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«Ni pude celebrarlo, a las diez entraba para descargar el camión»

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Adrián Suárez, el héroe de la clasificación del San Tirso para la Copa del Rey, ejemplo de la modesta plantilla que se medirá al Espanyol en Riazor

30 Oct 2024. Actualizado a las 12:13 h.

«Mis compañeros estaban de juerga y mis padres esperándome en la puerta del campo para salir disparado a currar». Después de palmearle a Mexy el primer penalti, que acabaría decidiendo la tanda y la eliminatoria ante el Selaya, Adrián Suárez (A Coruña, 2003) se duchó deprisa y se marchó en medio del delirio en O Monte, el campo de hierba artificial en el que compite el San Tirso. «Ni pude celebrarlo, a las diez entraba para descargar el camión del Zara. Acabé a las tres y media de la mañana. Trabajo las noches de los miércoles y los domingos. Para llegar hasta aquí tuvimos que ganar antes la Copa de A Coruña, la Copa Diputación y la Supercopa de Galicia. Fueron cuatro celebraciones en total y siempre en miércoles o en domingo. Me las perdí todas», lamenta entre risas. El premio a los catorce partidos superados será enfrentarse en Riazor al Espanyol en la Copa del Rey (jueves, 19.00 horas, Movistar LaLiga 3).

Adri, que combina la descarga de mercancía nocturna con otra diurna, está a punto de cambiar de oficio. «He sacado una plaza para la Armada y empiezo en días». Si todo va según lo previsto, la semana siguiente al que será el partido de su vida deberá incorporarse a su plaza en Ferrol. «Mi idea es seguir jugando en el San Tirso, no sé cómo lo llevaré, pero no creo que sea capaz de vivir sin el fútbol», advierte.

Entre 100 y 200 euros al mes

«Nosotros no somos como el Boiro o el Noia, que pueden permitirse jugadores que cobran 600 o 800 euros. Aquí los chavales se llevan entre 100 y 200, no hay para más», cuenta Fabio Rodríguez Dacal (A Coruña, 1986), el técnico que ha llevado al San Tirso a la gloria. «Vinimos con la intención de no sufrir». El club cumple la duodécima temporada en Preferente, la máxima categoría que alcanzó desde su fundación en 1940. Cuando hace tres temporadas Fabio asumió el banquillo, su techo en la categoría estaba en una duodécima plaza. La temporada pasada fueron cuartos. La anterior, quintos. «Para el club esto es un desahogo económico muy grande. Ojalá venga mucha gente a vernos», mantiene el preparador.

Fabio, como Adri, también sabe lo que es subsistir con pocas horas de sueño. «Trabajo para Carrefour en la logística de frescos, en el muelle de San Diego. Entro a las tres y media de la madrugada y salgo a mediodía. Duermo unas tres horas y media por las noches y otras dos después de comer», cuenta.

Son el paradigma de un club humilde vestido de fiesta. «Lo bonito es que ha servido para ponernos en el mapa», avala Fabio. San Tirso es una parroquia del ayuntamiento coruñés de Mabegondo que reúne a menos de mil vecinos. Su cantera, que incluye convenios con el Deportivo en infantiles y cadetes, es su tesoro más preciado. «Esto es una vez en la vida. E imagínate si... buff, es que sería la leche, ¿eh?» Adrián estira la imaginación. Y esta vez no será miércoles ni domingo.

Fruteros, cerrajeros, fisios, socorristas y muchos estudiantes en un plantel con 24 años de media

La plantilla del San Tirso la integran 25 futbolistas, todos nacidos en la provincia de A Coruña, procedentes de sus categorías inferiores o de clubes de la comarca. Habitualmente se entrenan tres días por semana, a las ocho y media de la tarde. «Preferiría empezar antes, pero hay gente que no acaba de trabajar hasta las ocho», reconoce Fabio, su técnico, que no es el único que se gana la vida con la logística. El entrenador de porteros, Adrián Fernández, lo hace en Estrella Galicia y dos de sus futbolistas, David Lameiro y Pablo Vigo, el más veterano, que cumplirá los 40 en diciembre, se emplean así en Gadisa.

Pablo es la excepción en un plantel que tiene de media 24 años y en el que la ocupación más extendida es la de estudiante. Lucas Ferreiro prepara oposiciones. Como fisioterapeuta se ocupa en el Baxi Ferrol el centrocampista Carlos Díaz. El lateral Iván Rellán es autónomo como instalador térmico. En las fruterías de dos supermercados trabajan Alejandro Segade y David Lago. Sito es comercial de soldadura. Christian Rey, terapeuta ocupacional. El lateral Jorge González trabaja como entrenador personal y socorrista. El delantero Denis López, criado en la cantera del Deportivo, se gana la vida de cerrajero.

Carlos Díaz: «Toda la suerte que no tuve en el fútbol, la tuve al llegar al Baxi y me siento afortunado»

 

BAXI FERROL

A la tercera fue la vencida para Carlos Díaz, que compagina su trabajo como fisioterapeuta de las jugadoras del Baxi Ferrol —que militan actualmente en la máxima categoría del baloncesto español y en la segunda continental— con su gran pasión: el fútbol.

Dos lesiones le privaron de poder saltar en las dos finales de la Copa Coruña al verde de Riazor con el San Tirso y en esta ocasión, pese a que el Baxi se encuentra en Turquía para disputar un partido de Eurocup, no ha querido perderse la cita.

—¿Cómo hace para atender a una plantilla de máximo nivel y sacar tiempo para entrenar?

— Cuando surgió la oportunidad, que yo seguía en la facultad, dije: ’Voy a decir que sí y luego, si no puedo, ya pediré perdón’. Salió adelante. Viví la Copa de la Reina, el play off. Me siento súper afortunado. La suerte que no tuve en el fútbol con las lesiones, la tuve nada más llegar al Baxi.

—Qué locura debía ser el día a día...

—El año pasado iba al CHUAC a las prácticas, me llevaba la comida y me iba a clase. Al acabar me iba a entrenar a San Tirso y, al día siguiente, a repetir. Este año vengo a Ferrol todos los días pero el año pasado planificaba la semana para avisar a las jugadoras de los días que podía venir para ir organizando. Me enorgullece saber todo lo que he podido asumir.

—Y de premio Riazor, ¿su primera vez?

—Sí, por las lesiones. El San Tirso jugó allí dos veces, estando yo en el club, pero en una tenía rota la rodilla y en la otra el isquio.

—¿Impone el campo?

—Da vértigo. Sobre todo, las dimensiones. Nos sentíamos con un 1 % más de posibilidades en nuestro campo, que es mucho más pequeño. Pero vamos a disfrutar la experiencia al 100 %. Soy un chaval del Ventorrillo, que no va a vivir nunca del fútbol y esto es muy especial.

—¿Quién no puede faltar?

—Me gustaría decir un montón de gente, pero sobre todo mi padre. Es quien siempre estuvo ahí desde mi primer año. Mi madre, que no es tan futbolera; mi hermana, que trabaja fuera y se va a coger un vuelo; mi pareja y mis amigos.

—Una clasificación muy peleada, con penaltis incluidos...

—Sí. Pasamos tres o cuatro tandas y en la primera que hubo, de hecho, fallé uno contra el Torre [ríe]. Nuestro portero paró otro y se lo agradezco siempre.

 


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