de todo un país, Japón. Entre los veteranos, nadie descarta a Phil Mickelson (tres veces ganador en Augusta) ni a Henrik Stenson, ni a Jason Day, ni a Bubba Watson... Pero los focos iluminan a un par de jóvenes: en Estados Unidos, a Justin Thomas, la gran esperanza norteamericana, con 23 años, tres títulos recientes y un puñado de récords de precocidad. Y en Europa, a Rahm, el debutante dispuesto a todo, el número 12 del ránking, el ganador en Torrey Pines, el ambicioso pegador de Barrika. Completan la nómina de españoles Sergio García, Rafa Cabrera y Chema Olazábal.
El cáncer de la madre de Day le apartó del Mundial match play y varió sus planes
La vida sacude cada cierto tiempo a Jason Day. Con 12 años perdió a su padre por un cáncer de estómago, se entregó a las borracheras y su adolescencia incluyó peleas y amistades inadecuadas. El deporte, como a tantos otros, terminó salvándole para la vida primero y convirtiéndolo en un gran fenómeno del golf después. El cambio lo obró su paso por una escuela con internado, recomendada por su futuro cadi, Colin Swatton, y que obligó a su madre a hipotecarse por segunda vez.