La Voz de Galicia

Aquí todo el mundo opina

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Pablo Gómez Cundíns

16 Nov 2024. Actualizado a las 18:42 h.

La libertad de opinión está sobrevalorada. Sucede de forma inversamente proporcional al esmero con que se preserva el derecho a una información plena, rigurosa e incontestable. Las redes que tiende el primer engaño ahogan la necesidad vital de que la segunda premisa se cumpla.

Porque hay personas a las que les va la vida en ello, mientras otras juegan a la ruleta rusa con un tambor trucado. El horror que les ha atrapado, sin embargo, les concede que un cañonazo desde fuera del área le toque la línea de flotación al que amenaza con dejar el balón a medio gas.

Son las personas que dejaron de tener miedo y ya no quieren dormir con la puerta abierta, porque saben que cubrirse los ojos no sirve de nada y solo hace falta encender la luz para que el fantasma desaparezca.

Son aquellas que cruzan el océano en el sentido opuesto al que lo hicieron sus ancestros, pero se ven incapaces de sacudirse la negra herencia que les atormenta en jaula de oro.

Hay corrientes que parecen imposibles de remontar, por mucho que se den palos al agua. Algunas desembocan en ciénagas políticamente nada correctas. Una foto, un voto, un gol por la escuadra, un país en el alambre, un Mundial a la vuelta de la esquina tan pungente que es mejor evitar catar, una memoria frágil.

¿Quién pagó la fiesta del cambio de siglo? Pobre del que quiera robarnos la ilusión. Es extraordinario. Hay recuerdos tan sutiles a los que parece que les ha llegado el momento de su necesaria restauración, porque corren el riesgo de acabar metamorfoseándose en la verdad. Y la verdad no se deja opinar.

La red confunde, arrastra, atora y ejecuta. Ya es hora de darle al gas, del portazo, de poner negro sobre blanco, de renovar los votos y de preguntar cuál era el actor al que le tocó el papel de malo y acabó salvando el thriller. La inflación aboca al trueque. Nunca es tarde para cambiar opiniones por preguntas.


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