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TAREIXA TABOADA OURENSE

Ariadna Silva presentan la muestra «Friccións» en Marisa Marimón

30 Oct 2024. Actualizado a las 05:00 h.

«La cultura de consumo, cultura del desvínculo, nos adiestra para creer que las cosas ocurren porque sí», E. Galeano.

Ariadna Silva Fernández explora los límites de la desmemoria en la exposición Friccións como forma proposicional de arte conceptual, desplazando el paisaje hacia un contexto artístico con la que la consagrada galería ourensana Marisa Marimón inaugura la nueva temporada expositiva de manera conjunta con las galerías Dupla, Luisa Pita, Metro, Moretart, Nordés, Trinta, Vilaseco y PM8 que, generadoras de cultura, forman parte del programa Aberto, colectivo comprometido con la promoción, apoyo y defensa de la cultura en Galicia.

Friccións explora las tensiones inherentes al olvido y la desmemoria de una generación enferma de inmediatez, ignota y ajena al pasado, reflexionando sobre la permanencia de las cicatrices que en el paisaje dejaron las heridas que se abrieron en la costa gallega con el hundimiento del Prestige en 2002, uno de los mayores ecocidios conocidos en Europa que vertió el veneno de 64.000 toneladas de fuel y afectó a más de 2.000 kilómetros de costa, inficionado 745 playas de la Costa da Morte en Galicia, arrastrando con el vertido de crudo y muerte de la marea negra, la biodiversidad local, afectando a aves, peces y otros animales marinos.

Damnatio memoriae también para el recuerdo de aquel movimiento de concienciación social y presión activista Nunca Máis y el poder de la revolución crítica del pensamiento como una red colaborativa con el compromiso de cambiar mentalidades.

Ariadna Silva logra en la austera bicromía del blanco y negro de la serie, confrontar al espectador con la permanencia y la resistencia del paisaje sobreviviente, el rugido silencioso de una naturaleza doliente y resiliente, la desolación, la pérdida y el vacío dejados por el vertido de petróleo en las rocas, estigmatizadas con chapapote como un viejo tatuaje convertido en mancha bajo océanos de tiempo y materia orgánica.

En Friccións, cada pieza parece estar en un estado de tensión constante, un equilibrio precario que refleja la complejidad de la existencia humana. ¿Dónde está la erosión natural y la erosión provocada por la violencia antropogénica?

Silva fotografía estos espacios para reconstruir en base de los indicios persistentes un relato no vivido, una aproximación al desastre medioambiental a través de una memoria inconsciente, preexistente y callada para actuar frente a la apatía de una sociedad acinesia, activando la mirada retrospectiva y colectiva a través de unas imágenes tan desoladoras como poéticas. Un paisaje vacío y vaciado, yerto e infinito como el olvido.

Ariadna invita a los espectadores a reformular las preguntas omitidas, a reflexionar sobre el impacto del desastre y la importancia de preservar, conservar y proteger el medio natural desde una mirada crítica profundizando en la subjetividad de lo autobiográfico a través de su trabajo fotográfico e audiovisual.

Uno de los aspectos más destacables de Friccións es cómo la artista interviene los límites físicos y manipula los aspectos simbólicos. Un paralelismo entre los elementos subjetivos, reflexivos e identitarios como la búsqueda de nuestro sitio en el mundo, emocionales y relacionales, como la memoria y el territorio como espacio propio introduciendo una crítica a la alienación, la distancia y la desvinculación apátrida del inmovilismo en la intervención de elementos cotidianos que al ser descontextualizados adquieren un significado simbólico.

El Centro Galego de Arte Contemporánea CGAC, ha incorporado a su colección permanente cuatro de las fotografías de la artista que pertenecen a esta serie Friccións y que han formado parte del programa expositivo Aberto 24.

Cabe destacar la importancia de las instalaciones que transforman el espacio, invitando a una introspección casi táctil, creando una atmósfera de dualidad y conflicto entre los fragmentos de roca que han sedimentado el chapapote con materia orgánica como epidermis para generar una suerte de entramado de masas cromáticas y texturas, efectos aumentados con lupas para facilitar la exploración, que traslada al lenguaje de la fotografía en la imagen documentada en estudio, provocando una reacción emocional intensa.

La artista no concede respuestas fáciles sino inquietantes a pesar de la belleza de los elementos enfrentados como la extraordinaria videocreación monocanal, en la que las olas del mar retroceden como los recuerdos, como si se pudiera volver atrás para reconciliarse y confrontar nuestras propias fricciones internas.


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