La Voz de Galicia

Ferenc Szabo: «No creo en la ayuda divina»

Deportes

Pablo Gómez Cundíns La Voz

Es el gran artífice de los grandes éxitos internacionales en Galicia, desde su llegada en 1991

30 Dec 2019. Actualizado a las 05:00 h.

Ferenc Szabo (Budapest, 1956) es el gran cimiento y piedra angular de la halterofilia en Galicia. Entrenador del CH Coruña y director técnico de la selección gallega, ha conseguido hitos individuales y por equipos jamás imaginados. Y lo que queda.

-Llegó en 1991. Ya pasa usted por gallego.

-Con una frase corta, o dos o tres palabras, pues puede que sí, pero como tenga que hablar más, es imposible disimular mi acento.

-¿Ha vuelto a Hungría?

-Todos los veranos, a ver amigos y familiares, que cada vez quedan menos. Ellos también vienen a vernos a mi esposa Lilian y a mí.

-¿Y no le preguntan cómo llegó a esta esquina del mundo?

-Sí, claro, pero les cuento la historia real, no invento nada: me llegó una oferta de trabajo.

-Acababa de caer el muro de Berlín.

-Era todo incertidumbre en el mundo del deporte. Hasta entonces, ser deportista de alto nivel era tener una existencia segura. Estaba muy subvencionado. Yo era funcionario. Y entrenando con el equipo del ejército me lo pasaba genial, muchas bromas, muchos piques, un nivel altísimo... Pensé que a partir de entonces no sería lo mismo. Mi plan era venirme para dos años, no era tanto riesgo. Tenía pensado volver, pero esto era encantador y...

-Su esposa fue campeona del mundo máster, usted campeón nacional... ¿el secreto era el «goulash»?

-Jajaja, pues no teníamos costumbre de comerlo. Ahora Lilian lo hace riquísimo y siempre que vienen amigos a casa se lo reclaman. No, el secreto no era el goulash.

-Con 23 años y en plena luna de miel, la explosión de una bombona de cámping gas le arrebató una pierna. Ahí se acabó todo.

-De ninguna manera. Ahí empezó todo. Como era joven, no tomé tan mal el accidente, no pensé en la fatalidad. Ya sabía que iba a ser entrenador... No creo que haya una ayuda divina para conseguir lo que quieres. Tienes que llegar con tus propias fuerzas.

-¿Sigue yendo a correr?

-Ahora menos, pero porque voy más en bici.

-¿Practica más deportes?

-Desde siempre. Hacía pentatlón moderno (equitación, natación, tiro olímpico, esgrima y carrera), gimnasia artística..., pero lo que más me gustaba era el piragüismo.

-¿Y sigue con la halterofilia?

-Algo levanto, pero menos tras el accidente. Hago pesas tres o cuatro días a la semana. Si estoy dos días seguidos sin tocar la barra, me entra una depresión...

-Eso también lo confesaba Irene Martínez...

-Es que lo que más satisface es el estado posterior al entrenamiento, ese cansancio saludable.

-¿Se recuerda sin la haltera?

-No, porque crecí con ella. Mi padre fue el primer presidente de la federación húngara, internacional y fue a unos Juegos Olímpicos. Me fascinaba la atmósfera de los entrenamientos. Me enganchó. Gente madura y fuerte, honesta, muy sana y con muy buen humor, gente de campo con su propia jerga. Utilizaban una crema para el calentamiento que desde entonces asocio a este deporte. Aún sigue existiendo y algunas personas las usan en su vida diaria, y yo voy por la calle, percibo ese aroma tan penetrante y pienso: «¡Halterofilia!».

-¿Ha cambiado ese ambiente?

-En nuestro gimnasio, no. Vienen con gusto. Somos una piña.

-Ya tiene mérito usted, vivir de la halterofilia en Galicia.

-Fue, y es, muy complicado. Porque antes no había nada. Soy afortunado porque mi afición es mi trabajo y vivo en el sitio más bonito del mundo.

-Hombre... Budapest no es precisamente feo...

-Yo nací a cien metros del Parlamento... ¿conoce la zona? Cuando naces en un sitio así no te das cuenta de lo bonito que es, pero cuando te vas a vivir a tres mil kilómetros, lo ves de otra manera.

-También hay que saber acertar en las decisiones. Una virtud.

-Bueno, Lilian me influyó bastante para elegir el buen camino. Allá también estaba contento, no lo veía del todo claro y ella me impulsó. Además, quería ver mundo.

-¿Cree que ha sembrado halterofilia en Galicia?

-Los principios fueron muy duros. Esto tiene que seguir adelante. Yo llego a la edad de jubilación en tres años y no voy a estar para siempre. Pero los que eran mis pequeños ahora tienen 30 años y seguro que seguirán. Es un orgullo. Cada vez nos conocen más, nos saludan por la calle...

-Derribó estereotipos.

-Sí, como el de que los niños se quedan pequeños o se convierten en monstruos. Piensan que hacemos unos esfuerzos tremendos y es todo técnica, elegancia, armonía. Había un desconocimiento total. O hacer que nadie piense en el dopaje. Hace treinta años decías que habría deportistas de aquí logrando medallas internacionales sin doparse y se reían. Ahora lo ven. Hay valores. Los deportistas nos sobreponemos a las dificultades de otra manera. Tenemos otra capacidad de aguante.

-Pero cuando destacan, se van de su lado al CAR.

-Así es la vida del entrenador de provincias. Pero no todos se van. Algunos incluso vuelven. Hay que ser muy fuerte mentalmente para sobrellevar el tiempo muerto sin entrenamiento o estudio.

-Si se me estropea un mueble, ¿le puedo llamar para que me lo arregle?

-Mejor llama a mi esposa Lilian, que le gusta el bricolaje, pero cuando no consigue hacer lo que quiere, me pide ayuda a mí, que no me gusta... je, je... Yo tengo un estupendo seguro de hogar que incluye horas de profesionales para arreglos y las aprovecho bien, je, je...

-¿Cocina?

-El goulash lo hace mi esposa, pero todo el mundo conoce mi tortilla francesa de los sábados, al estilo húngaro, con chorizos, pimientos, alta, blandita por dentro y crujiente por fuera... y con muuucha paprika bien picante.

-¿Viaja?

-Por placer, siempre en los últimos treinta años, ha sido a Hungría en coche. Seis mil kilómetros, idea y vuelta. Estoy varias semanas y necesito el coche allá, además de que llevamos y traemos muchas cosas, y aprovechamos para visitar a mi cuñada, que vive en Italia, cerca de Bolonia.

-¿Escucha música?

-Ya no tanto. De joven, heavy y rock progresivo. Pelis y series, nada, porque me come el tiempo la halterofilia. Y más a finales de año, con todos los informes por hacer. Me levanto a las 6.30 horas y no me llega el tiempo.

-Pero la música la puede poner en los entrenamientos.

-Mis atletas ya traen música para entrenarse... pero es su música... je, je...


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