Muerde la bala
Deportes
Opinión de José Luis Losa
30 May 2021. Actualizado a las 05:00 h.
Aquellos que presentían al City de Guardiola con un ligero favoritismo, los 10 primeros minutos de partido los devolvieron a la ley de acero de la Champions: el club de los poseedores de este título tiene estricto criterio de admisión, más selectivo que los campos de golf de Puerta de Hierro. En lo que va de siglo XXI tan solo un nuevo equipo ha logrado ser aceptado en el gotha. Y fue precisamente el Chelsea, cuando venció en el 2012 al Bayern. Los otros 20 últimos campeones ya repetían título. El City de Guardiola, como el PSG de Tuchel el pasado año, son parvenus. Y cuando llaman a las puertas de cielo, se les despacha como si su nuevorriquismo afease solo su candidatura. Claro, se puede hablar del proyecto de Guardiola como algo más que los royalties de Qatar. El perfume de ese sello tantas veces usurpado, el cruyffismo. Pero háblale de Cruyff a titanes como Kanté. A tipos como Antonio Rüdiger, que salvó lo que era ya 1-0 del City con una intervención de gladiador tracio. A cancerberos como Thiago Silva, Jorginho o Azpilicueta. Tuchel ha construido en menos de seis meses una maquinaria de batalla que sale al césped con nueve agonistas mordiendo la bala. Eso sí, y con un golden boy como Mount, capaz de servir en O Dragao el gol a Havertz en una asistencia angelical. Y un showman ya autoconsciente de su rol, Timo Werner, de nuevo dejando constancia de que hacer goles es un gesto de mal gusto. Y fallarlos un arte de la cofradía de Cardeñosa, cuya foto lleva Werner como fondo de pantalla de su i-pod.
Materializado el gol de Havertz, el City mostró la evanescencia del sello Guardiola cuando sus equipos llegan escasos de gasolina. Nunca pareció creer en la remontada. Y noqueado el que es su emblema fantasista, De Bruyne, el Chelsea echó el cierre a media hora del final. Porque mientras Kanté mordía la bala una y otra vez, los citizens de Guardiola parecían masticar polvorones, con mandíbula de cristal.