Niños en verano: ¿flexibilidad o no?
Educación
Profesionales y padres opinan sobre el eterno dilema de las vacaciones
23 Jul 2016. Actualizado a las 05:00 h.
Acaba el cole y los niños en casa. Cambian los hábitos, tanto de los padres como de los pequeños. Pero estos cambios pueden tener consecuencias. La rigidez del período escolar se ve alterada, y son muchos los progenitores que viven el verano con sus hijos en un constante vaivén caótico.
¿Hay que flexibilizar las normas con los niños en época estival? La psicóloga infantil Mercedes Fernández Cabana cree que los niños «tienen que tener igualmente vacaciones». Para ella «tiene que haber diferencia respecto a otra época del año», añade. ¿Y los deberes? Cabana asegura que esto solo está bien si es necesario repasar, y que no conviene producirles más estrés: «Hay que oxigenarse, al igual que hacemos los mayores, y el niño tiene que percibirlo».
«La clave es que exista flexibilidad» en hábitos y horarios para conseguir relajarse. Y los que tengan que acudir a clases de refuerzo, «deben tener también horas libres para ellos», comenta Fernández Cabana. Es importante también que dediquen una o dos horas a hacer algo que les guste mucho, «aunque sean los videojuegos, pues todos necesitamos nuestro espacio y satisfacción personal».
La flexibilidad también es una premisa a la que apunta la pediatra Rosaura Leis. «Hay desorden en toda la familia en verano. Pero puede ser un momento ideal para enseñar hábitos saludables y alimentarios, hacer deporte y compartir», dice Leis. Y advierte: «Se puede comer de chiringuito, pero saludable».
Noches que se estiran
«El verano es época de desconectar y nuestra peque también tiene derecho a tomarse un plus de libertad». Así opina Marcos García, casado con Sandra Prado. Matrimonio de A Pastoriza, son padres de Mariela, una niña de dos años. La pequeña es feliz en época estival. Puede disfrutar de la playa, de la piscina y de los helados. Una triplicidad que le apasiona y donde se vuelve loca. «En verano, Mariela va a la guardería hasta la una de la tarde y el resto de las horas las disfruta con nosotros. La llevamos a todas partes y le permitimos ciertos caprichitos. Le compramos algún helado, le ofrecemos para beber un zumito de naranja frío o incluso le permitimos el lujo de comer un trocito de pizza», cuenta su progenitor.
Durante el invierno, Mariela se va a la cama entre las nueve y media y diez de la noche. En verano sus padres le permiten acostarse más tarde. «En las fiestas la llevamos a la verbena de noche y está con toda la familia hasta pasada la una de la mañana. A esa hora regresa con los abuelos. La mitad de las veces lo hace durmiendo en el carrito porque cae rendida después de un día intenso», dice su padre. Marcos y Sandra son unos jóvenes padres que consideran que esa desconexión estival también debe percibirla su pequeña Mariela.
Unos progenitores más estrictos y clásicos son los lucenses Javier López y Dunia Pérez. «Para darle todos los caprichos y mimos ya están sus tíos y padrinos», se ríe ella. Son padres de Xoel, un niño de tres años que durante el verano sigue el mismo ritmo que en invierno. No vive el típico descontrol horario. «Acostamos al niño antes de las diez. Salimos a tomar algo pero siempre dentro de un horario», explica Dunia.
En cuanto a algún capricho permitido y propio de esta época estival, su progenitora señala que es un niño con pocos antojos y no siente demasiado entusiasmo por los dulces típicos de verano: «Probó por primera vez un helado la semana pasada y no le gustó demasiado. Le das a escoger entre un trozo de jamón y un helado y te coge antes el embutido que el dulce».
A Xoel le encanta ir a la piscina o saltar en los hinchables, pero su madre considera que es importante que durante el verano siga realizando tareas más didácticas. «Le compramos muchos libros para pintar y también puzles. Es una forma de que el niño continúe aprendiendo y ejercitando», dice Dunia, que considera que los cuentos infantiles suponen un gran refuerzo educativo, ya que enseñan lecciones y valores de forma entretenida.