Gran Bretaña construirá centrales nucleares el triple de potentes
Economía
25 Mar 2008. Actualizado a las 02:00 h.
La construcción de la primera planta nuclear en Gran Bretaña no pasó en su momento desapercibida, pero tampoco fue, ni mucho menos, el acontecimiento internacional del año. En aquel 1956, la URSS empezaba a confesar los crímenes del estalinismo; Marruecos se independizaba de Francia; Fidel iniciaba la revolución cubana a bordo del Gramma con 82 guerrilleros barbudos, y Grace Kelly se casaba en la Costa Azul con Rainiero de Mónaco. Así que aunque la planta nuclear construida cerca de Sellafield, en el mar de Irlanda, era la primera del mundo occidental, solo ocupó titulares secundarios.
Cuando Isabel II inauguró la central de Carne Hall, Reino Unido parecía haberse situado en el primer puesto de la carrera atómica, porque solo la URSS tenía entonces una central. Pero medio siglo después el potencial nuclear británico está entre los más bajos de los Estados que han optado por ese tipo de energía, y sus plantas representan apenas el 20% de toda la electricidad que se produce en el país. El pacto entre el primer ministro Gordon Brown y el presidente galo, Nicolas Sarkozy, para impulsar la construcción de reactores y la exportación de tecnología atómica, ha devuelto a los británicos, con redoblada polémica, aquellas portadas que les fueron negadas en 1956.
Dilema
Lo cierto es que Brown se enfrentaba a un serio dilema. Los cálculos más optimistas estiman que la demanda de electricidad en los próximos años crecerá en su país como mínimo un 3% anual, un porcentaje que no podrá cubrirse con las centrales térmicas convencionales por el compromiso aceptado en la UE de reducir un 20% antes del 2020 las emisiones de gases de efecto invernadero, porcentaje que deberán suplir las fuentes renovables. A eso se añade que la vida de catorce de los diecinueve reactores británicos se agotará antes de esa fecha.
Las centrales que hoy siguen funcionando en el Reino Unido tienen una potencia media instalada de 578 megavatios, diez veces más que el reactor de Carne Hall, que fue clausurado en el 2003. Pero se han quedado pequeñas porque las nuevas plantas de tercera generación llegan a triplicar esa capacidad. Francia, el país con más centrales del mundo tras Estados Unidos, parece el socio ideal, porque su apuesta por la energía nuclear no tiene vuelta atrás y porque un 4% de la electricidad que consumen los británicos se importa de las 59 plantas galas. Sarkozy ya ha anunciado que en breve empezará a construir la número 60 en Flamanville, en pleno canal de la Mancha, a menos de 100 millas marinas de Inglaterra.
Todavía no se han hecho públicas las especificaciones técnicas de esa instalación, pero una buena referencia puede ser la central de Olkiluoto 3, a 260 kilómetros al noroeste de Helsinki, en Finlandia, la más moderna y potente de la treintena de nuevas plantas que se construyen en la actualidad en el mundo. Costará más de 3.000 millones de euros, tendrá una potencia instalada de 1.600 megavatios y empezará a funcionar en el año 2011, justo 55 años después de que Isabel II inaugurara sin demasiado boato la primera central atómica británica.