La encrucijada política se somete a escrutinio
Elecciones 2020
Algo más de 37 millones de españoles, 2.698.648 de ellos gallegos, están llamados a las urnas de nuevo sin garantía alguna de que el resultado vaya a resolver el bloqueo que tiene paralizado al país
10 Nov 2019. Actualizado a las 05:00 h.
Fueron 36,8 millones los españoles que votaron el pasado 28 de abril creyendo que de las urnas iba a salir un Gobierno para los próximos cuatro años. No fue así; la incapacidad de los principales líderes para llegar a un acuerdo desembocó en unas nuevas elecciones a las que ahora fueron llamados 37.000.608 votantes, 106.632 más que entonces por la incorporación al censo de los jóvenes que en estos seis meses cumplieron 18 años. En Galicia son 2.698.648 electores, 402 menos que en el 28A. Los votantes gallegos residentes en España bajaron en 3.447, pero los que están en el extranjero subieron en 3.045. El fantasma de la abstención, el auge de la extrema derecha, la división de los partidos en dos bloques, el conflicto catalán y la suma de Más País al tablero hacen muy difícil vaticinar si a la segunda va la vencida o si se avecina el negro panorama de unas terceras elecciones.
Todo empezó a torcerse en la misma noche electoral del 28A, cuando un puñado de simpatizantes le gritó a Pedro Sánchez lo de «con Rivera, no». Ahí comenzó a gestarse la idea de repetir las elecciones, una posibilidad que fue cobrando peso según se iban torciendo las negociaciones con Unidas Podemos, que quería entrar en el Gobierno contra el parecer de Pedro Sánchez y sus asesores. Bajo el cálculo de que una repetición castigaría a Unidas Podemos y a Ciudadanos por no facilitar el Gobierno, se convocaron los comicios. Pero la aparición de Errejón y el antes impensable y ahora posible ascenso de Vox podrían trastocar los planes de Sánchez, al que las encuestas más optimistas le auguran una subida de 15 escaños sobre los 123 logrados el 28A, y las más pesimistas, una pérdida de 30; en todo caso, muy lejos de la mayoría suficiente que se le vaticinaba.
Giro al centro de Casado
A Pablo Casado, en cambio, podría favorecerle la repetición electoral. Con 66 escaños, el 28A cosechó para el PP los peores resultados de su historia. Tuvo tiempo en los meses de verano de idear una nueva estrategia con la que, siguiendo los consejos y advertencias que le hacía Feijoo desde Galicia, recuperar el centro a la vez que se dejaba crecer la barba, moderar el discurso, arrinconar a personajes que no le aportaron ningún valor, recuperar activos como Ana Pastor y cambiar la foto con Aznar por la foto con Rajoy. Las encuestas parecen premiar ese acto de contrición —la horquilla oscila entre los 66 escaños actuales y los 113—, pero algunas sombras y muchas incógnitas siguen acompañando al líder popular. Por una parte, su malogrado proyecto de España Suma; y por otro, la constatación de que, por muy bien que le vaya en las urnas, no podrá gobernar sin una extrema derecha en alza, lo que se contradiría con el recién estrenado giro al centro. El PP no deja de recibir presiones que le aconsejan, en caso de que persista el bloqueo, que se abstenga en la investidura de Sánchez, pero en el debate televisivo a cinco, Casado lo descartó.
Vigilando de cerca la evolución del PP estuvo Ciudadanos. Si como auguran las encuestas se descalabra —los sondeos más optimistas le otorgan 36 escaños, cuando ahora tiene 57, pero los hay también que no le dan más que 8—, será por obra y gracia de su líder, que se obcecó en negarle el pan y la sal al PSOE, en parte por la ojeriza que Albert Rivera le tiene a Pedro Sánchez y, en parte, porque calculó que le podía dar el sorpasso al PP, del que desde el 28A le separan tan solo 9 escaños. Pero la marcha de fundadores y referentes del partido y su empeño en mantener un discurso histriónico echaron por tierra sus pretensiones. Su liderazgo está, desde entonces, cuestionado.
A Pablo Iglesias, en cambio, le sientan bien las campañas. El 28A se auguraba una gran debacle de Podemos por sus divisiones internas, pero la reaparición del líder tras su baja paternal frenó la caída y se mantuvo con unos dignos 42 escaños que le dieron alas para exigirle al PSOE puestos relevantes en un Gobierno de coalición que Sánchez le negó. La marcha de Errejón hizo pensar a los socialistas que podrían eliminar a Iglesias, pero el golpe de efecto del líder de la formación morada, sacrificándose personalmente en aras de un acuerdo, fue aplaudido por los suyos. Esa circunstancia, sumada a que en el debate político quedó la sensación de que Podemos fue sincero en las negociaciones, mientras que el PSOE nunca quiso el acuerdo, rehabilitó a Iglesias entre los suyos y frenó el descenso. En los primeros días de campaña, el partido estaba en caída libre, pero las últimas encuestas auguraban una sensible recuperación. Iglesias ya no asalta los cielos, pero gana credibilidad en su parroquia.
Elementos desestabilizadores
También a Abascal le fue bien en la semana de campaña. Vox obtuvo 24 escaños el 28A pese a la movilización de la izquierda para impedir el desembarco en España de la extrema derecha. No fueron capaces de echarle el freno. Su entrada en las instituciones y su participación en los foros parlamentarios y en los debates electorales lograron que Vox se colase en la normalidad democrática española casi sin pedir permiso. Los disturbios en Cataluña tras la sentencia del independentismo hicieron el resto. Algunas encuestas incluso multiplican por tres sus escaños.
Santiago Abascal fue la novedad el 28A e Íñigo Errejón lo es ahora. No entraba de momento en sus planes, pero la repetición electoral le obligó a apresurar el salto a la política estatal. Confeccionó una candidatura sin tiempo, solo en aquellas provincias en las que tenía posibilidades y con un claro objetivo bisagra de facilitar la gobernabilidad. Tras la euforia inicial, las encuestas le auguran a Más País, como mucho, 5 escaños. No cumple las expectativas, aunque a lo mejor sí cumple las de Errejón, que por ahora podría conformarse con, simplemente, estar ahí.