Rodrigo Germade, bronce en los Juegos de París: «En el podio al ver a mis hijas me cayó la lagrimilla»
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«Ahora me acuerdo de mi mujer, que dejo todo por venirse conmigo a Asturias», dice el morracense, al asalto de su tercera medalla en el K2
08 Aug 2024. Actualizado a las 22:20 h.
Pensó en retirarse tras su sexto puesto de Río 2016, y este jueves Rodrigo Germade (Cangas, 1990) sumó su segunda medalla olímpica. «Analizando la regata quizá las calles pegadas a las gradas estuvieron más resguardadas del viento en contra. Por eso, Ucrania hizo tan buena regata, cuando no contaba tanto. Podía habernos ayudado ir por ahí. Pero la realidad es que tuvimos dos rivales por delante que fueron una barbaridad. Alemania son unos verdaderos bestias. Y Australia, pues una sorpresa, aunque llevan tiempo demostrando un nivel muy bueno».
—Iban primeros en el paso por los 250 metros. Como querían.
—Sí, es nuestra ventaja, la verdad. Tenemos potencia, hacemos esa primera parte de prueba muy buena y debemos explotarlo. Un K4 500 es una embarcación muy grande y pesada. Si ves una gráfica de velocidad, se coge un pico y ya se desciende todo el tiempo. Se subirán frecuencias de paleo, pero para no perder la velocidad; la tendencia es a caer.
—En ese ecuador, como primeros, ¿piensa en la opción del oro?
—Sí, sí, en todo momento. Yo lo tenía clarísimo. Al cruzar la meta pensé que habíamos ganado.
—Por eso en un primer momento el bronce les sabe a poco, antes de reflexionar.
—Claro, si vas todo el tiempo pensando y sintiendo el oro... Si ves que todo sale bien, y al final te marcan tercero...
—Pero pasan unos minutos... Y ya dirá «soy doble medallista olímpico».
—Sí, ves que lo que has hecho es una locura. Yo siempre digo que ya solo ir a los Juegos es muy difícil, pues sacar una medalla es tremendo. Y nosotros ya lo hemos hecho por partida doble. Es un orgullo tremendo. Muy poca gente puede decir eso.
—¿Cuándo se emocionó?
—En el podio, al ver a mis dos hijas justo enfrente, sí que me cayó un poco la lagrimilla.
—Y la mayor, Claire, de cinco años, ya entiende lo que pasa.
—Claro. ¡Sabe latín! (ríe). Pero todavía no he podido hablar con ella. Ni con mi mujer. Con la videollamada me caerá otra lagrimita.
—Usted pensó en dejar el piragüismo después de ser diploma olímpico en Río. ¿De qué momento de su carrera se ha acordado ya?
—De mis hijas y de mi mujer, que son los que me aguantan todo el día y las que sustentan todo esto. Mi mujer hizo un sacrificio muy grande al seguirme a Asturias. Dejó todo para irse a vivir conmigo, formar una familia y trabajar allí como odontóloga. Mis dos niñas son gijonesas por ese motivo. Y estamos muy cómodos y muy bien en Asturias. Me acuerdo de eso, porque sin su apoyo sería muy difícil.
—Ser medallista es fantástico, pero tener dos podios es aún más insólito.
—Es un orgullo, una satisfacción, aunque queda ese resquemor del oro. Somos deportistas y tenemos la ambición en nuestro ADN, pero hay que poner los pies en la tierra y valorar el bronce. Hay gente que viene muy preparada y se va sin nada. Es una verdadera locura. Yo estoy muy agradecido de sumar estas dos medallas a Galicia, a España y a mi palmarés.
—Cangas se volcó.
—Aún no pude ver el móvil, pero sé que hicieron un buen lío. Es emocionante.