El futuro respira en estas aulas
Educación
El bosque de la foto es el «patio» de uno de los 26 coles rurales de Galicia, que ofrecen la «vacuna» de la naturaleza
26 May 2021. Actualizado a las 15:22 h.
Esta vuelta al cole es tan de estreno que la hacemos campo a través. Salimos al campo inmenso que tiene Galicia para aprender, donde este curso 26 CRA (centros rurales agrupados) sostienen el milagro de enseñar a unos dos mil niños de 3 a 8 años a sentar bases, a sumar cultura y habilidades de vida con el gran profe de apoyo que es la naturaleza. Cada vez más familias confían en él, capaz de enseñar a la vez orientación, geografía, cálculo, educación física, trabajo en equipo. El bosque es el patio. El aire libre, un 40 % de la jornada en estos coles que se han reinventado tras el covid. La presencia, sostienen, es fundamental, aunque su dotación en tecnología esté al nivel. En centros como el CRA Amencer, de Ribadavia, el Antía Cal, de Gondomar y el CRA de Valdoviño se preparan para abrir a tope el pulmón de la escuela, ahí donde respira el futuro de Galicia.
La clase en el bosque
Este reportaje sobre el resurgir de la escuela rural estaba previsto para marzo, cuando el covid obligó a suspender las clases. Solo un par de semanas antes del confinamiento, los niños del CRA Amencer, de San Paio, disfrutaban de su hora de cuento. El de San Paio es un bosque animado, en sentido literal. El parque se abre más allá del cuento, ellos leen unas hojas y pisan otras. Son historia en movimiento. Van creciendo al andar.
El día 10 empezarán de nuevo; el cuento volverá a empezar. El equipo directivo, que en el caso de este CRA integra Raquel Rodríguez Giralt, está estableciendo pautas en línea con el protocolo oficial. Compró, cuenta, dispensadores de gel «que no tengan que tocar los niños, con pedal; papeleras de pedal también, y se aplicará el lavado de manos continuamente. Estamos rehaciendo los espacios de la escuela para cumplir la distancia de 1,5 metros entre alumnos. En nuestro caso, parece necesario que los niños a partir de 3 años lleven mascarilla». En sus aulas conviven pequeños de distintas edades, «y no parece adecuado que los de 6 la lleven y los de 3 o 4 años con los que están no».
Hay familias que, con la pandemia, vinieron de Madrid a Ribadavia y eligen el Amencer por el método de enseñanza
Este curso aumentaron las matrículas, así que debieron poner una unidad más, para no exceder la ratio de 18 alumnos por profesor. «Hay familias que en la pandemia se han venido de Madrid a vivir a Ribadavia, y en lugar de escoger matricular a los hijos en un CEIP con todos los servicios de comedor, transporte y demás, eligen el CRA, porque valoran este método educativo», señala Raquel. Sus hándicaps son los de la escuela rural: la carencia de servicios como el comedor, que facilitan la conciliación. Esta es la asignatura pendiente de aprobar.
El centro, con jornada de 9.15 a 14.15, cuenta este año con un aula más. La media es de 13 niños por aula y son once maestros, algunos itinerantes. Amencer ve el cielo abierto, no ha podido celebrar sus 20 años por el covid con una fiesta, pero sí con la buena noticia de ganar alumnos, cuando hace unos años la tendencia era la opuesta, ir a menos cada curso.
La hora del cuento, que da Raquel (además de directora, profesora de apoyo), es uno de sus encantos. «Es más, se hace poco que sea solo una hora... Hay que aprovechar los espacios naturales que tenemos, el bosque, el buen tiempo. Y lo mismo interpretamos Blancanieves que otro cuento. Son los niños los que se disfrazan y es algo que en otros coles no pueden hacer. Todos estos espacios naturales podemos usarlos como aulas para dar la clase. Nosotros tenemos el bosque al lado de la escuela. Es nuestro patio», dice.
«En el CRA Amencer, un 40 % de la jornada escolar es al aire libre. Muchos nos inclinamos por este tipo de enseñanza, volcada en el medio, en la vida. Este año, la Consellería de Agricultura nos prometió un invernadero para cada CRA de Galicia y fuimos de los primeros en colocarlo. Está listo».
Hay campo para aprender manteniendo las distancias. ¿Y el tema tecnológico? «Estamos igual o mejor que cualquier CPI o CEIP. Al tener menos alumnos por aula, los niños pueden disfrutar más individualmente que en un cole en el que hay una pizarra para 25», plantea. Pero la innovación no pasa solo por tener lo último en tecnología, subrayan los maestros que sostienen la maravilla de enseñar día a día a pie de campo.
ESCUELA DE TARAZA, CRA DE VALDOVIÑO
Cuando visitamos la escuela de Taraza (Meirás), febrero tenía diez días contados para acabar. La escuela de Taraza es cálida, familiar, habitada de materiales Montessori. Su tutora es Lucía. El panadero, José, llegó a las once a dejar el pan fresco para la merienda de media mañana. Y también unas filloas mientras los niños seguían la clase de inglés. Luego tocó salir a jugar, a un patio de arena y hierba, donde tienen un buen árbol para subirse, y tierra y agua para aplicarse a jugar con carretilla y pala. El entorno y la atención individualizada la tenían antes del covid. Tras el parón, el CRA de Valdoviño encara el curso con su huerto, su filosofía y motivación extra: tras ver de cerca la amenaza de cierre, el aula de Taraza estrena primer ciclo de primaria. «Fue la buena noticia, la sorpresa del verano, gracias a la Amcraga (que agrupa a los coles rurales de Galicia), que hizo la solicitud», señala María Rodeiro, directora del centro, que este curso contará también con el apoyo a infantil, con un profe más.
«Estamos pendientes de Educación, pero hay nueva organización del grupo para que no coincidan muchos niños en los ambientes; y que puedan estar por parejas. Haremos grupo burbuja. Los niños rotarán en los ambientes e iremos desinfectando materiales y juegos». ¿Es una oportunidad de crecimiento de la escuela rural, la llave para abrir la mentalidad que asocia aún el campo con la vieja escuela? «Ojalá. Nuestra ratio es bajita. En una de las unitarias del CRA tenemos 13 alumnos por profesor, en la otra 8 con posibilidad de tener una matrícula más, precisamente por el covid; porque con el virus hay más familias que se están planteando la opción de la escuela rural, y en Vilarrube la ratio es de 11». Al covid, menos ratio y naturaleza, que es una de las materias fuertes de los CRA. Con el permiso del Concello, en Vilarrube podrán aprovechar un campo al lado de la unitaria: «Instalamos unos alpendres para poner unos capachos donde meter material natural», dice María. Casi la mitad de la jornada escolar transcurre al aire libre, calcula. «Este curso, tenemos en mente estar en el cole y estar el máximo tiempo al aire libre», manifiesta.
Lo bueno de un CRA frente a un cole ordinario de ciudad es que podemos estar casi siempre fuera
Los materiales de trabajo cambiarán cada semana. No la filosofía, respetuosa con el medio, con el ritmo natural de aprendizaje del niño, con su curiosidad, con sus preguntas. Esta vez, no podrá haber contacto entre las escuelas del CRA ni contarán con la colaboración de las familias en el aula. «Pero podremos seguir con los paseos por el entorno, bajar a recoger castañas, ir al faro de A Frouxeira o al souto de Liñeiro», espera, a menos que la pandemia obligue a pegar otra vuelta.
«Lo bueno que tiene un CRA que no tiene, en cambio, un cole ordinario de ciudad —subraya María Rodeiro— es que vamos a poder estar casi siempre fuera. Las ciencias naturales se centrarán en localizar en el entorno un elemento, un arbusto, una hierba. Todo va a ser trabajo de fuera, no de libro».
CRA Antía Cal, Gondomar
El manual está abierto, no tiene forro, cubierta ni límite de hojas, es de tierra, aire y agua en el CRA Antía Cal, en Gondomar, que no deja de crecer, como sus peques. Cada año, una muesca en la pared invisible en la que suma altura como centro innovador, volcado en el aprendizaje natural e integral del niño. «Para nós, o cambio máis grande polo momento foi ter que dobrar os espazos habilitados. Tiñamos unha aula de traballos de calma e recollemento, e outra de máis movemento no interior do cole. Duplicamos os espazos de calma, e hai que facer un horario especial para os tempos», explica Gladys García, del equipo directivo del Antía Cal, que alcanza los 20 alumnos por aula, con casi todos los grupos completos. «Non podemos medrar máis!», expresa. Las aulas que mezclan edades tienen el tope en 20 alumnos. «En Peitieiros temos dúas clases xuntas e suman 40, e hai que ver como facemos eses grupos burbulla. Faremos unha reestruturación de horario para que non haxa tanto movemento de profesorado polas aulas», avanza.
Cinco edificios y seis aulas integran el interior de la escuela, que consiste en «casiñas» y que no tiene miedo, como los niños, a salirse por fuera. «Temos a gran vantaxe do espazo exterior, espazos marabillosos que imos aproveitar máis que nunca», asegura Gladys.
«Un dos pasos que demos cara ao final de curso, pensando neste, coa colaboración da AMPA, foi comprar traxes completos de auga, de peto e chuvasqueiro de calidade para o curso. Proporciónanse dende o centro. A idea é ter aberto ao exterior desde primeira hora a última», dice. Doblarán el esfuerzo de los profesores para adaptarse al momento. El horario será el mismo, pero aumentará el de permanencia en las aulas, a costa, por ejemplo, de reducir el de preparación de las clases y reuniones.
«Non hai moito que inventar.No xogo aprenden constantemente! Precisan que lles deixemos xogar e acompañamento, presenza real»
Nada de corredores ni pabellones en esta escuela que parte de la idea de que la exposición a las pantallas en los niños de 3 a 6 años «non é o máis axeitado», considera la profe en línea con las recomendaciones de la Asociación de Pediatría. Preservar la infancia de una «ultraexposición» casi inevitable a las pantallas, socializar en vivo y aprender al aire libre son buenos principios de curso. «O aire libre é unha necesidade, e máis para os nenos en idade de medrar. Precisan aire, movemento, luz do sol», señala Gladys, que defiende la necesidad de la escuela, «da presenza, da función socializadora que ten».
¿Crecer es hoy, en cierto modo, mirar atrás? «É que non hai moito que inventar! Os nenos non necesitan moito máis que que lles deixemos xogar. No xogo aprenden constantemente. Precisan que lles ofrezamos materiais para enriquecer ese xogo. E presenza, presenza de verdade, real, non de estar ao lado coa tele acendida, senón cen por cen ao seu lado», asegura.
Galicia tiene campo para otra escuela.