Santander y BBVA, «demasiado grandes» para caer
Economía
Es la consecuencia de la dimensión que han alcanzado, que les exigirá redactar un «testamento en vida» para una liquidación ordenada en caso de dificultades.
30 Nov 2009. Actualizado a las 23:00 h.
Los dos gigantes financieros españoles se lo temían, y sus inquietudes parecen justificadas. Santander y BBVA aparecen, junto a otros 22 bancos y 6 aseguradoras de Europa, Estados Unidos y Japón, en la lista de entidades que el Consejo de Estabilidad Financiera -el germen de la supervisión internacional- ha identificado como «demasiado grandes para (dejarlas) caer».
No es una alerta sobre su situación, sino el reconocimiento de la dimensión que han alcanzado. Se les exige más que al resto por considerar que, si sufrieran problemas, podrían contagiarlos al resto del sistema a escala mundial.
Es la factura que deja una crisis en la que, de la noche a la mañana, instituciones internacionales de renombre -ninguna de ellas española- se vieron necesitadas de un rescate de urgencia con fondos públicos. La relación la ha adelantado el diario Financial Times y en ella están «todos los que son», es decir, entidades con elevado volumen de negocio que han logrado preservar la rentabilidad en la difícil coyuntura actual, junto a otras que han atravesado dificultades. Aparecen Citigroup, HSBC, Goldman Sachs, Merrill Lynch, Royal Bank of Scotland,BNP Paribas, Nomura, Sumitonmo, Credit Suisse, Bank of America, Deutsche Bank o Unicredito, entre otros. Todas tienen importante actividad internacional, lo que justificaría la inquietud de los supervisores por el riesgo de contagio.
Frente a los argumentos esgrimidos por Santander y BBVA, los vigilantes se ha inclinado por anteponer el criterio de tamaño al del riesgo. De poco ha servido que los dos gigantes financieros españoles argumentaran que en el origen de la actual crisis está el derrumbe de Bearn Stearns, un banco de inversión relativamente pequeño. Tampoco se ha tenido en cuenta que uno y otro están volcados en el negocio de la banca comercial, y apenas intermedian productos complejos.
Alegaron también, igualmente sin éxito, que a su favor juega la diversificación geográfica de la actividad: en la actual crisis, el impacto está siendo mayor y más persistente en los países desarrollados que en los emergentes. Finalmente, BBVA y Santander expusieron las ventajas de haber realizado la expansión internacional a base de filiales. De este modo, cada una de ellas responde de su propia solvencia y, si se viera afectada, nunca llegaría a contagiar al resto.
La inclusión de aseguradoras en la lista -Axa, Aegon, Allianza, Aviva, Zurich y Swiss Re- responde a la idea que los supervisores tienen de la interconexión de los negocios. Empresas de este sector llevan tiempo prestando dinero, mientras que las reaseguradoras han entrado de lleno en la actividad de derivados y otros productos financieros complejos a través de las coberturas.
Basta recordar el ejemplo de la aseguradora estadounidense AIG, declarada en quiebra el pasado año.
Testamento
A los reguladores les gustaría que los bancos y aseguradoras que figuran en la relación preparen, en el plazo de seis a nueve meses, «testamentos en vida», algo así como programas de liquidación a llevar a cabo sin cargos sobre el bolsillo de los contribuyentes. Las autoridades más benévolas prefieren calificarlos de documentos de «recuperación y resolución» de eventuales problemas graves.
Esta recomendación divide a las entidades. Las que tienen estructuras más complejas alegan que no se pueden redactar programas de emergencia sin conocer la naturaleza del peligro. En España, el presidente del grupo Santander, Emilio Botín, adelantó su opinión sobre este requerimiento. Evocó que los testamentos en vida, junto a permitir el desmantelamiento ordenado de las entidades, exigen realizar un examen detallado de su realidad y estructura, y ofrecerán información detallada al supervisor. Todos estos datos -exigió- deben ser totalmente confidenciales.
Para que los testamentos en vida logren sus objetivos, Botín consideró imprescindible respetar la independencia de las sociedades, y rechazó la transferencia de activos entre unidades como mecanismo de compensación. Los grupos españoles ya acotan el riesgo de contagio al mantener una estructura de unidades autónomas en capital y liquidez, alegó. No tendría sentido destruir ese cortafuegos y provocar el efecto dominó que se pretendía evitar.
Para las entidades transnacionales, el régimen de resolución debiera establecer de forma clara y expresa el reparto de cargas entre los países.