Rescate a la española

Allá por los albores de la crisis, España sacaba pecho para proclamar a bombo y platillo la salud de sus bancos. Unas entidades, se decía entonces, a salvo del huracán. Gracias, se resaltaba, a la implacable supervisión del Banco de España. La más infalible del planeta, presumía Zapatero.

Mucho ha llovido desde entonces y muchos son los mitos que el tiempo se ha encargado de derribar. Y ese, el de la inmunidad de nuestros bancos, ha sido uno de ellos. Y fue precisamente bajo la atenta mirada del guardián del sistema donde fraguó la catástrofe inmobiliaria. Esa que ha convertido al sistema financiero español en el nuevo talón de Aquiles de la eurozona.

Tanta es la preocupación, que en Bruselas se devanan estos días los sesos para encontrar la salida del laberinto sin provocar con ello otro incendio en los mercados. Porque por mucho que el Gobierno insista en que la reforma de De Guindos -provisiones millonarias para el ladrillo, fusiones a diestro y siniestro para ganar tamaño y, ahora, la creación de una suerte de banco malo donde aparcar la toxicidad inmobiliaria- es el camino adecuado y se desgañite asegurando que no hará falta ayuda externa para la banca patria, lo cierto es que la idea de que hace falta más dinero, del que ni el Estado ni las propias entidades disponen, cobra cada día más fuerza.

Las miradas se dirigen hacia el fondo de rescate europeo. Nadie se plantea ya la posibilidad de que España tenga que ser rescatada como lo fueron en su día Grecia, Irlanda y Portugal. Entre otras cosas, porque no hay dinero para hacerlo. Los cálculos hablan de hasta medio billón de euros. Pero sí está sobre la mesa la idea que España recurra a los fondos de rescate europeos (el actual y su sucesor, el mecanismo de ayuda permanente que estará operativo en julio) para recapitalizar sus bancos. Los analistas cifran entre 50.000 y 100.000 millones las necesidades adicionales de los bancos españoles.

Requisitos

España cumpliría los requisitos para hacer uso de ese salvavidas: lo que se exige es que el capital privado y el estatal hayan agotado su margen de maniobra para participar en la recapitalización. Además, resaltan los expertos, las exigencias a las que quedaría sometido el país no serían tan draconianas como las que acarree un rescate como los vividos hasta ahora.

Pero en el Gobierno de Rajoy esa idea levanta sarpullidos. Creen en el Ejecutivo que España quedaría estigmatizada, que los mercados lo entenderían como un rescate en toda regla y darían la espalda al país. Los analistas admiten que sería necesario un exquisito ejercicio de comunicación para evitarlo, pero también advierten que al presidente no le quedan muchas más salidas si de verdad quiere cumplir la palabra dada en el capítulo de la reducción del déficit.

análisis El sistema financiero, nuestro talón de aquiles