La Voz de Galicia

Galicia en París 2024: dulce participación, agria recompensa

Deportes

Pablo Carballo

La expedición batió el récord de presencia, pero no alcanzó los resultados de Tokio

12 Aug 2024. Actualizado a las 08:45 h.

«La vida me ha cambiado en un segundo extraño. Demasiado brillo, demasiado impacto. Me ha venido grande para ser exacto. Ya sé que no es para tanto». Además de una serie recomendable, Breaking Bad es uno de los temas más reconocibles de uno de los iconos españoles del indie rock. En él, Leiva, un habitual cada verano del Náutico de San Vicente do Mar, en O Grove, reflexiona sobre la presión que supone el éxito en la vida personal. «Creías que sería el mejor. Cuidado con las expectativas», dice la letra. La perspectiva depende de ellas. Los Juegos han sido un éxito para Galicia desde el punto de vista de la presencia, que no es una cuestión menor. La delegación que partió desde la esquina noroeste peninsular llevó a París a más integrantes, 26, que a ninguna otra cita olímpica. En Tokio, entonces de récord, habían sido 21. Hasta Londres 2012, nunca habían superado la decena. Si contemplamos el éxito que supone clasificarse para alcanzar la Villa Olímpica, las expectativas están sobradamente cumplidas.

Tres de los cuatro repiten

De Tokio, siete deportistas de la expedición gallega regresaron con medalla. De París volverán cuatro. Tres de ellos repiten. El K4 de Rodrigo Germade y Carlos Arévalo trajo de nuevo alegrías. Plata en Tokio, bronce en París. «Muy pocos tienen dos medallas olímpicas», puso firme el pecho el betanceiro. «Al ver a mis hijas en el podio se me cayó un poco la lagrimilla», admitió Germade. Un paisano suyo fue otro de los agraciados el último día. Los Hispanos volvieron al podio del balonmano, aunque los augurios esta vez no eran tan halagüeños al haber necesitado del Preolímpico para ganarse la plaza. Rodrigo Corrales se colgó su segundo bronce. «A veces, ni nos lo creemos nosotros».

El que todavía no sabía lo que suponía morder un metal era Enmanuel Reyes Pla. Apeado por una controvertida decisión arbitral en Tokio de la lucha por las medallas, el hispanocubano, residente en A Coruña, palpó en París un bronce que le supo a poco. «Me sentí ganador todo el combate. Salí a buscarlo, pero los jueces no vieron mis golpes, y sí los golpes fantasma de mi rival». Con el paso de las horas, la medalla tomó sabor. Cuestión de expectativas.

Diez de los expedicionarios gallegos a Tokio volvieron con un diploma olímpico. De París serán ocho, aunque Antía Jácome lo trae por duplicado. Y van tres. «De verdad que este cuerpo no tenía nada más para dar. Un cuarto puesto hay que conseguirlo. En algún momento subiremos a ese podio olímpico». Teresa Portela, Carolina García, Rodrigo Conde, Caetano Horta, Ana Peleteiro, Yulenmis Aguilar y Teresa Abelleira han conseguido el mismo reconocimiento.

El tiempo ayudará a cicatrizar las heridas que quedan. En Ana Peleteiro, a la que embarró la lluvia. «He visto la otra cara de la moneda, pero no se acaba aquí». En Adrián Ben, al que la quinta mejor marca de las series no le permitió acceder a la final del 800 por el extravagante sistema de calificación que rige el atletismo. «Momento durísimo. Nos hemos esforzado a muerte pero no ha podido ser». En Belén Toimil, al que un puñado de centésimas le impidieron lanzar con las mejores. «Estoy harta de que no me salga. Ver que se ha pasado con tan poco, con marcas que sé que puedo hacer, es para pegarse un tiro». En Tere Abelleira, en Támara Echegoyen. En Manu Ochoa, que iba lanzado hacia la final de kayak cros y penalizó por saltarse la última puerta. En Tariku Novales, que acabó con sangre en los pies y lejos de sus números. «Tengo la sensación de haberle faltado al respeto al maratón». Las expectativas.

Cangas aumenta su leyenda olímpica

A Cangas, le apellidan de O Morrazo en honor a la península que encabeza. Al norte limita con Bueu. Al este, con Moaña. Y al sur y al oeste con el mar. Tiene entre cuerpo y espalda dos rías, la de Vigo y la de Aldán, y de frente el Océano Atlántico. En el último censo roza los 27.000 habitantes. Menos que los que pueblan los barrios obreros de Os Mallos, en A Coruña, y de Coia, en Vigo. No hay en Galicia, y su caso es singular en el mundo, un municipio que en proporción a su población acumule semejante gloria olímpica. Y sin proporción tampoco.

No es extraño que, desde Sídney 2000, Cangas se engalane cada cuatro años. Que David Cal tenga su propia calle. Teresa Portela, una estatua. Que Perucho, Carlos Pérez, le dé nombre a un paseo. Que haya una plaza de los Olímpicos. Que el Club del Mar Ría de Aldán instale una pantalla gigante y allí se presenten más de un centenar de aficionados para seguir las pruebas de sus vecinos.

De París 2024, Cangas se ha traído otros dos bronces. Los de los de los Rodrigos: Germade y Corrales. Son ya doce, nueve de ellos remados en piragua. Cinco, por David Cal. Las otras cuatro repartidas entre Germade, Perucho y esa leyenda llamada Teresa Portela, que en París no pudo repetir la plata de Tokio pero sumó, a sus 42 años, su sexto diploma en siete Juegos Olímpicos. Casi nada. Solo García Bragado, que llegó a encadenar ocho, supera a Teri en la historia del olimpismo español.

El balonmano, con Rodrigo Corrales, un hijo de O Gatañal, le ha traído otras dos preseas. Ambas de bronce. «En Cangas hay una buena cultura deportiva y creo que el carácter marinero del pueblo influye en que seamos gente fuerte y luchadora», sopesa el portero. El otro, el de fútbol, Iván Villar, suma la doce con su plata en Tokio. A los seis diplomas de Portela hay que añadirle otro de Germade y el que se trajo Sonia Molanes de Pekín 2008 en el K4.

Cangas tiene, por sí misma, más medallas olímpicas que Uruguay (10), Ecuador (5) o Perú (4). Hay más de una treintena de países con presencia en los Juegos que no superan sus números.

 


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