Un ecosistema en el centro de Lalín como en la fraga de Catasós

Uno de los principales atractivos turísticos de Lalín son sus entornos naturales. Fragas como las de Catasós donde perderse sin escuchar ruidos humanos, paisajes como los de O Candán o entornos como Mouriscade son escenarios dignos de ser visitados. Diferente es cuando en pleno casco urbano la naturaleza brota en todo su esplendor, porque la imagen ya no casa tan bien con el entorno.

Sucede en el espacio situado entre las calles González Taboada, B, F y Maruja Gutiérrez. El acceso a través de la escalinata desde la primera de esas calles ya denota que se entra en un espacio claramente diferenciado: en el ala izquierda se puede ver hierba y al fondo un área de columpios, mientras a la derecha se percibe una naturaleza más salvaje, a escasos metros de una de las arterias principales de la localidad. Y como si de la fraga de Catasós se tratara, donde como explica con profusión el alcalde José Crespo a quien con él la visita los árboles caídos no se pueden retirar para ver su evolución cuando se degradan en aquel ecosistema, también este ecosistema urbano guarda en su interior algunos árboles caídos, que parecen esperar pacientemente su degradación natural en el entorno, sin que nadie los retire. Son dos estampas distintas, apenas separadas por una acera central a lo largo de este espacio.

Más arriba, las partes traseras de las casas con fachada a la calle B. Nadie diseña edificios pensando en que la parte posterior sea digna de foto, y esta no es una excepción. A falta de ayudas públicas como sí tuvieron otras traseras en Lalín, cuando en la localidad se inventó un paseo fluvial, la imagen no está entre las favoritas de Lalín. La reutilización de viejos bidones como maceteros no ayuda en una de esas zonas cuya peculiar estética la localidad no termina de saber cómo resolver: esos incómodos y olvidados patios traseros de Lalín.